martes, 04 de junio del 2024
 
Por Gaudencio García
Columna: Plana Mayor
Plana Mayor
2016-10-02 | 11:44:32
Adiós a los prirruris. Con la histórica e inédita suspensión de los derechos partidistas de la cúpula nacional del PRI al impetuoso gobernador cleptócrata Javier Duarte, por los escándalos de corrupción que está involucrado él y su principal círculo incondicional que lo arropa, se da un paso para desterrar los prirruris de la clase política priista.

El “Duartegate” de alguna manera impacta en los prirruris que se multiplicaron como una plaga durante el gobierno polémico de Javier Duarte en la mayoría de los 212 ayuntamientos del estado, diputaciones locales y federales que aún permanecen en el poder público y popular. Pero a la Federación le tiene sin cuidado el suplicio que sufren los veracruzanos.

Con Duarte el PRI se sacó la espina que provocó y ha provocado el mayor descrédito y sevicia para el tricolor y los servidores públicos emanados de ese instituto político. En este escenario es reprobable que tanto la cúpula estatal y nacional del PRI no ejerzan un auténtico contrapeso a las decisiones que toman munícipes, diputados locales, federales, senadores, el gobernador en turno o el propio presidente de la República.

En el caso de Veracruz, no es posible que avalen a los alcaldes “chambones” desde el Pánuco hasta el Tonalá. Un caso ejemplar, es Xalapa con el prirruris Américo Zúñiga Martínez. Los dineros públicos asignados para modernizar y darle mantenimiento a la infraestructura urbana de la capital del estado, los ejerce con mezquin¬dad y para publicitar el culto a la personalidad.

Lo mismo sucede en Veracruz puerto con Ramón Poo Gil, hijo del defenestrado exsecretario Dantista de Sefiplan, Gerardo Poo Ulibarri, que en Coatzacoalcos con Joaquín Caballero Rosiñol.

Las principales calles y avenidas periféricas, parques públicos, drenajes y alcantarillas que circundan en las entradas Xalapa-México, Xalapa-Veracruz, Xalapa-Coatepec y Xalapa-Naolinco, son un cochinero y en la noche se convierten en una cueva de lobos: hoyancos que son auténticos cráteres lunares, atarjeas colapsa¬das, basura apilada a cualquier hora del día, tramos de calles y avenidas sin luz, parques públicos y puentes peatonales abandonados y en la penumbra.

¿Qué le hace al presupuesto anual? En tres años que está por cumplir el munícipe priista no hay obras sociales que sean un referente nacional. Es un desdoro que en Xalapa se construyan obras de remendón y, sobre todo, que el prirruris solo se dedique a construir obras de relumbrón para lucimiento personal con dinero público.

No es posible que la avenida Xalapa y 20 de Noviembre que comunican al centro capitalino, por las noches, en algunos tramos, se convierta en tierra fértil para la delincuencia. Y lo deplorable que los principales parques de Xalapa estén en el abandono y cerrados como es el caso de El Centenario.

El epílogo. El alcalde sufre de los mismos síndromes que afectan a su gobernador Javier Duarte.

Los dineros públicos son para hacer obras en los suburbios, pero también para modernizar, aplicar criterios con la política de “movilidad urbana” y no para complicar el tráfico vial, estrangulando las principales calles y avenidas. Las obras son tan pobres como la actitud del munícipe que se encuentra rodeado de su horda juvenil, los conversos. Padece, entre otros, del síndrome del crustáceo.
Es el espejo de los desplantes, soberbia y pérdida de piso como actúa el joven Duarte, un gobierno cleptócrata que desfondó y causó el estado disfuncional en Veracruz. Los alcaldes gobiernan con sentido patrimonialista. El gobierno duartista fue el impulsor de Américo Zúñiga, evidentemente mediante el apoyo de su padre, el extinto Guillermo Zúñiga Martínez, y de más de un centenar de prirruris, que hoy curiosamente le han dado la espalda.

Le han clavado la daga. ¿Acaso tú también Américo?

Duarte, que se ha caracterizado por personificar en buena medida al épico rey ‘Midas’, contaminó a la clase política veracruzana prostituyéndola y degradándola como no lo había hecho gobernador alguno en la historia de Veracruz-junto con su maestro Fidel Herrera, el padre de la corrupción-, va en picada libre. Los alcaldes son corresponsables del desastre social y del deterioro de la credibilidad popular.

Los aciertos duartistas del sexenio los cuentan su cofradía y su burbuja incondicional de vasallos, verbigracia su fiel escudero Alberto Silva Ramos y vocero oficial, que se desviven por defender lo indefendible, pero están a la vista los agravios de una sociedad civil y ciudadanos de a pie, lastimada por la frivolidad, egocentrismo, asimetría y reduccionismo del gobernador JDO, la mayoría de los alcaldes, diputados locales y federales y magistrados del Poder Judicial.

Sus oscuros, más que sus claros, han rayado más allá del cinismo y su desafío a Los Pinos, PGR y Congreso de la Unión, sabedor de que la lluvia de acusaciones de la sociedad civil no amerita el guante de la justicia porque el gobierno duartista tiene medido con el puño cleptocrático a cualquier adversario que se le enfrente, incluyendo al propio presidente Peña Nieto.

Contaminó a la mayoría de los munícipes con su patología de corrupción al grado que algunos se atrevieron a hipotecar las instalaciones de los palacios municipales. Imitaron a su guía político. Extralimitaron sus funciones, su poder omnímodo. El destino final de los prirruris es el tobogán y el exilio, si bien les va y no pisan la cárcel. ¡Chulada de fichitas!

Comentarios a gau41@hotmail.com


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