sábado, 04 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Derecho de votar y ser votado
2015-03-25 | 09:53:52
Nadie en su sano juicio debería leer el cuento
que abre hoy el telón de esta columnejilla. Lo
leyó doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam
interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías,
y le sobrevino un acceso de singultos, vale decir
sollozos acompañados de hipos.
Eso preocupó grandemente a su marido,
motivo por el cual se fue a su club, pues cualquier
preocupación lo mortifica mucho. No se recomienda,
entonces, la lectura de esa narración.
Quien la lea lo hará bajo su riesgo...
Don Senescio y su esposa Pacianita cumplieron
50 años de casados. Esa es hazaña grande,
sobre todo en estos tiempos. Antes los jóvenes
se conocían, se trataban, se casaban y tenían
un hijo.
Ahora tienen un hijo, se casan, se tratan,
y luego se conocen. Quizá por eso aquel señor
le contó a su hijo: “Durante 25 años tu madre
y yo fuimos absolutamente felices. Pero luego
nos conocimos y...”.
Advierto, sin embargo, que me estoy apartando
del relato. Vuelvo a él. Cuando llegaron a
sus bodas de oro don Senescio le dijo a Pacianita:
“¿Recuerdas, mi amor, que el día que nos casamos
salimos de luna de miel en aquel cochecito
de segunda mano que tenía yo?”. “Claro que lo
recuerdo” -contestó ella. “¿Y recuerdas, viejita
-prosiguió el añoso marido-, que a poco de haber
salido me acometió la urgente gana de hacer
una necesidad menor, y la desahogué junto a
un arbolito?
Tú, inocente y pudorosa, volviste la mirada
hacia otro lado para no ver aquello”. Replicó
doña Pacianita: “Todo eso lo recuerdo bien”. Don
Senescio sugirió, romántico: “¿Qué te parece
si repetimos eso mismo para celebrar nuestro
feliz aniversario?”.
Ella aceptó, gozosa, la proposición. Salieron,
en efecto a la carretera, y poco después vieron
el arbolito aquel, que ahora era un árbol grande
y frondoso. Detuvo el automóvil don Senescio
y fue a hacer lo mismo que había hecho hacía
50 años.
Lo estaba haciendo cuando escuchó un grito
lastimero. Era doña Pacianita, que se había
echado a llorar desconsoladamente. La impresión
de don Senescio al oír el súbito llanto de su
esposa fue tan grande que se le cortó el chorro, si
me es permitido sacrificar la corrección en aras
de la descripción. Lleno de alarma le preguntó:
“¿Por qué lloras, viejita?”.
Respondió ella entre sus lágrimas: “Es que
hace 50 años te measte el sombrero, y ahora te
estás meando los zapatos”... El proceso electoral
que culminará en la jornada del 7 de junio está
en riesgo en Guerrero y Oaxaca. Los llamados
maestros de la CNTE amenazan con boicotear
las elecciones.
Se dicen revolucionarios, pero son en verdad
los mayores reaccionarios que tiene este país,
pues se oponen a su avance democrático y reviven
antiguos procedimientos fascistas para
conculcar los derechos de sus conciudadanos.
Los gobernantes, tanto locales como federales,
no deben olvidar que al asumir su cargo protestaron
cumplir y hacer cumplir la Constitución
y las leyes que de ella emanen.
El derecho a votar y ser votado es uno de los
principales derechos de los mexicanos. Nadie
puede privarlos de ejercitar ese derecho. Quien
lo haga o intente hacerlo debe ser castigado
conforme a la ley. Aquí no cabe ni la culpable
omisión ni -menos aún- la impunidad. Permitir
que se atente contra el proceso electoral es abrir
la puerta a abusos mayores que podrían poner
en riesgo la estabilidad de la Nación.
Y ya no digo más, porque estoy muy encabronado...
Doña Holofernes decía, pesarosa:
“¡Pobre hija mía! ¡Los tres maridos que ha
tenido le salieron cornudos!”... En el restorán
el hombre empezó a escanciarle el vino a la
mujer. Le preguntó: “Dime cuánto”.
Contestó ella: “Mil pesos, y tú pagas el cuarto”...
Doña Panoplia reprendió al pedigüeño: “Si
le doy dinero se lo gastará en la primera cantina
que encuentre”. Respondió el astroso individuo:
“Le prometo que no, señora. Esperaré a llegar
a la segunda, que es mucho mejor”...
Al terminar el trance erótico Dulcilí le dijo
a su galán: “¡No supe lo que hice!”. Contestó
él: “No sé si lo sabrías o no, pero lo hiciste muy
bien”... El marido sorprendió a su cónyuge en
ocasión adulterina. Le gritó con iracundia:
“¡Traidora! ¡Fementida! ¡Desleal! ¡Perjura!
¡Aleve! ¡Infiel!”.
Replicó la mujer: “Caray, Cucoldo, no sabía
que la fidelidad tuviera tanta importancia para
ti. En adelante procuraré serte fiel con más
frecuencia”... FIN


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