viernes, 03 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Peligrosa combinación
2016-01-27 | 09:05:32
Lo que sucede en Las Vegas no siempre se queda en Las Vegas. A veces lo que ahí se hace de noche aparece de día en forma inesperada. Cierto individuo fue a un bar de The Strip y se puso una borrachera de órdago. A la mañana siguiente se despertó en un cuarto de hotel de mala muerte (también los hay ahí, a más de los de buena vida). No recordaba nada de lo que había hecho la noche anterior, y se horrorizó al ver a su lado a una mujer espantosamente fea. Se levantó el sujeto y se vistió con cuidado para no despertar a la anfisbena. Le puso en la almohada un billete de 100 dólares y se encaminó a la puerta. Sintió entones que alguien le estiraba la pernera del pantalón. Volteó hacia abajo y vio tendida en la alfombra a una mujer igualmente horripilante que le sonrió con boca desdentada al tiempo que le decía: “¿Y no hay algo para la madrina de la boda?”. Susiflor le dijo a Rosibel: “Supe que dejaste a tu novio Mayo, y ahora andas con otro que se llama Julio. ¿Por qué el cambio?”. Explicó Rosibel: “Julio es más caliente que Mayo”. Las cosas de la economía no andan bien. Una tienda que tenía en oferta toda su mercancía “por cierre” cerró de veras. La gente no quiere gastar. Dos chicas con apuros de dinero se decidieron a practicar el antiguo y noble oficio de la prostitución. De eso hace seis meses, y todavía son vírgenes. Mantener un hogar sale tan caro que nadie quiere ya afrontar las responsabilidades que derivan del matrimonio. Un muchacho le pidió al ginecólogo que examinó a su novia: “Dígame la verdad, doctor: ¿debo huir del pueblo?”. El dólar anda por los cielos, y el petróleo por los suelos. Peligrosa combinación es ésa. Lo bueno es que los mexicanos comunes no sabemos de las altas cuestiones financieras, y eso nos salva de sufrir un infarto al miocardio. La vida sigue, sin embargo (y sin dólares para ir “al otro lado”). En tratándose de crisis económicas quienes vivimos en México podemos decir lo mismo que proclama el lema vaticano: “Alios vidi ventos, aliasque procellas”. Otros vientos he visto, y otras tempestades. Ya vendrán tiempos mejores, como se canta en el pasodoble de La Bejarana, joya del espectáculo moderno. Pongamos al mal tiempo buena cara -para mí eso de poner buena resultará difícil-, y fortalezcamos la confianza en nosotros mismos y en nuestro país. No olvidemos que la desesperanza termina siempre en desesperación. Inane escribidor de fruslerías: quizá tu última frase no sea digna de ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero, y quizá ni siquiera en plastilina verde, pero no cabe duda de que contiene una verdad. Yo perdí la esperanza una vez, y créeme: no es lo mismo que perder las llaves. Ea, alegra a la República -y de paso a la idiosincrasia nacional- con el relato de algún cuentecillo de humor lene que nos aligere el ánimo. Don Calendárico, señor de 85 años, casó con Pampanina, mujer que a los 40 se hallaba en plenitud de facultades: había tenido tratos de libídine en la de Derecho, la de Medicina, la de Filosofía y la de Contaduría
Pública y Administración. En la noche nupcial Pampanina se llevó una gran sorpresa: su maduro galán se fue derechito a la cama, pero no a dormir, sino a cumplir su deber de marido. Lo cumplió no sólo una vez, sino dos seguidas, y después de 10 minutos de reposo llevó a cabo por tercera vez el H. Ayuntamiento. Tal parecía que el añoso señor había bebido un sorbo de las miríficas aguas de Saltillo, así de enteros y cabales tenía sus rijos de varón. Terminada aquella demostración el más que octogenario caballero se puso su piyama de franela y le dijo a su estupefacta mujercita: “Voy a dormir un poco. Al rato le seguimos”. “¡Cómo! -exclamó ella admirada-. ¡Ya fueron tres veces en menos de media hora! ¡Muy pocos hombres pueden hacer eso!”. Con expresión confusa preguntó don Calendárico: “Hacer ¿qué?”. ¡Al añoso señor le fallaba la memoria! Que me falle a mí también, no importa: está científicamente comprobado que a los hombres a quienes les falla la memoria no les falla lo que se necesita para librar las batallas de amor sobre campo de pluma a que se refirió el insigne Góngora. Pero. ¿en qué estaba? Ya se me olvidó. FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
Un hombre soberbio se puso a construir una alta torre. Dijo, jactancioso, que su edificio llegaría al cielo. Levantó un piso, y luego otro. Y sucedió algo extraño: cuando terminó el segundo piso, el primero se hundió en la tierra. Lo mismo aconteció cuando acabó el tercero: el segundo se hundió también. Cada vez que el hombre terminaba un piso, el que estaba inmediatamente abajo se hundía. Así, levantando piso tras piso de su orgullosa construcción, y hundiéndose los pisos según los construía, el hombre llegó hasta el infierno. -No es aquí a donde quería llegar -gimió desolado. -A lo más alto habrías podido llegar -le dijo una voz-, pero lo que hiciste lo hiciste por soberbia, y tu soberbia te hundió ¡Hasta mañana!... MANGANITAS ›por afa
“. Un borracho se abrazaba a un poste y tiraba de él hacia arriba.”. “¡Sale! -lo oí pujar yo, de sudor el rostro lleno. En seguida se oyó un trueno. Dijo el ebrio: “¡Al fin salió!”


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