lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Plaza de almas
2015-08-18 | 09:50:43
“Yo soy una bella joven / que habita en
la soledad. / Abandoné a mi marido /
por seguir mi libertad”. La muchacha
es alta y es morena. De niña su mamá
le decía “la preciosa”. Creció en años y
creció también en hermosura.
Cuando va al agua o al molino, los
hombres se le quedan viendo. Ahora
está en la casa. Entona con voz queda
los versos de la antigua canción que se
canta en el Potrero. Lo dice mientras
riega sus matas: el galán de noche, la
pasionaria, el amor de un rato.
“Señor: ¿por casualidad / conoce usté
a mi marido?”. / “Señora, no sé quién es.
/ Deme una seña y le digo”. La muchacha
está casada con un hombre que le lleva
30 años. Se casó con él porque su madre
murió y su padre se fue de la casa. No
tenía ni qué comer. Doña Luisa le aconsejó
que se fuera a la ciudad. Ahí, le dijo
bajando la voz, le sobraría qué hacer.
Pero ella tenía miedo de irse del
rancho. Por eso se casó: para tener qué
comer. ¿Es feliz o desdichada? No lo
sabe. Esa pregunta se la hacen nada más
los que han leído, y ella no sabe leer. Sus
padres nunca la echaron a la escuela;
algo le podía pasar, por bonita.
Cuando se quedó sola se le vino el
mundo encima. Nadie la socorrió. Cambió
por comida los animalitos; luego
vendió la parcela y el jacal. Se le acabó
el dinero, y entonces se casó. Se cambió
ella misma por comida.
“Mi marido es alto y rubio. / Mal
parecido no es. / En el puño de la mano
/ tiene un letrero francés”. Su esposo
no es rubio ni es alto. Es un hombre de
tez oscura, achaparrado. Casi no habla.
Cuando por las noches la toma lo hace
en el mismo silencio con que trabaja en
la labor.
Siempre que se dirige a ella lo hace
para ordenarle algo. “Tráigame agua”.
“Deme café”. Y en la noche: “Quítese
todo”. Es un hombre. Igual era su padre.
“Por las señas que me da / su marido
muerto ha sido. / En la batalla de Puebla
/ quedó en el campo tendido”.
La muchacha ha conocido a un joven.
Se llama Fernando, dicen, y es ingeniero,
dicen. Vino a levantar un plano del ejido.
Es esbelto y es grande, como los pinos de
la sierra. Las mujeres del rancho bajan
la vista al verlo, pero lo han visto bien.
Inventaron una frase grosera que
repiten en voz baja y entre risas cuando
se juntan a lavar en la acequia: “Por Fernando
me ando meando”. A ella esa frase
no le gusta. “La viuda se contentaba. /
Sacó el vestido café. / Se miraba en el
espejo: “¡Qué buena viuda quedé!”.
A nadie le dice la muchacha que él
la mira, y que en la tienda la saludó de
mano, y se la apretó. “Señora: si usted
quisiera / nos casaríamos los dos. / Con
la voluntad mía y suya, / y la voluntad
de Dios”. Ella no puede dejar de verlo
cuando se lo encuentra. Lo ve así, de
ladito, pero sabe que él sabe que lo ha
visto.
Una tarde la alcanzó cuando iba ya a
su casa y le preguntó su nombre. Mati.
Quién sabe por qué no le dijo que se llamaba
Matilde. “Yo me llamo Fernando”.
Ella recordó la frase de las mujeres, y
eso le dio vergüenza. Lo miró a los ojos
como para pedirle perdón.
Le dijo él: “¿A qué horas puedo verla?”.
“Señor, yo se lo agradezco, / pero eso no
puede ser, / porque yo tengo un amigo /
y ya he sido su mujer”.
Él insiste, hasta que un día, temblando,
ella se le da atrás de las tapias. A la
primera cita siguió otra, y otras más.
Ahora se ven en la casa de ella, cuando
el marido sale a la labor. Él le habla antes
de tomarla. Le dice cosas bonitas de sus
ojos, de sus labios, de sus senos.
“Y el hombre sacó la espada / y el
pecho le atravesó. ‘Traidora, yo soy tu
esposo / que de la guerra volvió’”.
Esa mañana ha llegado Fernando. Se
besan. Se acarician. Ella tiene atrevimientos
que la asustan, y él se ríe. Luego
se van a la cama. La muchacha no se
abandona como hace con su esposo.
Fernando la posee, y ella lo posee a
él con la misma pasión y el mismo goce.
En eso se abre la puerta. Es el marido.
Tiene el machete en la mano. “Cuando
la joven moría / el puño le alcanzó a ver,
/ y un letrero que decía: / ‘El amor debe
ser fiel’”...
Eso pasó en el Potrero ya hace muchos
años. Pero no pasó. Aún se recuerda. Y
todavía se canta la canción. “Ya con ésta
me despido, / con la rosa de un rosal. / Se
murió la palomita. / La mató el águila
real”... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
“... Cantando la cigarra pasó el
verano entero...”.
Cuando llegó el invierno se vio
sin nada qué comer, porque no
había trabajado.
La hormiga, en cambio, tenía
colmados sus graneros, pues todo
el año trabajó.
La cigarra le pidió que le diera
de comer. Le contestó la hormiga:
-Que te mantenga el gobierno.
La cigarra, entonces, acudió al
gobierno. Y el gobierno, con tal de
que la pobre no se levantara contra
él, empezó a mantenerla con
parte de lo que la hormiga había
cosechado.
Ahora la cigarra no trabaja.
Tampoco canta.
No tiene que hacer nada.
El gobierno la mantiene.
La hormiga, en cambio, sigue
trabajando. Trabaja para mantener
a la cigarra y para mantener
al gobierno.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“... Tiene el PAN nuevo dirigente...”.
Con Ricardo Anaya, espero,
el PAN se renovará.
Solo le pido que ya
no cargue con el Madero.


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