viernes, 03 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Sueño republicano
Sueño republicano
2015-08-14 | 10:14:30
Ustedes sabrán disculpar, señores del Honorable Congreso
de la Unión, pero en esta ocasión no traje ningún
informe, reporte, ni tarjeta informativa. No. Esta vez no
cuento con cifras grandilocuentes de imposible comprobación
que permitan llenar el espacio y el tiempo que
todos los años dedicamos a este rito bizantino.
Asumo la responsabilidad de cualquier inconveniente
que pudiera causarles, pero decidí que los incansables
escribanos y expertos en estadística alquimista de la
residencia oficial, deben dedicar sus energías a cualquier
cosa, cualquiera, pero ya no más discursos para
el informe.
Quise venir hoy sin ningún elemento que pudiera
representar una provocación a ustedes, o más bien, a
los ciudadanos que ustedes representan. Vine solo. No
pienso hacer alusiones a familiares míos, ni tampoco
continuar con la tradición de ocupar esta tribuna para
el auto elogio, para hacer un recuento de lo que quisiera
fueran mis triunfos irrebatibles.
No pienso tolerar más la servil y vergonzante práctica
de recibir aplausos de mis simpatizantes por cuestiones
que son simplemente mi obligación; ni tampoco quiero
ser más, el objeto de las injurias de mis adversarios quienes
solamente ambicionan estar donde yo.
¡Esto se acabó! Hemos olvidado la razón por la que
estamos aquí. Y les confieso que para venir aquí, en vez
de ensayar mi enfoque a cámara, de recibir sugerencias
respecto de mi vestuario y practicar estribillos pegajosos,
dediqué algunas noches a leer nuestra constitución, los
diarios de debates del Congreso que la creó originalmente,
sí, el de 1857; y también de aquél que la modificó en
1916 y 1917. Me puse el traje que a mí me gusta y decidí
que todavía estamos a tiempo. Sí, ustedes, yo también.
Llegué aquí, al recinto que representa la Soberanía
Nacional, solamente con una copia de mi constancia de
mayoría en el bolsillo, eso, y nada más. Ese documento
que me entregaron durante la segunda mitad del año 2012
y que me legitimaba para ser líder de mi Nación. Una
constancia de mayoría que me conmina a personificar
un presidente depositario de la confianza popular.
Solo eso quise traer aquí, y comenzar mi discurso
aplicando los principios metodológicos de los curas que
me formaron: con un acto de contricción. Sí, señores, con
un mea culpa sonoro, directo y honesto; con la mirada
puesta en los ojos morenos de mi Patria. Con un par -que
vaya que lo tengo-, para comenzar así, porque antes de
iniciar cualquier panegírico inútil respecto de mis éxitos
-inexplicables para quien sigue en la miseria-, antes,
decía, es necesario que confiese ante los representantes
de quienes me designaron, que sí, me he equivocado,
como un humano cabal.
Confié en quienes no pueden ver más allá de los modelos
del pasado y la intransigencia de las ideas peregrinas
memorizadas en universidades extranjeras. Pero no,
mi constancia de mayoría me obliga a contribuir a la
grandeza de México, a su bien común.
Mi discurso, así decidí hacerlo. Porque este mea culpa
de hoy tiene que ser mi derecho a recuperar mi momento,
tiene que ser el acicate que con fundamento en el artículo
89 constitucional, se le confiere al presidente de la
República para tomar la rienda de la Nación, acortarla
y empujar a un destino de progreso, diversidad, paz,
libertad y respeto, de conciencia ciudadana y sustento
ambiental. Tengo que ser el primer ejemplo. Tengo que
ciudadanizarme para cumplir mi misión.
¡Se acabó! Tomo decididamente el mando con los
efectos de las reformas estructurales o sin ellos, pues
a fin de cuentas, aún cuando estos no lleguen, tengo
mucho por hacer, es hora de ordenarnos.
Tú esperas mucho más de mí, compatriota, yo te debo
mucho más a tí. Y se terminaron los discursos señores,
y la ley se aplica porque así lo determina mi mandato.
Y se acabaron los líderes sindicales acomodaticios, y
los chantajes, y las revanchas políticas que solamente
redundan en inestabilidad social, que benefician a muy
pocos.
He convocado a todas las fuerzas políticas de la Nación
que me sustituirán en poco tiempo -tan solo tres
años-, para encontrar ahora sí, la fórmula que sume
todos los talentos nacionales, políticos, académicos o
empresariales, que rebase las esferas del capricho y la
ignorancia, y abandone el interés particular. ¡Vamos a
servir! Me avergüenza, nos debe avergonzar a todos,
que en nuestro país viva la mayoría en condiciones de
marginación. Somos responsables…
Mexicanos y mexicanas, he comprendido al fin que
es ocioso pretender gobernar igual que mis antecesores,
pues nuestro país requiere que reconciliemos nuestra
identidad, y un destino común e incluyente.
El cambio no puede ser la alternancia en el poder de
partidos políticos, ni la entrega de despensas. El cambio
es un proyecto de largo plazo en el que todos seamos beneficiarios,
tiene que ser la renovación de las instituciones
–o su reinvención- para devolverles su credibilidad; la
aplicación de reglas claras que rijan nuestra conducta en
cualquier circunstancia, y el compromiso inequívoco de
someternos a ellas. Educación de verdad. El abatimiento
-sí, oyeron bien la palabra-, de la impunidad grotesca
que hemos prohijado.
Nacionalizar o extranjerizar; ricos contra pobres.
¡No! Es el momento de identificar lo más favorable para
la Nación, sin falsos dogmas, con absoluta seriedad.
Desde este momento me entregaré a conciliar nuestras
diferencias.
No dedicaré un minuto más a descalificar a nadie
ni a anunciar con triunfalismo el cumplimiento de mis
deberes. ¡Tenemos sed de paz! Resultados para que
nuestros compatriotas ya no tengan que morir a manos de
un pollero, para que nuestros ancianos reciban pensiones
dignas y nuestros trabajadores alcancen un mejor nivel
de vida por su trabajo y no por la gracia de sus líderes.
Para que nuestros niños no sueñen con ser sicarios y
los funcionarios públicos que se enriquezcan, no hallen
jamás sitio para evadirse de la justicia. Vamos a incorporar
a los indígenas de una buena vez; a evitar que mueran
violentamente más mujeres; a darles a los hijos de todos
nosotros una oportunidad de progresar.
Aquí está mi constancia de mayoría. Lo he comprendido
ya. En realidad es lo único que tengo. Quisiera ver
que en tres años alguien más, quien sea, se ciña a ella y
continúe con un rumbo que debe tener como denominador
común lo que nos hace a todos, precisamente,
mexicanos.
Honorable Congreso de la Unión, ahora sé que toma
toda una vida. No es la mía, es la de quienes representamos.
Comienzo hoy y me someto, incondicionalmente,
al juicio de la historia. Muchas gracias.
Twitter: @avillalva_
columnasv@hotmail.com


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