martes, 30 de abril del 2024
 
Por Fernando Vázquez Rigada
Columna: Los tres mexicos
2015-09-20 | 21:07:05
El estado mexicano enfrenta una sangría de credibilidad que amenaza consumirlo. Medias verdades, mentiras totales. Desinformación. Cinismo.
La crisis política más aguda que enfrenta el estado en todos sus niveles es la absoluta incredulidad pública.

¿Es posible gobernar sin respaldo, sin inspirar, sin convocar a esfuerzos colectivos para resolver desafíos de gran magnitud?

Es posible, pero basándose cada vez menos en instrumentos democráticos. Habría por tanto, que recordar a Talleyrand: las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas.
La clase política ha optado por refugiarse en sí misma en un discurso vacío, sin asidero en la realidad. Por eso la confianza, sedimento insustituíble del capital social, se evapora.

De la resolución del conflicto de interés de funcionarios federales en la adquisición de mansiones a la herida abierta de Ayotzinapa, el discurso público está hueco, sin elemetos de verosimiltud y, por tanto, es incapaz de conectar con el temperamento público.

¿Alguien puede creer que el secretario de Comunicaciones y Transportes no está coludido con OHL?

¿Alguien sigue pensando que la propuesta de presupuesto es, como se prometió ad nauseam, uno base cero?

¿Se escuchó una sola autocrítica del perredismo sobre su lamentable ejercicio de poder en Guerrero en su tan sonado congreso refundacional?

¿Ha habido alguna acción puntual de la nueva dirigencia panista para castigar la corrupción interna de sus antecesores?

¿Algún ser humano cree en la sensibilidad social de Manuel Velasco, en la eficiencia de Eruviel Avila, en la probidad de Guillermo Padrés, en la competencia de Javier Duarte, en la independencia del Bronco?

El discurso público en México no requiere un análisis, sino una autopsia.
En su más reciente número, The Economist habla de la existencia de dos Méxicos. Se equivoca. No son dos, sino tres. El México moderno y competitivo. El México del hambre y el rezago. Y el tercer México: el México allende México: los doce millones que viven en Estados Unidos y que, son, en sí mismos, un país de dimensión demográfica superior a cualquier país centroaemricano, con la excepción de Guatemala.

Los países, no olvidarlo, se parten cuando pierden los vínculos comunes, los lazos sentimentales, las aspiraciones de convivencia.
¿Cómo hermanar a estos tres países, cada vez más alejados y envenenados de desconfianza?

El punto de partida es recuperar la confianza de la sociedad hacia el poder público.

Mientras no haya una profunda reforma en la ética pública del país, una recuperación cívica y una unidad en torno a la decencia, nada cambiará.
El viejo paradigma Goebbeliano de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad ha dejado de tener vigencia. Era cierto en un régimen totalitario. No puede serlo en una sociedad abierta, informada e interconectada.

La gente piensa. Analiza. Sabe quién miente.
Algo que la clase política no ha querido entender.

Repetir ad perpetuam que no hay conflictos de interés no los elimina. Decir que se es honesto sin serlo no borra la mancha viscosa de la corrupción. Informar para desinformar no genera credibilidad.

Si queremos cambiar a México debemos recuperar, primero, la confianza pública para construir, a partir de ahí, un nuevo capital social.

La palabra solo ancla si se acompaña de hecos y de ejemplos.
Y una nueva ética pública en México requiere volver a la mujer del César: serlo y parecerlo.

@fvazquezrig




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