martes, 30 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Plaza de almas
2015-07-21 | 09:22:28
Si yo fuera diputado -¡Dios me libre!- presentaría
una iniciativa de ley para enviar a
la cárcel a cualquier hombre que obtuviera
el favor de una mujer valiéndose para ello
de una falsa promesa de matrimonio. No
estoy en contra de los seductores. Estoy,
sí, contra los burladores.
Quien seduce a una mujer de igual a
igual, valido de su encanto, de su habilidad
para el cortejo, ese hombre merece
mi admiración y hasta un poco -vergonzantemente-
mi insana envidia de varón.
Pero aquel que consigue que una mujer
se le entregue porque le juró que se casaría
con ella, y luego de cobrada la presa la
abandona, ese infame, digo, pertenece en
mi opinión al ínfimo peldaño de la escala
humana, a lo peor y más bajo de la especie.
Digo todo esto porque en mi último
viaje a cierta ciudad del noroeste oí una
historia interesante. Sucede que un distinguido
señor de la localidad acababa de
ir a prisión acusado de un fraude millonario.
Todos sabían el fondo verdadero
del asunto, y la historia se contaba como
se cuenta una novela o -más interesante
todavía- una telenovela.
Resulta que en los lejanos tiempos
de su juventud ese señor dio palabra de
matrimonio a una muchacha, y merced
a ese sobado artificio obtuvo de ella que
se le entregara. A consecuencia de tal
entrega la joven quedó en estado de buena
esperanza, como antes se decía, o sea que
quedó embarazada.
Ya se sabe que a veces los casados
tardan años en encargar familia, pero
los novios nunca: la cosa siempre pega
cuando se hace al margen de los convencionalismos.
Y pasó lo de siempre: cuando
supo que la muchacha estaba esperando
el hombre no esperó: desconoció al punto
la palabra dada.
Ella le suplicó que cumpliera la promesa
que le había hecho. Él se negó. Le dijo:
“Así es la vida, nena”. Y luego se largó sin
más. La joven tuvo que afrontar sola el
duro trance que -cosas de aquellos tiempos-
la avergonzó hasta el punto de que se
fue a los Estados Unidos a tener su hijo.
Pocos años después -la vida tiene compensaciones-
conoció allá a un hombre
bueno y se casó con él. Lo ayudó a elevarse
de simple comerciante a dueño de una
empresa poderosa. Cuando al paso del
tiempo falleció el magnate ella se dispuso
a vengarse de su burlador.
Cambiada por los años -y por la cirugía,
hay que decirlo- hasta el punto en que
nadie la reconoció, volvió a su ciudad de
origen y estableció ahí un negocio con
inversión cuantiosa.
Actuando ocultamente hizo que su
burlador -ahora hombre maduro, desde
luego, jubilado ya como director de cierto
banco- fuera contratado como gerente
general de la compañía. Luego, también
actuando bajo cuerda, le arrimó a una
damisela especialmente contratada para
el efecto, que le voló el seso al señor y lo
indujo a distraer fondos de la empresa.
Cuando el delito estuvo consumado
la dueña del negocio denunció el fraude,
y el conocido señor fue a la cárcel. Ella lo
visitó en la prisión. El hombre supuso,
esperanzado, que iba a obtener clemencia
de su empleadora, en quien no reconoció
a su antigua víctima.
Le suplicó, llorando, que lo perdonara;
le habló del sufrimiento de su esposa
y de sus hijos. Llegó hasta el punto de
arrodillarse ante ella para pedirle entre
sus lágrimas que retirara la acusación.
“No puedo” -respondió la mujer. Luego,
clavándole una mirada penetrante, le
dijo: “Así es la vida, nene”.
El hombre reconoció entonces a su antigua
novia. Le vino a la memoria lo que le
había hecho, cosa que tenía ya olvidada,
y supo que estaba perdido: a más de la
deshonra lo aguardaban varios años en
la cárcel.
Tras dirigirle una mirada de burlona
conmiseración la mujer le volvió la espalda.
Ese mismo día regresó a los Estados
Unidos. Su venganza estaba consumada.
Este relato no tiene moraleja. Líbreme
Dios de pretender impartir una lección
moral.
En primer lugar las historias edificantes
suelen ser muy aburridas, y en segundo
lugar yo soy el menos indicado para andar
por ahí moralizando. No tendría boca,
como dice la gente.
También me libre Dios de toparme
con una mujer como la de la historia. Lo
que quiero decir es que nadie se va de
aquí sin pagar sus cuentas. Así es la vida,
nenes. FIN

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
¿Quién hizo este sendero que
sube por la sierra? Fue alguien que
sabía de caminos, pero también de
belleza.
No buscó la vía más corta, sino
la más hermosa. La vereda hace
una larga curva para pasar por
un prado pequeñito donde crece
la hierba que buscan los venados.
Luego parece volver sobre sí misma,
como si recordara que más
allá brota un manantial de agua
cantora. Después nos lleva a un
sitio donde se alcanza a ver toda la
inmensidad del valle, abajo, y toda
la inmensidad del cielo, arriba.
Le pregunto a don Abundio de
cuándo es el camino, y él me dice:
-De siempre.
Ya no pregunto más: me ha sido
dada la respuesta.
En silencio continúo la marcha
por este camino que es de siempre,
como de siempre es también
el caminar.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Aumenta el número de divorcios”.
Eso está de los demonios
-dijo un lector entendido-,
pero también es debido
a que ahora hay más matrimonio


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