jueves, 02 de mayo del 2024
 
Por Gaudencio García
Columna: Plana Mayor
El año negro que se va
2015-12-27 | 20:23:25
Estimados lectores: Salud y riqueza espiritual para todos en el 2016.

Es inaudito para la sociedad y los ciudadanos de a pie que el año 2015 haya sido el peor de los cinco años que están por concluir de la optimista administración estatal. Simplemente los programas de planeación y de la reingeniería administrativa se desfondaron en perjuicio de las clases mayoritarias en Veracruz.

¿Qué pasó? ¿Qué ocurrió en las altas esferas del primer círculo del poder público? ¿Por qué no funcionó en tiempo y forma los programas de prevención financiera? ¿Por qué se colapsaron las finanzas públicas? Es evidente que los dineros públicos nunca llegaron a las capas transversales de los mandantes.

La irritación popular que se ha venido expresando recurrentemente en la capital del estado, no es oportunista, electorera o dirigida por los detractores o malquerientes del Tlatoani, sino que viene generándose desde principio del 2010 por la ineficiencia, corrupción, burocratismo, oídos sordos de los servidores públicos del régimen estatal que se fue exacerbando hasta agudizarse a principios del 2015.

Veracruz se convirtió en un polvorín. Por supuesto, los apologistas, cortesanos, oficiosos, personeros de los poderes Legislativo, Judicial y la cofradía que rodea al Tlatoani perciben un “Veracruzlandia”, un estado que fue perdiendo la paz, la concordia y el estado de Derecho y el imperio de la ley.

Los recursos millonarios que se destinan para inhibir al crimen organizado para recuperar la seguridad pública en la entidad, se convirtieron en un barril sin fondo, en un mar de corrupción porque se utilizan con la mayor opacidad del mundo sin que el titular del Poder Ejecutivo y su subalterno, el secretario de la SSP, Arturo Bermúdez Zurita, rindan oportunamente cuentas públicas a los mandantes.

La cleptocracia y la partidocracia que gobierna en Veracruz ha sido campeona de ver la paja en el ojo ajeno y no en la viga en propio. No ha sido capaz de escuchar de viva voz los reclamos airados de la sociedad y de los ciudadanos de a pie. Los gestores oficiales de resolver las demandas sociales perdieron la credibilidad ciudadana.

La interlocución del primer círculo del poder público con la sociedad se devaluó, perdió la fuerza como la de un tehuacán destapado. El doble discurso, la simulación, la corrupción, la impunidad, el enriquecimiento inexplicable, el nepotismo, la ineficiencia y los conflictos de interés colocaron en la sima de la peste y de la agonía a los personeros del estado próspero.

No existe ni ha habido la capacidad de la humildad, de la rectificación y de reorientar la política humanista para reintegrar paulatinamente el deterioro del tejido social en Veracruz, combatir con mano férrea los desórdenes que ha provocado la élite política en los programas transversales para ir apagando la llama de la irritación popular que se genera cotidianamente en la geografía veracruzana.

No debe jugarse ni exponer el estómago ni la salud de los mandantes porque está comprobado por la historia que los resultados han resultado funestos para las dictaduras y cleptocracias. Tampoco debe dejarse toda la responsabilidad en el operador principal del régimen estatal, en este caso del secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, porque el discurso está ya desgastado por los pésimos resultados registrados.

El operador puede ser experimentado, ducho en su oficio, conocedor como su mano del intríngulis político, pero ante el exiguo capital político del gobernante, su intervención corre el riesgo de devaluarse y quedar en evidencia ante la sociedad demandante. Las conquistas sociales, la impunidad, la desaparición de jóvenes, la inseguridad pública y las deudas de los proveedores, no pueden regatearse en un estado de Derecho y de la anhelada prosperidad.

No sólo se juegan con las conquistas sociales de la clase trabajadora, sino con la estabilidad y paz de la entidad y la imagen de las instituciones públicas de los tres poderes del Estado. La crisis que vive Veracruz es atribuible a sus gobernantes, no a sus mandantes. La crisis política sirve para engrandecer al conductor de un estado o un país.

Así lo demostraron Winston Churchill en Inglaterra y Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos. Y en Veracruz contemporáneo, Fernando Gutiérrez Barrios, en su bienio 1986/88, el hombre que forjó la leyenda de la mano suave. No fueron timoratos. Sacaron a flote sus países y su estado. Sus nombres quedaron en los anales de la historia para siempre. (Estimados lectores, los dejamos descansar y nos volvemos a releer el viernes 8 de enero der 2016. Lo mejor para todos ustedes. Un abrazo) Comentarios a gau41@hotmail.com



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