martes, 07 de mayo del 2024
 
Por Yuriria Sierra
Columna: Hillary, la estadista
2016-07-31 | 09:51:28
De ganar en noviembre próximo, Hillary Clinton sería la gran estadista que quedaría en el mundo. Actualmente sólo tenemos dos: Barack Obama y Angela Merkel, pero ambos están ya de salida. Y hoy, más que nunca, el mundo requiere de hombres y mujeres de Estado, que entiendan cuál es la manera en que se debe ejercer el poder, y a partir de ahí formar gobiernos capaces de trabajar no sólo para cubrir las reales necesidades de los pueblos que gobiernan, sino para construir puentes con el resto de los países del mundo y afrontar conjuntamente los retos inéditos de este periodo histórico.

Hillary también será parte de este grupo de personajes tan escasos (ya casi inexistentes), pero tan necesarios en nuestro planeta, éste que se encuentra en la antesala del horror.

Eso me quedó claro el jueves por la noche cuando la escuché por televisión dando su primer discurso como candidata a la Presidencia de Estados Unidos. No fue un discurso de grandes destellos retóricos, fue un discurso de diagnóstico y de diferenciación programática frente al terrible oponente que tendrá en los próximos tres meses: Donald Trump. Ese peligro para EU; ese peligro para el mundo. Hillary entiende lo que Trump ni siquiera ve pasar. En estos tiempos, lo que menos necesitamos son payasos, demagogos o porros de ninguna especie.

Hillary Clinton dio el mensaje en el tono y en las direcciones correctas, con hilvanado brillante. Habló de manera estratégica para la derecha, para la izquierda, para el centro.

Reviró el mensaje de Trump no con la provocación barata y la estridencia vulgar que hoy son marca del candidato republicano, sino con frases contundentes que reflejan esa visión de la mujer de Estado de Clinton: “No construiremos un muro: construiremos un futuro para los miles de inmigrantes en nuestra nación (...) Una Reforma Migratoria haría crecer nuestra economía y mantendría juntas a familias, y eso es lo que debemos hacer (...) Trump quiere que temamos al futuro y que nos temamos mutuamente (...) Imagínenlo en el Salón Oval enfrentando una crisis real.

Un hombre que muerde el anzuelo con un tuit no es un hombre al que podamos confiarle las armas nucleares (...) No crean en alguien que dice que puede arreglar los problemas del país solo: miente (...) ¿No se está olvidando —Trump— de los soldados en el frente, de los policías y bomberos y enfermeras que nos cuidan? (...) Los estadunidenses no dicen yo puedo arreglarlo solo.

Decimos: lo podemos arreglar juntos (...) Estados Unidos está nuevamente ante un momento decisivo. Fuerzas poderosas amenazan dividirnos. Los lazos de confianza y respeto están rompiéndose (…) Debemos decidir si vamos a trabajar juntos para poder crecer todos juntos”.

Clinton logró emocionar a una audiencia que incluso para quienes la vimos por televisión se sintió identificada con las palabras que escuchó. Ésa era también la intención, decían analistas previo al mensaje: los demócratas quieren humanizar a Hillary para volverla una candidata mucho más competitiva.

Sabemos que la contienda pinta complicada y que mucho —o más bien casi todo— de donde se sostiene la candidatura de Trump es esa capacidad para dar espectáculo, algo que Clinton no hace. Ella no es una show woman, sino una mujer que entiende lo que representa el Estado. Ahí están los discursos de ambos para comprobarlo.

Qué emocionante verla como candidata. Qué necesaria su figura frente al país cuya economía es todavía la más importante del mundo. Qué importante será verla convertida en la próxima cabeza al frente de la Casa Blanca. Aquí hemos escrito sobre los riesgos evidentes y hasta los que no pensaríamos que existen con Trump como Presidente.

Ella, al contrario, puede convertirse en el faro que el mundo necesitará en tiempos sumamente complicados. Todo lo que a Hillary le falta de ese carisma histriónico tan típico de las democracias mediatizadas, le sobra de neuronas, de conocimiento y de preparación.

Y lo que su país y el mundo necesitan es justamente eso, no el espectáculo de un hombre que entiende al mundo y a los seres humanos como los entendió cuando condujo su propio reality show.


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