jueves, 02 de mayo del 2024
 
Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna: Prisciliano Culebro vs. Juan Pueblo
Prisciliano Culebro vs. Juan Pueblo
2015-04-25 | 08:36:03
Con motivo de las próximas elecciones para diputados federales, viene a mi mente el cuento de Prisciliano Culebro y Juan Pueblo, quienes cada tres años repiten la misma historia. Esperamos que esta vez Juan Pueblo haya despertado, madurado y aprendido lo suficiente, como para que no le vuelva a pasar lo mismo. Vivía Juan Pueblo en una pequeña comunidad de México. Soñaba en tener una granjita para trabajarla y salir de pobre. Como debía iniciar con algo, comenzó a ahorrar para comprarse una vaca. Así, durante tres años ahorró y ahorró a costa de sufrir privaciones y estrecheces. Lo hacía con gusto porque, sabía que este sacrificio era necesario para que su sueño se cumpliera. Habiendo reunido dinero suficiente, lleno de ilusiones, salió de su comunidad pensando en localizar la mejor vaca para comprarla. Al ir a buscarla, encontró a la orilla del camino, bajo la sombra de un árbol al tal Prisciliano Culebro, individuo con mala fama de mentiroso y tracalero. Prisciliano, que no era nada tonto, pronto le hizo plática al ingenuo de Juan Pueblo y averiguó que buscaba una vaca y llevaba dinero suficiente para comprarla, lo que despertó su codicia. Inmediatamente le ofreció una vaca, diciéndole que era la mejor del mundo; que nunca se enfermaba, que daba 50 litros de leche al día y que con ella ganaría mucho dinero. Lamentablemente Juan Pueblo le creyó y terminó comprándola. Al otro día, observó preocupado que la vaca no daba leche y además se le enfermó. Gastó el resto de sus ahorros en el veterinario y las medicinas. Finalmente la vaca se murió. Sintiéndose defraudado, se prometió a sí mis
mo no volver a comprarle nada a Prisciliano. Volvió a ahorrar apretándose el cinturón y reduciendo al mínimo sus gastos. La idea de tener su granja lo ilusionaba. Trabajó arduamente otros tres años y volvió a reunir recursos y esperanzas para ir a buscar la vaca de sus sueños. Recorrió el mismo camino que tres años atrás, y….¿qué creen?. Ahí estaba nuevamente Prisciliano Culebro bajo la sombra del mismo árbol, esperando a su víctima. Le volvió a ofrecer una vaca. Juan Pueblo molesto le reclamó que la vaca anterior lo había arruinado. ¿Cómo se atrevía ahora a ofrecerle otra?. Con su labia Prisciliano lo convenció de que había tenido mala suerte con la anterior y que ésta última era certificada y había pasado los exámenes de confianza, nunca se enfermaba y daba 100 litros de leche diarios. Además, para convencerlo de hacer pronto la operación, le regaló una despensa y una gorra roja. Entusiasmado por los regalos, el ingenuo de Juan Pueblo volvió a caer en la trampa. Al final del día, lo que tenía que pasar pasó. La vaca no dio leche, se enfermó y el pobre de Juan Pueblo nuevamente gastó todos sus ahorros tratando de salvarla, pero la nueva vaca también se murió. Pasada la depresión que esto le causó, volvió Juan Pueblo a ahorrar y a trabajar más duro, porque quería adquirir la mejor vaca. Juró no volver a comprarle nada a Prisciliano, porque siempre lo engañaba. Pasaron otros tres años y con sus ahorros e ilusiones a cuestas, salió nuevamente Juan Pueblo a comprar la vaca de sus sueños. Para su desgracia, ahí estaba otra vez Prisciliano Culebro, a la orilla del camino esperando a su víctima. Al ver a Juan Pueblo acercarse, sacó todo
su repertorio de rollos y falsas promesas. Antes de que le reclamara Juan Pueblo, le dijo que las otras dos vacas habían muerto por pura mala suerte. Que la que tenía ahora era mucho mejor que las anteriores y que en la compra de esta vaca, además de la despensale regalaría una bolsa con verduras, una cachucha verde con franjas rojas y hasta una tablet. Que para su mayor tranquilidad, todos los compromisos que acordara con él los firmaría ante notario público. Mareado ante tanta promesa, volvió Juan Pueblo a comprarle la vaca y efectivamente esta resultó ser distinta a las demás, porque le salió peor. Ese mismo día se le murió. Indignado Juan Pueblo pidió a un abogado que denunciara a Prisciliano Culebro por fraude. El abogado le dijo con franqueza que dadas las influencias y relaciones de Prisciliano, resultaría muy difícil que las autoridades lo sancionaran y obligaran a reparar el daño. Que era mejor olvidarse del asunto, porque además, Juan Pueblo, era también corresponsable del fraude, ya que conociendo las mañas de Prisciliano Culebro, había insistido en hacer negocios con él. Por lo tanto, a estas alturas, la culpa no solo era de quien vendía la vaca, sino de quien la compraba. La moraleja es muy simple. Si Juan Pueblo no escoge bien en las próximas elecciones a los mejores candidatos, sino que a cambio de baratijas y chucherías que le den, vota por los más tramposos, no tendrá derecho a quejarse cuando lo defrauden nuevamente, porque el pueblo que vota por sus verdugos, no es su víctima, sino su cómplice.
Muchas gracias y buen fin de semana.


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