domingo, 28 de abril del 2024
 
Por Leo Zuckermann
Columna: Juegos de Poder
Dejen en paz a Uber
2015-05-25 | 21:35:47
Vaya relajo se armó ayer en diversas zonas de la Ciudad de México por los taxistas protestando en contra de servicios como Uber. Como se sienten amenazados, y vaya que deben sentirse así, los taxistas demandan que el gobierno capitalino prohíba o por lo menos regule a Uber. Ojalá que las autoridades no cedan y dejen en paz este servicio que, gracias a las nuevas tecnologías, ha transformado el mercado de la transportación privada en las ciudades.

La historia de este mercado es tan vieja como las urbes y la aparición de las carrozas de caballos. En 1635, el Parlamento británico aprobó la primera ley que legalizaba y regulaba este servicio en Londres. ¿Por qué se necesitaba dicha regulación que luego se fue afinando y sofisticando para los vehículos automotores? ¿Para qué se necesita una licencia especial para operar en este mercado?

Partamos de la situación de que existe un individuo que demanda trasladarse de un lugar a otro y un oferente dispuesto a llevarlo en su vehículo. ¿Por qué no se pueden poner de acuerdo los dos y ya? ¿Para qué se tiene que meter el gobierno?

La respuesta es porque existe una falla de mercado conocida como “asimetría en la información”. En este mercado no existe información perfecta. El productor cuenta con más elementos informativos que el consumidor, de ahí la asimetría.

Digamos que hubiera un mercado libre de taxistas. Como consumidor yo no sabría si estoy tomando un coche manejado por un conductor decente o uno que me va a timar o, en el extremo, secuestrar. Lo único que me puede dar certeza es la certificación por parte del Estado. Para eso sirven las placas que se les otorga a los taxistas quienes, a cambio de este permiso, están obligados a cobrar ciertas tarifas y proveer el servicio con cierta calidad. Deben proveer seguridad a los pasajeros y a los otros vehículos que circulan por la vía pública (están obligados a tener un seguro para pagar daños a terceros).
Uber ha revolucionado este mercado porque resolvió, a través de la tecnología, el problema de asimetría en la información. Ya no necesitamos, por tanto, la regulación del Estado. La empresa es la que certifica a sus afiliados y los consumidores califican a los coches y choferes en cada viaje. Los pueden premiar con cinco estrellas o castigar con ninguna. Si un auto consistentemente tiene bajas calificaciones, lo retiran de la flota. Todos los autos de Uber cuentan, además, con los respectivos seguros, emiten facturas conforme la ley y las tarifas que cobran son conocidas y generalmente fijas (en algunos momentos dependen de la oferta y demanda: si hay pocos autos disponibles en una zona, sube el precio y el cliente tiene que dar su visto bueno).

Hay otra razón por los que los gobiernos regulan a los taxis. Si dejamos este negocio a las fuerzas del libre mercado se corre el riesgo de que la vía pública se sature de coches tratando de levantar a pasajeros. La teoría económica dice que una sobre oferta de taxis eventualmente llevará a una caída de los precios lo cual hará que muchos taxis se salgan del mercado para llegar a un equilibrio entre oferta y demanda. Pero en la práctica este proceso puede tardarse y generar un mercado desordenado que afecte las vías públicas. De ahí la necesidad de que los gobiernos sean los que vayan calibrando la oferta y la demanda expidiendo cierto número de placas para taxis.

Las aplicaciones de Internet, sin embargo, hoy también pueden resolver este tema. Ya no se trata de que los gobiernos calibren la oferta y demanda de una ciudad. Los algoritmos de empresas como Uber permiten calcularla en tiempo y espacios. La acumulación de información produce modelos probabilísticos muy certeros de dónde y a qué hora se necesitan más servicios. Ya resulta obsoleto ir con el taxi vacío “cazando” pasaje cuando se sabe los lugares y horarios donde hay más demanda.

En todo caso, la única regulación gubernamental que debería haber para servicios como Uber es evitar que se conviertan en monopolios. Lo que se requiere es que muchas empresas puedan proveer un servicio semejante. Los taxistas tradicionales, en lugar de andarle pidiendo a “papá” gobierno que prohíba el futuro o lo regule como en el pasado, deberían estar organizándose en empresas con aplicaciones similares a Uber. Pero, claro, en México lo más fácil es protestar para que los gobiernos tiemblen y acaben protegiendo a los que no quieren competir sino quedarse con el mercado.


Twitter: @leozuckermann



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