Por Armando Fuentes Aguirre
Columna: Mirador
Mirador
2016-11-21 |
13:23:17
Ésta es una historia triste. La oí una vez, de niño, y desde entonces me acompaña. Hoy me pidió que la contara.
Mis tías tenían una amiga a quien le decían la Nena. No se casó; no tenía padres ni hermanos. Su única compañía era un perico. El pajarero que se lo vendió le aseguró que el loro era muy hablador. El hablador era el pajarero: por mucho que la pobre mujer se esforzó no pudo conseguir jamás que el pajarraco dijera lo que ella anhelaba que dijera: Nena.
Un día la señorita se murió. Cuando los hombres de la funeraria iban sacando su cadáver el perico rompió en gritos desesperados: “¡Nena! ¡Nena!”.
Mis tías se llevaron el loro a su casa. Ya no volvió a hablar. Ellas le repetían una y otra vez: “Nena. Nena.”. Callaba el cotorro; callaba siempre. A los pocos meses se le acabó la vida. Antes de colgar el pico volvió a decir: “¡Nena! ¡Nena!”.
Historia triste es ésta. Es la única historia triste que conozco que trata de un perico.
¡Hasta mañana!...