domingo, 28 de abril del 2024
 
Por Leo Zuckermann
Columna: Juegos de poder
¿Bajo crecimiento económico por el resto del sexenio?
2015-07-22 | 09:57:40
Como a la gran mayoría de los mexicanos, me disgusta el bajo crecimiento económico durante los primeros años del presidente Peña. Pero ahora me preocupa, y mucho, que México no tenga las condiciones para que la economía se acelere en lo que resta del sexenio.
El gobierno de Peña le apostó a que tendríamos tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto de más de 5% al año para finales del sexenio. Esto se lograría a través de una política fiscal keynesiana y un aumento de las inversiones privadas producto de las reformas estructurales.
El keynesianismo, como era de esperarse, fracasó. El gobierno tuvo mucho dinero durante sus dos primeros años. Hasta el verano pasado gozó de altos precios del petróleo. Implementó, además, cambios tributarios que hicieron que en 2014 recaudaran 6% más de impuestos con respecto a 2013. Y también le metieron duro a la tarjeta de crédito: la deuda pública durante 2013 y 2014 se incrementó en un billón 556 mil millones de pesos.
De acuerdo a la secretaría de Hacienda, los mayores ingresos públicos permitirían un aumento sustancial del gasto público que, a su vez, tendría un efecto multiplicador sobre el crecimiento económico. No sucedió. Como los gobiernos gastan mal en México, los efectos multiplicadores siempre son promesas. Si algo hemos aprendido en este país es que el keynesianismo no funciona cuando predomina el abuso y dispendio en el gasto público.
Ahora las condiciones cambiaron: los precios del crudo se desplomaron 50%, México ya no tiene grados de libertad para endeudarse más sin poner en peligro su estabilidad macroeconómica y otra reforma tributaria recaudatoria es impensable. De esta forma, la secretaría de Hacienda ya archivó a Keynes y regresó a la saludable ortodoxia financiera: este año y el que viene disminuirán el gasto público. Así que por ahí no podemos esperar crecimiento económico alguno (ni habría por qué esperarlo).
Quedan, entonces, las reformas estructurales.
La gran apuesta era la Energética. Esta era la que supuestamente traería más inversiones al país. El problema es que llegamos tarde con nuestra reforma. Cuando se aprobó, el precio del crudo estaba en cien dólares por barril. Hoy está a la mitad. Lógicamente el apetito por la exploración y explotación de petróleo ha disminuido. Lo vimos con claridad en la primera fase de la Ronda Uno.
La secretaría de Energía había dicho que ésta sería un éxito si se subastaban más del 30% de los bloques que se ofrecerían. Con cautela y una muy aplaudible transparencia, el gobierno mexicano demandó precios altos con muchas regulaciones atadas. Del otro lado, las empresas querían precios más bajos y menos regulaciones. De esta forma sólo se lograron licitar dos de los catorce bloques que se estaban ofreciendo equivalentes al 14%. Decepcionante para lo que se esperaba. Y la inversión total de estos dos proyectos se calcula en mil 200 millones de dólares: muy poco para el tamaño de la economía mexicana.
Faltan tres etapas más de la Ronda Uno donde se subastarán campos terrestres, aguas profundas, extra pesados, Chicontepec e hidrocarburos no convencionales. Ojalá el Estado y los privados aprendan las lecciones de la primera fase correspondiente a aguas someras. Pero, independientemente del aprendizaje, debido a las condiciones del mercado mundial de hidrocarburos, incluyendo la inminente reinserción de Irán, no podemos esperar tantos flujos de inversión como esperábamos cuando se aprobó la Reforma Energética. Creo, entonces, que hay que ajustar a la baja las expectativas de la inversión que traerán las reformas estructurales aprobadas este sexenio, salvo la de Telecomunicaciones que sí está funcionando.
Pero el gobierno además le apostaba a que las reformas generarían un “Momento Mexicano” que hiciera atractivo al país para los inversionistas nacionales y extranjeros. Esto me temo que también está ya en el archivo pasado por razones externas (flujo de capitales hacia Estados Unidos) e internas (inseguridad persistente, escándalos de corrupción y debilitamiento de las instituciones gubernamentales).
Todo esto en un contexto de poca confianza del consumidor y empresarial. La conclusión es triste y muy preocupante: al parecer seguiremos creciendo por debajo del 3% por año en lo que resta del sexenio porque, hoy por hoy, no se por dónde pueda venir un fuerte impulso que saque a la economía mexicana de la mediocridad.


Twitter: @leozuckermann
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