domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Sevicia
2015-08-26 | 10:03:44
La madama de cierto lupanar les anunció
a sus clientes que había contratado a una
nueva suripanta. La tal pupila era una
mujerona de estatura desmesurada y
formidable corpachón capaz de resistir
sin despeinarse -así dijo la doña- los más
fuertes embates de cualquier varón.
Ofreció la mamasanta un premio de
mil pesos a quien hiciera gritar a su daifa
en el curso del acto fornicario. Tres aspirantes
se inscribieron: el estadounidense
Killer Jack, tackle de futbol americano;
el japonés Coo Lon, luchador de sumo, y
Pancho el mexicano, que causó la risa de la
concurrencia por su estatura desmedrada
y su cuerpecillo enteco.
Jack y Coo no consiguieron hacer gritar
a la fornida meretriz. Pancho, en cambio,
le arrancó clamorosos gritos y wagnerianos
ululatos. Los amigos del vencedor le
preguntaron cómo había logrado hacer
gritar a la giganta. Respondió el mexicano
con una gran sonrisa: “Me puse chile en
la alusiva parte”. (Nota: y al parecer era
habanero).
A sus 80 años don Geroncio tuvo un
sueño húmedo. Se quedó dormido en la
tina de baño. Hago del conocimiento de
mis cuatro lectores que al final de esta
seccioncilla viene un cuento de tal manera
rojo que alcanza tonalidades púrpuras.
Sometí ese chiste a la consideración de
doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam
interina de la Pía Sociedad de Sociedades
Pías, y su sola lectura le provocó a la ilustre
dama un episodio de disentería fuliginosa
semejante a la que sufren los nativos de
las Islas de la Reunión.Quien no quiera
arriesgarse a experimentar un quebranto
semejante debe abstenerse de poner los
ojos en esa badomía.
Hay una palabra poco usada, pero
muy expresiva: sevicia. Significa crueldad
excesiva; trato innecesariamente
riguroso. Pienso que el gobierno federal
está actuando con sevicia en el caso de
Elba Esther Gordillo.
La señora, de sobra está decirlo, no es
una hermana de la caridad. En su tiempo
representó lo peor del sindicalismo
mexicano. Usó en su beneficio recursos
de los maestros a quienes representaba;
actuó siempre con altanería y prepotencia;
sus caprichos eran incontrastables,
omnímodo su poder.
Y sin embargo su prisión fue resultado
de un acto arbitrario del presidente en turno,
de una acción política que no resiste
el menor análisis jurídico. Se acusa a la
señora de haber distraído o malversado
fondos del sindicato magisterial, pero
ninguna denuncia de la parte afectada
hay en su contra.
En un país de leyes -no de reyes sexenales-
esa señora, con todos sus defectos
y sus tachas, ya estaría libre por fallas
graves en el procedimiento. Ahora se le
niega el beneficio de la prisión domiciliaria.
Se pone como causa para fundar
esa negativa el hecho de que no hay un
dictamen pericial que asegure que la
Gordillo no escapará de su detención.
¿Puede algún peritaje determinar la
intención de una persona, sus ocultos
propósitos, el rumbo que tomará su voluntad?
La edad de la señora, su estado
de salud y sus circunstancias personales
hacen difícil, si no imposible, cualquier
escapatoria. Si se fugara sería fácilmente
reaprehendida.
Mantener en prisión a esta mujer es
entonces un acto de sevicia. En condiciones
de legalidad esto la haría víctima de
un rigor excesivo, pero la falta de fundamento
jurídico para tenerla privada de
su libertad hace que el impedirle estar
en su domicilio constituya un cruel exceso
que debería merecer la atención de
los organismos encargados de defender
los derechos humanos. A la ilegalidad y
falta de justicia no se debe añadir la saña
derivada una venganza oficialista. Viene
ahora el deplorable cuento que arriba se
anunció.
En círculo de amigas las señoras comentaban
las diversas disfunciones que
en materia de sexualidad presentaban
sus respectivos cónyuges.
Una de las mujeres dijo que su esposo
era cien por ciento impotente. “El caso
de mi marido es peor -declaró otra-. Él
es 300 por ciento impotente”. Le preguntaron:
“¿Cómo puede ser 300 por ciento
impotente?”. Explicó la señora: “Aquello
no le funciona. Se lastimó las manos y las
trae vendadas. Y ayer se quemó al tomarse
el chocolate”...
(No le entendí). FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
El fabulista iba camino de la
imprenta.
Bajo el brazo llevaba la nueva
fábula que había escrito.
Pensaba que con el dinero que
le daría su fábula se pagaría una
computadora.
En ella podría escribir mil fábulas
que le rendirían muy buenos
dineros.
Entonces podría comprarse ropa
fina, un automóvil y una casa, y ya
no le sería difícil encontrar esposa.
Todo eso iba pensando el fabulista.
De pronto resbaló y cayó al
suelo. La fábula se le escapó de las
manos, y el viento se la llevó muy
lejos.
¡Adiós las cuentas del fabulista!
Adiós la computadora. Adiós la
ropa, el automóvil y la casa. Adiós
la esposa. Adiós todos sus sueños.
Esto que acabo de narrar me lo
contó una lechera.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Hay demasiados diputados:
500”.
Según analistas duchos,
siempre muy bien informados,
si se habla de diputados
incluso dos serían muchos.


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