sábado, 04 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
La tercera lengua
2016-01-27 | 09:02:38
Un señor de nombre Pudentino cumplió 50 años de edad. El mismo día de su aniversario fue a hacerse un chequeo. Lo examinó el médico y le dijo que lo encontraba razonablemente bien. “Doctor -preguntó Pudentino-: ¿cree usted que viviré 80 años?”. Inquirió a su vez el facultativo: “¿Bebe usted vino, licores o cerveza?”. “No”. “¿Come carnes rojas: tibones, churrascos, arracheras, agujas o filetes?”. “No”. “¿Se desvela en compañía de amigos, ya sea jugando póquer, dominó o cartas, o cantando en noches de bohemia canciones tales como ‘Amor perdido’, ‘Perfume de gardenias’, ‘Sentencia’ o ‘Conozco a los dos’?”. “No”. “¿Gusta usted del erotismo, la libídine y la sensualidad?”. “No”. Preguntó el médico: “¿Y entonces pa’ qué chingaos quiere vivir 80 años?”. Recordemos aquella serie de preguntas que alguna vez oímos: “¿Cómo se le llama al que habla muchas lenguas?”. “Políglota”. “¿Y al que habla tres lenguas?”. “Trilingüe”. “¿Y al que habla dos lenguas?”. “Bilingüe”. “Y ¿cómo se le llama al que habla una sola lengua?”. “Estadounidense”. En efecto, la lengua inglesa llegó a ser en nuestra época el idioma universal, igual que antes lo fueron el latín, el francés y el español, cuando en los tiempos de Carlos Quinto en los dominios de España no se ponía el sol. Quien sabe inglés puede viajar por todo el mundo. Si va a Nueva York y pregunta por una dirección entenderá perfectamente cuando el neoyorquino le responda sin detener el paso: “Fuck you”. Sucede ahora que en países como México es necesario aprender una tercera lengua, a más de la propia y del inglés. Los jóvenes están estudiando chino, coreano, japonés, alemán y otras lenguas cuyo aprendizaje es útil en estos tiempos de expansión industrial y comercial, de globalización. El mundo se hace cada día más pequeño, aunque eso no se nota cuando uno de tus hijos se llevó el coche y tienes que ir caminando al súper. Yo estudié inglés en el olvidado método Ollendorf, que por medio de preguntas y respuestas trataba de dar al estudiante el vocabulario más amplio posible. “¿Quién tiene el paraguas rojo del vicario?”. “La mucama llevó a lustrar los zapatos amarillos del contable”. No sé qué métodos existan actgualmente para aprender otras lenguas extranjeras, pero en mi caso no voy a utilizarlos. Me estoy esforzando todavía en aprender el español. “Padezco insomnio -declaró un empleado-. No puedo dormir ni en la oficina”. La señora se hallaba en el lecho de agonía. Le dijo a su marido: “Ahora que voy a irme de este mundo quiero que me cumplas un último deseo. Sé que no quieres bien a mi mamá. Te pido, sin embargo, que a mi sepelio vayas con ella en el mismo automóvil”. “Está bien -refunfuñó el señor-. Pero eso me va a echar a perder el día”. Los escoceses, ya se sabe, tienen fama de ahorrativos. Un irlandés, un inglés y un escocés fueron a un table dance. El irlandés puso un billete de 10 libras en la tanguita de la stripper que bailaba ante ellos. El inglés puso otro de 5 libras. El escocés sacó su tarjeta de crédito, la pasó entre las pompas de la chica y luego tomó los billetes. Don Algón, salaz ejecutivo, cortejaba a Rosibel. Una noche la invitó a cenar y le dijo que quería hacerle un regalito. “Pero no te conozco lo suficiente, linda -le dijo-, y no sé qué regalarte”. Respondió ella: “Soy una chica de gustos muy sencillos. Me gusta el rumor
de las hojas en los árboles cuando las agita levemente la brisa de la tarde. Me gusta el rumor de las olas del mar cuando acarician con suavidad la playa. Me gusta el rumor de los billetes cuando son deslizados en mi mano.”. Santanela tenía 40 años, de modo que se inquietó bastante cuando se le presentaron ciertos síntomas que le parecieron de embarazo. Acudió a la consulta del doctor Wetnose, ginecólogo, y le pidió que confirmara si su inquietud era fundada. La examinó el facultativo, y la tranquilizó. “No está usted embarazada -le dijo-. Sus síntomas se deben sólo a un ligero airecito estomacal”. Pasó el tiempo, y un día el médico se topó en la calle con la señora Santanela, que llevaba un lindo bebé en su carriolita. Le preguntó: “¿Es suyo el niño?”. Respondió con enconoSantanela: “No es niño, doctor. Es sólo un ligero airecito estomacal”. FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
Por Armando Fuentes Aguirre Iba la lechera con su cántaro al mercado. En eso gritó un pastor: -¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! Al mismo tiempo un burro tocó la flauta, y pasó por ahí una cigarra que cantando pasó el verano entero. Un fabulista vio a la lechera, al pastor mentiroso, al burro y la cigarra, y se llenó de confusión. Todos esos personajes no pertenecían a la misma fábula. ¿Cómo explicar el hecho de que anduvieran juntos? Sobre todo ¿qué moraleja se podía sacar de su presencia ahí? No soy un fabulista. Las moralejas me disgustan. Aun así busqué alguna enseñanza en ese revoltillo. Creo haber encontrado una. En el mundo y la vida hay gente de todo orden. Y de todo desorden también. Así es el mundo. Así es la vida. Pretender que todos sean como tú y compartan tus mismas moralejas es desconocer esa inmensa variedad de modos de pensar y de sentir. En presencia de la lechera ilusa, del pastor mentiroso, del burro que por casualidad tocó la flauta y de la cigarra imprevisora, lo mejor que se puede hacer es ejercitar las virtudes de la tolerancia y de la comprensión. Eso no es moraleja. Es simplemente humanidad. ¡Hasta mañana!...
MANGANITAS ›por afa
“El conferencista dijo que al general Sashon le dieron un balazo en los Dardanelos.” Estaba una dama ahí, y exclamó con alegría: “¡Caramba! ¡Yo no sabía que se llamaban así!”


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México