miércoles, 01 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: 3 de poder
3 de poder
2016-05-13 | 07:38:08
A la profesora y al doctor; sin ellos no
habría nada.
En el banco, en el aeropuerto, el expendio
de pan o la oficina de recaudación
municipal. En el kiosco de venta de periódico
o de boletos para un concierto.
En los pasaportes, la oficialía de partes o
la peluquería. En el salón de clases entre
alumnos, con el maestro.
Sí. Allí, omnipresente está el fantasma
de los tres minutos de placer que otorga
el poder sobre otro individuo que en ese
momento no es nadie, no es nada, si la
voluntad del guardia, custodio, oficial,
vendedor, servidor público o administrador
que tiene en sus manos una porción
tangible de su destino, patrimonio, o
salud mental.
-Uy joven, no se va a poder... Pero, verá
usted, no es un tema mío (vaya usted a
creer), es un tema de protocolos y procedimientos
a los que nuestra integridad
nos obliga a permanecer apegados...
-traducción: ya se jodió y me importa lo
mismo que el precio de un pimiento en
el mercado sobre ruedas-.
Una de las constantes manifestaciones
en la conducta humana es el regodeo
particular cuando le toca a un determinado
individuo poseer esos proverbiales y
sabrosos tres minutos de poder, en los que
puede, de manera absoluta y descarada,
evidenciar a cualquiera que esté frente
a si, que es tan esencial en ese momento
de la vida, por tres minutos, que merece
la pena incluso encajar una caravana,
una reverencia, un acto circense de
complacencia.
La oportunidad se genera en múltiples
circunstancias y en la mayoría de
las culturas del planeta. Es una de esas
coyunturas de la vida de las personas
que generan, imagino yo, una suerte
de anécdota familiar que se repetirá
indefectiblemente por años y años, en
comidas de domingos, en los desayunos
familiares de los festejos sosos del día de
la madre, el padre y hasta los inefables
valentines.
Piensa por un momento la última vez
que sacaste tu pasaporte, o que llegaste
rayando al banco para cambiar un cheque
y hacer un pago el día de su vencimiento.
O que me dices del individuo que se queda
a la mitad del paso en el semáforo a
sabiendas que estorbará y creará un nudo
vehicular. El del sello de migración -es
impresentable-, el del filtro de seguridad
que trabaja más lento a medida que le
explicas que perderás el avión.
Siempre hay niveles y proporciones,
y esos tres minutos de pronto se vuelven
periodos legislativos, trienios municipales,
sexenios en su figura máxima. Están
los de los hospitales y las salas funerarias.
Por aquí no pasas, y más allá de que el
hecho mismo de limitarte, obstaculizarte
o retrasarte no reporte en apariencia
utilidad alguna o beneficio particular al
sujeto que oficia de semi dios terrenal en
esa particular coyuntura, lo hace por el
placer de ser, por la malsana satisfacción
de sentir importancia y de poder alterar
el rumbo de tu destino.
Claro que no le da nada, excepto ese
placer enfermizo de tomar revancha por
todas aquellas veces que alguien le dijo
que no, de extasiarse al saberse indispensable,
de verte a ti la cara de frustración,
en esos 3 de poder. Vaya, por el puritito
placer de joder.
Twitter: @avillalva_
Facebook: Alfonso Villalva P.


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