lunes, 29 de abril del 2024
 
Por Roberto López Delfín
Columna: Vórtice
¿La corrupción somos todos?
2016-10-04 | 09:05:21
Es un error grave pensar que el problema de nuestros gobernantes es que no comprenden que no han entendido la realidad, pues comprendiéndola perfectamente, la manipulan hoy descarada y exitosamente en perjuicio de las mayorías. Sólo así puede entenderse que el Presidente Enrique Peña Nieto haya señalado reiteradamente que la corrupción es un problema “cultural”, es decir, es tan mexicano como el fervor por Virgen de Guadalupe, señalando la semana pasada al inaugurar la “Semana de la Transparencia”, en la sede del Instituto Nacional encargado de prevenir las corruptelas y la opacidad, que “la corrupción está presente en todos los ámbitos de la sociedad” y que “no hay quien pueda atreverse a arrojar la primera piedra”(sic) para combatirla. ¿Será que el Presidente se cree Jesucristo al parafrasear sus palabras en ocasión del eventual linchamiento de una adultera? Si vivimos en un institucional Estado de Derecho pagado por nuestros impuestos ¿Por qué nadie podría lanzar contra la corrupción la primera piedra para condenarla sí existen un Poder judicial y una Procuraduría General de Justicia –o equivalente- tanto en la Federación como en las 32 entidades federativas? El discurso presidencial sobre el combate a la corrupción va más allá del abuso de una parábola bíblica que descalifica la aplicación estricta de la Ley, es un acto de descarnado cinismo que en su exceso, ilumina una serie de realidades como las reveladas por la “Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2016”, dada a conocer hace unos días por el INEGI: el 72.3% de los mexicanos se sienten vulnerables a la inseguridad y consideran que pueden ser víctimas de un acto violento no provocado; en un tercio de los 95,810 hogares en que se realizó la encuesta había al menos una víctima de algún delito cometido el año pasado; el 92.1% de nuestros conciudadanos no denunciaron los delitos de que fueron víctimas por considerar que no remediarían en forma alguna su situación y; se calculó que la delincuencia genera entre la población –cuando menos- un gasto equivalente a 215,000 millones de pesos (sin contar la corrupción cometida por miembros de los 3 niveles de gobierno). Vivimos en un País gobernado por una clase política inmoral, dispendiosa y corrupta que para asegurar su impunidad, se burla de nosotros endilgándonos a todos y cada uno de los mexicanos participar en “su cultura” de la corrupción, descalificándonos para combatir sus actos de saqueo, fraude, mentira, simulación e incapacidad que han hecho posible que nuestro País se encuentre en la lastimosa condición en que se encuentra: 30 mil desaparecidos en lo que va del sexenio; una devaluación monetaria, una crisis económica degradante de la calidad de vida; una guerra contra el crimen organizado perdiéndose todos los días, no obstante se incrementan sus víctimas y; una burocracia partidocrática de gobernantes que se pretende y presenta como bienhechores, no obstante, lo único que
de verdad le importa son sus privilegios ilegales, desproporcionados y/o injustos. No caigamos en la trampa de pensar que en la mente del Presidente de la República o de sus colaboradores, ellos no saben que han cometido delitos. Ahí están las inexplicables multiplicaciones de sus patrimonios; las casas blancas; la osadía perversa de esa generación política sexenal, esa nueva camada de sibaritas y bon vivants, que antes de llegar al poder no habían realizado ningún negocio, ni destacado profesionalmente. Pero a fin de negar lo evidente, el Presidente de la República ha afirmado que somos un pueblo corrupto, por lo que sus “faltas” son menores y ningun mexicano puede exigir a EPN que cumpla y haga cumplir la Constitución y nuestras leyes. ¿De veras? ¿Nuestras tiernas madrecitas no son otra cosa que una mafia corrupta? ¿Las víctimas de violaciones, homicidios, desapariciones, robos y secuestros son una bola de corruptos que están pagando el precio de sus malas acciones, compañías y su tolerancia a la corrupción? ¿Aquellos que viven en la miseria pagan el mal karma de sus decisiones culturalmente corruptoras?. Lo que de verdad acontece es la desvergonzada quiebra moral de nuestros gobernantes. La realidad es que nuestra clase política, caracterizada generalmente por la soberbia, insensibilidad e ignorancia, ante la imposibilidad de ocultar y castigar los crímenes que comete cotidianamente en el ejercicio del poder nos atribuye a todos los mexicanos sus más conspicuos defectos para tratar –patéticamente- de pasar como “un mexicano más” y quedar impunes de sus delitos, nepotismos y demás corruptelas por todos intuidas, pero hoy por hoy –en la sociedad de la información- imposibles de ocultar. El medio y el mensaje son ominosos. Su sentido descalifica cualquier persecución judicial contra servidores públicos, gobernadores y munícipes –muy señaladamente de PRI, pero en realidad de todos los partidos políticos- que ante la opinión pública han usado el poder como arma arrojadiza contra adversarios, críticos y periodistas que denuncian sus tropelías. Se ha insultado de “corruptas” a todas las personas e instituciones nacionales tangibles e intangibles, como la amistad, el amor, la familia y cada una de nuestras comunidades. Está claro. Para la generalidad de los políticos profesionales, México es “corrupto” por lo que ellos hacen con el poder, influencia y presupuesto gubernamentales; es integrarse a la “cultura” nacional, por lo que sus actos no son reprensibles. Por ello, en nuestra Patria y en Veracruz no hay políticos encarcelados. El problema no es que no entiendan, que no comprenden las consecuencias y gravedad de sus actos, el problema está en que sus delitos y los de los miembros de la clase política los tiene indiferentes. Mejor que ningún político sea justamente castigado, pues esa impunidad generalizada beneficiará por igual a todos los malos gobernantes del pasado, presente y futuro, por malos y criminales que sean.


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