viernes, 03 de mayo del 2024
 
Por Rafael Arias
Columna: Mutatis Mutandis
Economistas, realidades y utopías
2015-05-30 | 08:24:26
Segunda parte Hombres y mujeres de la era de la post-revolución lograron pacificar el país. Detener la desesperanza y la lucha fratricida. Impulsaron el trabajo y la creatividad social. Por encima de viejos y nuevos problemas y retos, una nueva nación surgió de la convulsión. Durante décadas, con virtudes y defectos lo intentaron. Reconstruyeron y apoyaron el desarrollo rural alentaron, la salud, la seguridad social y alentaron la industrialización, los servicios, las comunicaciones los transportes y el desarrollo urbano. Modernizaron la economía e hicieron todo lo que pudieron, hasta que se cansaron sus líderes y empezaron a ceder. El balance puede incluir muchos o pocos logros, pero sin duda hubo avances. Intento y esfuerzo sostenidos. Hasta que quienes desde el poder y la representación públicas, olvidaron principios, objetivos y proyectos. Hasta que claudicaron y cambiaron. A partir de entonces otros economistas, producto de otras preocupaciones y orientaciones ganaron terreno. Hábilmente utilizaron el mismo discurso y mensaje, del reclamo y el interés social y advirtieron las mismas necesidades colectivas, pero sus soluciones empezaron a ser diferentes, orientadas a otros fines. Su fiebre, su calentura era otra; mayor individualismo, libre mercado, privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas. No favorecieron a los más y si a los menos. Pasaron de la política social de “chucho el roto”, tomar de los ricos para ayudar a los pobres; a la desesperante política de “roto el chucho”, que es tomar de los pobres para apoyar a los ricos. Simuladores y manipuladores, al principio utilizaron los mismos conceptos en las aulas, en los medios de comunicación y en los discursos oficiales. Pero poco a poco introdujeron el nuevo evangelio económico que, en unos sexenios, se propagó y consolidó, gracias a ineficiencia y delincuencia gubernamental se propiciaron, fomentaron y fomentan los grandes negocios redondos de las privatizaciones. Se remata el bien público y se compra barato. Viene después el obligado subsidio y el apoyo gubernamental de múltiples formas para incrementar las utilidades. Si el negocio falla, se gestiona el rescate o la expropiación final, con la liquidación correspondiente que sirva para obtener más utilidades, o supuestamente para evitar pérdidas y responsabilidades. O para ambas cosas. Por cierto, se implanto la costumbre de que no hay responsables ni culpables, impunidad en la continuidad. Todo ello con los recursos públicos disponibles o, como ya es frecuente, endeudando las finanzas públicas y sacrificando a las futuras generaciones. En fin, economistas de la voracidad, que prácticamente están cada vez más orientados para auxiliar y realizar los rescates a los negocios privados; el remate, concesión o privatización del patrimonio público y las finanzas gubernamentales; el favoritismo, la corrupción y el abuso del poder público para negocios personales, familiares o de grupo; y en general, tanto el empobrecimiento de las masas, como el enriquecimiento de unos cuantos. Se debe reconocer que lo lograron, el hombre más rico del mundo es mexicano, además de algunos otros que le acompañan. Y así en los últimos sexenios el discurso oficial
siguió y sigue en el mismo tono de simulación y manipulación. Se repitió y repite de mil formas casi como oración, “que vamos bien y viene lo mejor”, como si así el deseo se convertiría en realidad o cuando menos se mostraría que por preocupación y buenas intenciones, no se para. Y claro que sociedad y gobierno, mas la primera que el segundo, se esfuerzan, crean, proponen, concretizan mejoras en productividad y competitividad de los diversos factores de la producción, pocos o muchos éxitos y logros, pero ahí están transformando la economía. Transformación que, a todas luces, es y ha sido insuficiente. La economía no crece o lo hace a ritmos bajos o mediocres, propiciando el aumento de limitaciones y sacrificios sociales. En conclusión las políticas oficiales de fomento económico y del empleo no alcanzan lo mínimo necesario. La economía no responde y la deuda pública crece. Por otra parte. Los gobiernos aseguran una supuesta preocupación y ocupación por la justicia y el bienestar social; pero continúan demostrando, en los hechos, lo contrario. Simular y confundir para prometer y no cumplir. Distraer y posponer para mantener esperando a las hambrientas y empobrecidas masas. Finalmente ante las evidencias de lo obvio, se tuvo que pasar al descaro neoliberal, a la práctica de: rematar, concesionar, privatizar el bien y la institución pública. En esas estamos. Así. Ahora resulta que el remedio es peor que la enfermedad, gobiernos de ineficientes y hasta de delincuentes propician la abundancia de pobres y hambrientos es inocultable, tanto como la manipulación, condicionamiento y clientelismo de las políticas asistenciales y de desarrollo social que se multiplican y consumen cuantiosos presupuestos. Una rápida y consistente evaluación concluye en que entre más se combate la pobreza, más crece. Próspera actividad la de administrar, mantener y fomentar el problema. Hoy economistas de fama mundial, como Stiglitz, Krugman y sobretodo Pinketty lo redescubren y señalan para el mundo; aquí entre nos, Boltvinik, Tello, Aguilera y otros lo analizan y comprueban desde la realidad nacional. En el país y en la aldea el desastre crece y se fortalece, con tantos pobres, hambrientos, sedientos y analfabetas. Veracruz estado de becarios y de sicarios. Lo que prueba también que “en lo peor no hay final”. En fin. La economía como centro de atención obligado y prioritario. Origen y consecuencia de beneficios o perjuicios, de bienestar o sacrificios. Causa y efecto de bienes o males y, sin duda, uno de los aspectos prioritarios individuales y sociales. La economía del sentido humano y la convivencia social, como llama que no se apaga y que da razón de ser. Tema por lo demás inagotable, en el que hay que insistir. Demasiadas razones y justificaciones para no dejar la Economía sólo en manos de los economistas; ni los gobiernos en manos de gobernantes, más cuando se les olvida que todos, sin excepción, son servidores públicos y que no pueden ser ineficientes ni delincuentes. Gobernar al gobierno y fortalecer la economía con sentido humano y responsabilidad social, es el reto de todos, todos los días.
Academico.IIESES-UV@RafaelAriasH Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasHdez


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