2016-11-03 | 09:25:30

Fue un miércoles al mediodía.
A pleno sol boqueño.
El trajín cotidiano se interrumpe.
De pronto, cuatro camionetas
blindadas distraen las actividades
de quienes habitan la Torre Santa
María, en Mocambo.
Elementos de seguridad bajan
presurosos de modernas y lujosas
Suburbans.
Se identifican y solicitan acceso
para realizar una inspección.
Se posesionan del elevador de la
torre 2 en busca de una persona que
habita el departamento 803.
Tocan nerviosos y de manera insistente
el timbre de la puerta.
Repiten la acción.
Ésta se abre lentamente.
Aparece el rostro de una señora
de tez blanca y ojos claros.
Está sorprendida.
Frunce el ceño en señal de preocupación.
No identifica a los guaruras quienes
le piden los acompañe.
Todo en ella es terror y horror.
Le comunican que es una instrucción
de su hijo.
Temblorosa e incrédula intenta
cerrar la puerta.
Ellos no lo permiten.
¡Nos la vamos a llevar!
Ella, desesperada grita: “me quieren
secuestrar”, “me quieren secuestrar”.
Pide ayuda.
Le insisten: no señora, es por su
bien.
¡Nos la vamos a llevar!
¡Es una orden de su hijo!
La situación política está del carajo.
Espero nos entienda.
Se hacen de palabras.
Ella finalmente accede y alcanza
a llevarse varias maletas.
Piensa lo peor.
Bajan por el elevador hacia el estacionamiento
de la torre 2.
Se pierden en el acalorado día con
destino desconocido.
Dos días después arriban al mismo
lugar patrullas de la PGR en busca de
la señora de tez blanca y ojos claros.
¡Ni el polvo!
A esa hora ella reposa sedada en
el refugio que su hijo “Caremo” seleccionó
para protegerla.
¡El pitazo fue efectivo!
Evitó su detención por la fuerza
federal.
Ella fue involucrada por su poderoso
hijo en operaciones fraudulentas.
Jamás imaginó las graves consecuencias
de los hechos.
Ahora, sin tener vela en el entierro,
es investigada por la PGR y podría
pisar la cárcel.
Su delito: haber confiado en su
hijo voraz quien abusando del poder
y dinero del pueblo, le dio la alegría
de su vida.
Seguridad económica, joyas, inmuebles,
viajes y dinero.
La señora de tez blanca y ojos
claros echó en el olvido sus intensos
años de trabajo y tristeza.
Ahora está angustiada. Llora de
rabia y vergüenza por tener un hijo
ladrón.
No sabe qué futuro le espera.
Su hijo “Caremo”, en desgracia
política.
Se le acusa de enriquecimiento
ilícito, peculado, delincuencia organizada
y lavado de dinero.
Es un prófugo de la justicia.
Todos los descendientes directos
de la señora, están implicados en
negocios turbios.
Su nuera es señalada de ser el poder
tras el trono y “operar” el quebranto
económico de Veracruz.
Sus consuegros son acusados por
delitos fiscales, financieros y lavado
de dinero.
Las autoridades federales congelaron
sus cuentas bancarias en México
y el extranjero.
Su mansión de Coatzacoalcos es
vigilada por elementos federales
equipados con tecnología sofisticada
para detectar llamadas telefónicas.
No pueden salir del país.
Sus nietos están tristes.
Sufren las consecuencias de esta
terrible tragedia.
No asisten a clases.
Extrañan a sus amigos.
Solo ven caricaturas.
Pagan injustamente las fechorías
de su otrora poderosa familia.
Sus padres, están enloquecidos.
Presos de terror.
Eso sí, lo bailado, nadie se los
quita.
Poder, dinero, mansiones, amantes,
viajes, yates y el glamour de la
vida.
Sus amigos cercanos que convivieron
el poder y la fama, los abandonaron.
Aquellos asesores procedentes
de CDMX (Kike, Pepe y Rubén) con
sueldos de 1 y 2 millones de pesos
mensuales, se hicieron ojo de hormiga.
Agarraron camino. Se alejaron
de los ahora repudiados personajes.
Hoy el departamento 803 de la Torre
Santa María permanece cerrado.
Solo los escoltas asignados a la
señora de tez blanca y ojos claros,
acuden cada vez que pueden para
corroborar que todo esté en orden.
Solo un hijo perverso y loco puede
enlodar a su madre en negocios sucios
que ponen en riesgo su libertad.
Concluyó la gloria.
Viene el infierno.