domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Más de cuatro personas
2015-04-20 | 09:36:47
papás de un muchacho llamado
Solón se preocuparon porque todos los
días lo encontraban practicando el placer
solitario que se atribuye a Onán. Así, lo
casaron con una muchacha del barrio.
Cuando la pareja regresó de la luna de miel
le preguntaron a Solón cómo le había ido.
“No muy bien -respondió-. A ella luego
luego se le cansó el brazo”.
Estoy empezando a sospechar que tengo
más de cuatro lectores. Gabriel Pereyra,
querido amigo mío, hombre de letras que
sabe mucho de comunicación, calcula
que cada día me leen más de un millón
de personas, tanto en periódicos impresos
como en los medios electrónicos. Procuro
no pensar en eso: si lo hiciera sería incapaz
de escribir una sola línea. Por eso hablo
siempre de mis cuatro lectores.
Con ellos puedo dialogar como en tertulia
familiar, pues sé que perdonarán mis
fallas. Pero en efecto: a lo mejor son más
de cuatro. El pasado viernes puse aquí
una frase que Ortega y Gasset cita en sus
Meditaciones del Quijote: “Benefac loco
illi quo natus es”, que traduje libremente
como “Haz el bien al lugar donde naciste”.
El filósofo español dice que esas palabras
se leen en la Biblia. Ignorante que soy,
pedí a mis cuatro lectores que me dijeran
en qué parte del sagrado libro aparece
esa sentencia. ¿Cuántas respuestas creen
ustedes que recibí? ¡372! Eso me alegró.
¡Cuánta gente hay conocedora profunda
de la Biblia y dispuesta a ayudar a quienes
no la conocemos!
De sus mensajes aprendí lo que presentía
ya: que ese libro contiene tesoros
inmensos de sabiduría y fe. Ahora bien:
¿cuál fue la contestación a mi pregunta?
¿En qué parte de la Biblia está la frase
citada por Ortega? La respuesta de mis
lectores fue unánime: ¡en ninguna!
Hay sentencias bíblicas que se le parecen,
pero la atribución hecha por el escritor
es incorrecta. La clave de ese error me la
proporcionó don Salvador Arana Sánchez,
quien me envió la transcripción de un artículo
escrito por Jordi Gracia en Ápeiron,
Estudios de filosofía.
Jordi Gracia (Barcelona, 1965) es profesor
de literatura española en la Universidad
de Barcelona y colaborador frecuente
de El País. En 2014 la editorial Taurus
publicó su excelente biografía de Ortega.
En ese artículo -Cabos sueltos- escribe
Gracia lo siguiente: “El lector recordará
sin duda que la formulación rotunda de
Ortega ‘Yo soy yo y mi circunstancia, y
si no la salvo a ella no me salvo yo’ viene
seguida de unas palabras presuntamente
bíblicas: ‘Benefac loco illi quo natus es’.
Pero yo no he encontrado esa cita en la
Biblia ni he localizado rastro alguno de
que alguien la haya localizado.”
Propone Gracia dos hipótesis para
explicar ese equívoco orteguiano: o el filósofo
citó de memoria aquella frase y “le
saltó a la pluma la Biblia”, o bien protegió
su idea “con una cita bíblica que nadie se
tomará la molestia de verificar”.
El articulista se inclina por la primera
posibilidad: Ortega habría jugado “un
bromazo” a sus lectores, y buscó tener
“un imbatible blindaje para su propio
pensamiento”.
Yo, contrariamente, pienso que estamos
en presencia de un error liso y llano
del filósofo, a quien considero incapaz,
por su reciedumbre moral e intelectual,
de engañar a quien lo lee. Ortega tenía
en el poso de la memoria aquella frase,
y pensaba de buena fe que pertenecía a
la Biblia.
Ese yerro del gran autor me tranquiliza:
cuando cometa yo alguna equivocación
-todos los días caigo en varias- recordaré
el desliz de Ortega y me consolaré. Mal de
sabios consuelo de tontos.
Por ahora doy las gracias a don Salvador
y a todos los buenos lectores que se
tomaron la molestia de poner su saber en
mi ignorancia, su luz en mi tenebregosa
oscuridad. (Permítanme un momentito,
por favor. Voy a apuntar ese adjetivo, “tenebregoso”
-vale decir cubierto de tinieblas-,
para aplicarlo a la conducta de nuestros
políticos).
Inexplicablemente cinco de cada tres
personas no creen en las estadísticas.
Don Frustracio le contó a un amigo:
“Creo que anoche, después de muchos
años, mi esposa Frigidia sintió por fin
algo cuando estábamos haciendo el amor”.
Preguntó el amigo: “¿Qué te hace creer
eso?”. Explicó don Frustracio: “Por un
momento dejó de jugar al Candy Crush”.
FIN.


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