viernes, 10 de mayo del 2024
 
Por Jant Segovia
Columna: Las mentiras del poder
Las ratas del castillo
2016-07-14 | 08:49:18
Hubo una vez la mitad de un pueblo adormilado, que hartos de una demencial guerra iniciada por un sociópata con ansias de protagonismo, que había bañado de sangre las tierras de aquel antes casi pacífico reino, votó por darle las llaves del poder a un carismático tupé, que, con gran desparpajo les decía: “Te lo firmo y te lo cumplo”. ¿Y qué creen? Todos cayeron rendidos a sus pies, y le entregaron las llaves de la fortaleza, que cuenta con treinta y una amplísimas recamaras, gobernadas estas por unos exquisitos aposentadores reales, que entre algunos de sus privilegios cuentan con hacer en ellas lo que se les pegue la gana, hasta el punto de poder defecar en el suelo, y limpiarse con las finas cortinas de terciopelo, que año tras año desde el salón principal, les envía SM. Se nos olvidaba comentarles que este hermoso castillo también cuenta con un amplísimo salón recibidor, que siempre había sido el orgullo del encargado de turno, ya que albergaba una somnífera Catedral, desde la que siglo tras siglo se habían dictado y acatado leyes tan magníficas y excelsas para los tiempos que corren, como el prohibir la entrada a los templos con minifaldas, o escotes pronunciados a las mujeres. (Eso sí, los hombres quedaban exentos de tan recatada idea, quizás por aquello de los bellos en las patotas, y pechos estilo Arnold Schwarzenegger) También se les prohibía (desde ese centro de infinitos conocimientos) a los ciudadanos votar por partidos que tuvieran la melífica idea de permitir la unión entre ciudadanos del mismo sexo, en alusión a la orden dictada por SM Henry I. pero aparte de estas minucias, ¡todo bien, para un feudo que es laico! También hay que recordar que dicho salón-recibidor era tan inmenso, que hasta barajeaban una novedosa idea: Poner en práctica un invento al que llamarían Metro, pero algunos pensaron que a lo mejor se robaban el dinero, y ante las dudas… mejor “no meneallo”, no fuera la de malas, dentro de un reino que no conocía la corrupción. El mencionado castillo estaba rodeado de bosques frondosos, cuyos árboles les servían de combustible, pero fue tal la explotación, y falta de previsión para el futuro que le dieron en la madre, y pronto dependieron de sus vecinos los güeros que los odiaban a muerte, pero los mantenían como reservorio de esclavos, por aquello de si exterminaban a los negros que años antes habían importado de África, y que ahora se les ponían al tú por tú. Total, que estos cuates terminaron (como siempre) dependiendo de los vecinos güeritos, que se los traían marcando el paso. Mientras tanto a SM, en el feudo se les salieron todos los pollos de la canasta, y cuando se quiso dar cuenta era un pollerío suelto, que “pa su uta madre”. Es más, llegaron a cerrarle los caminos y dejar incomunicados a parte de las 31 racamarotas, teniéndoles que “mandar” los víveres por vía área. O sea: Por catapultas. Así las cosas. ¡Fíjese usted! Hubo malandrines como el encargado del dormitorio apodado “La Silla”, que junto a su papito del alma robaron lo que
quisieron, y quien lo sucedió muy “broncamente” prometió meterlos a la cárcel, pero naranjas de la china. La banda delincuencial que acompañaba a tan augusto señor, se las sabe, de todas, todas. Igual pasó en el ala del sureste del castillote, cuyo elegante regente creó “ventanas fantasmas”, para de esa santa y original manera robarse hasta los clavos, y regalar muebles (el les llamaba inmuebles) que no eran de su propiedad, sino del feudo. Pero eso sí: Ante cualquier eventualidad, (y aconsejado por su jefe de guardias, al que el pueblo no bajaba de hampón) se sentía más que arropado, al estar protegido por guardias entrenados en lo que más tarde (allá por el siglo XXI) sería Israel. Todo con cargo al erario. Aunque eso sí: Lo que no tenia cargo al erario eran los asesinatos. Si alguien se oponía a sus pensamientos y veleidades, tenía asegurado el regalo de un trozo de tierra (eso sí, algo pequeño) de 2 por un metro de ancho. Y así todos contentos, para que la mata siguiera “dando”. Quien lo sucederá, asegura que le tiene reservada una cómoda mazmorra, pero como de una forma u otra todos pertenecen a la misma familia, pues… ¿quién sabe? Y la muestra del penúltimo botón del catálogo lo encontramos en la “Olla de culebras”, (traducción del Maya), quien rodeado de las cabezas más lúcidas del crimen organizado, hizo y deshizo a su antojo, robando todo lo que tenía a su alcance, comenzando por tierras, casas, “posadas” y cuentas bancarias, sin que nadie se percatara de “nada”, a pesar de haber publicado (los agredidos) desplegados dentro del dormitorio de “las culebras”, y hasta a nivel “castillo” dirigido a SM Henry I, (el 29 de mayo del 2014 en las páginas del Universal) quien dentro de su embeleso, hasta ahora parece venir a enterarse de “algo” de este desastre con tintes internacionales, ante las reclamaciones de países como Francia, Italia y Portugal. Lo cierto es que este engomado señor dejará su reinado con un adeudo per cápita de 2,5 veces más, (anualmente) de lo que su “dormitorio” recibe de las arcas reales, producto de los impuestos. Y que sepamos la omisión de un delito no exime de la complicidad con quien lo lleva a cabo, y está castigado con cárcel. Pero como este “Castillo” es tan raro, seguro que los encargados del Santo Oficio buscarán cualquier estratagema, para no mandar a la sombra a ninguno de sus pares. Pero veamos que nos traen de nuevo Don Quijote y Sancho: Sancho: Oye mi señor, mucho escándalo con el robo descarado de los dineros, pero, ¿los asesinatos quedarán impunes? Don Quijote: SM Henry I, mi querido Sancho, está actuando en contra de su voluntad. Tan solo esta maquillando las situaciones que ya sabía. ¿A poco crees que va a “desenterrar” casos como el de Regina Martínez, y los cientos de muertos, desaparecidos y fosas clandestinas? Según dijo en el caso Ayotzinapa, ya hay que darle vuelta a la página. Como no son de su familia, les importa un rábano. Sancho: ¡Ah!, chingaos, chingaos, chingaos.
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