2016-09-20 | 21:22:15

Un gobernador honesto, honesto

Es todo un paquete el que le dejaron a Raúl Ramos Vicarte, director del Registro Público de la Propiedad, indagar cuántos inmuebles ya sean terrenos, casas o edificios que estén a nombre del gobernador Javier Duarte de Ochoa o del electo Miguel Ángel Yunes Linares.
Es una tarea titánica porque de antemano, los políticos que utilizan recursos públicos para poseer estas propiedades utilizan a prestanombres o familiares no muy cercanos, donde de antemano ante notario público se comprometen a regresarlas pasado el tiempo y no se corre el riesgo de ser incautadas o mostradas como pruebas irrefutables del desvío de recursos públicos y del enriquecimiento ilícito.
Ocultar o disfrazar quién es el verdadero dueño es un viejo oficio, que se ejerce desde que nació el PRI. Dentro de los funcionarios públicos no hay quien se salve de no haber robado o defraudado de alguna forma en su quehacer como servidor de la sociedad. Dentro del gremio periodístico de la ciudad de México se recuerda al gobernador de San Luis Potosí, Francisco Martínez de la Vega, quien al dejar su cargo, se tuvo que hacer entre sus amigos una colecta para comprarle un coche, ya que el que poseía como ejecutivo estatal, que era un Mercedes Benz, lo regresó ya que dicho vehículo se había comprado para uso del gobernante y él al dejar de ser le pertenecía al sucesor.
Por más que se le insistió que se lo llevara, ya que se pensaba comprar otro nuevo para el que entraba. Su honestidad se lo prohibía.
Es más, el presidente López Mateos le ofreció la dirección de Pemex y no la aceptó con el argumento que desconocía esa labor.
El mandatario le dijo que ningún director sabía como operaba la principal paraestatal del país, pero siguió la negativa de Martínez de la Vega, editorialista de la Revista Siempre, imperó su honradez consigo mismo.

La prepotencia del funcionario

Ahora que viene el cambio de gobierno debería ser obligatorio un curso de humildad. El problema más grave de los que ejercen el poder es el creer, que al ser autoridades poseen hasta el permiso del uso de la violencia. La creencia de esa discutible legitimidad puede dar origen a la utilización de otros medios para ejercer el poder.
El concepto es totalmente diferente, son prepotentes que hacen uso es del reprobable autoritarismo. Son funcionarios que privilegian el aspecto del mando y menosprecian el modo del consenso.
La falta de conocimiento de las reglas que tienen las autoridades sobre lo que pueden hacer de acuerdo a normas y leyes, que por lo regular las ignoran y suponen que el nombramiento que les dieron les da margen a violar los conceptos de igualdad que tienen derecho todos los seres humanos.
Es fácil conocer a estas gentes autoritarias quienes se caracterizan por su servilismo esmerado hacia sus superiores. Son especialistas en la adulación a todos los que detentan fuerza y poder. Tienen una singular disposición a la arrogancia y al desprecio a los inferiores jerárquicos y en general a todos los que están privados de un puesto público, es decir, al ciudadano común y corriente.