domingo, 28 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
De políticas y cosas peores
2016-05-23 | 09:52:23
El señor se inquietó al ver el desnudo que
el joven pintor presentó en su exposición,
pues parecía un retrato de su esposa. Le
preguntó, ceñudo, a la mujer: “¿No habrás
posado para ese cuadro?”. “Claro que no
-respondió ella, nerviosa-. Debe haberlo
pintado de memoria”...
Doña Gorgolota pidió en el laboratorio
de análisis químicos: “Quiero que me
analicen este pastel. Es un regalo de mi
yerno”...
El maestro interrogó a Pepito: “¿Qué
es un círculo?”. Arriesgó el muchachillo:
“¿Un noble inglés cobarde?”...
Nalgarina le preguntó al doctor Ken
Hossana: “¿Se verá mucho la cicatriz de
la operación que me hizo en la parte interior
del muslo?”. Contestó el facultativo:
“Eso, señora, dependerá enteramente
de usted”...
Envidio insanamente a los aficionados
al futbol. Son devotos de una religión
ante la cual soy irredento ateo. Su equipo
es para ellos como un dios del que
son fanáticos y a cuya fe se entregan sin
ninguna condición.
“¡Con el Atlas, aunque gane!” -proclaman
los leales seguidores de esa escuadra.
Yo no sé nada de futbol, lo cual
me pone con frecuencia al margen de la
sociedad. Me preguntan: “¿Qué te pareció
el partido Chivas-Pumas?”, y es como si
me preguntaran acerca de la cosmología
cuántica de Hawking.
Sé que en el mundo del deporte el
futbol es el deporte del mundo. Ese conocimiento,
sin embargo, no me lleva a
interesarme por la final de los mil campeonatos,
copas, premios, torneos, ligas y
liguillas que inventan los promotores del
juego para dar de comer a la televisión y
de beber a los aficionados.
Reconozco, sin embargo, que el futbol
desempeña un importante rol social que
todos los mexicanos deberíamos agradecer.
En efecto, de no ser por ese juego, por
las remesas que nuestros paisanos en
Estados Unidos envían a sus familiares,
y por los subsidios de todo orden y desorden
que el gobierno entrega al campo
y a los campesinos, ya habría habido
una revolución en el país, con todas las
consecuencias que una guerra civil puede
traer consigo, mayores algunas veces
que los efectos de una de las frecuentes
sarracinas que se producen en los estadios
de futbol.
El que dentro de ellos hace la ola no
hará olas afuera. ¿Quién se acuerda de
la corrupción, la inseguridad, la pobreza
o la impunidad cuando está por jugarse
el partido final de la Copa de Copas?
No caeré en el resobado estereotipo que
habla de pan y circo, ni diré a la manera
comunista -lejos de mí tan temeraria
idea- que el futbol es el opio del pueblo.
Le daré gracias a ese juego por dar a
incontables mexicanos una razón para
vivir; un sentido de identidad o pertenencia
que se muestra en esas camisetas
compradas a precio de oro con mengua
de la despensa familiar, y que convierten
a quienes las llevan en anunciantes gratuitos
de un pan o una cerveza.
Le agradeceré al futbol también que
sea para muchos un modo de escapar,
siquiera sea por 90 minutos, de su penosa
realidad, y una manera de desfogar sus
iras y frustraciones mentándole la madre
al árbitro, a los jugadores del otro equipo
o al técnico del propio. Por todo eso
mostraré agradecimiento. Y diré luego:
voy Rayados.
Don Algón le comentó a su secretaria
Rosibel: “El negocio anda muy f lojo”.
Sugirió ella: “¿Por qué no toma Viagra?...
El dueño del restorán le dijo al chef:
“Si les pones a las albóndigas un nombre
exótico podré subirles 40 pesos más”...
El repartidor de pan fue a dejar un
entrego a domicilio. Lo recibió una escultural
señora vestida sólo con vaporoso
negligé. Tomó la mujer el pan y le preguntó
al muchacho:
“¿Cuánto tiempo
tarda en ponerse
duro?”. Respondió
el chico respirando
agitadamente: “Ya lo
estoy, señora”. FIN.


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