viernes, 31 de mayo del 2024
 
Por Gaudencio García
Columna: Plana Mayor
Yunes: conciliación para superar la crisis
2016-11-26 | 10:27:34
Estamos en el umbral del cierre del gobierno de la hidra de la corrupción, conocido popularmente como el Duartegate, pero el gobierno interino de Flavino Ríos Alvarado se ha caracterizado en 43 días con el síndrome del Pinocho. Vive en la entelequia, en la monserga, en el error y el horror.
Está visto que las altas esferas de Los Pinos les importa un bledo que Veracruz esté en llamas coloquialmente, porque zorrunamente dejaron que la irritación y el encono social creciera por el quebranto patrimonial del gobierno duartista flavinista, para entrar al rescate al cuarto para las doce a la entrada del gobierno de la transición.
Así paga la Federación, Los Pinos, el presidente EPN a los veracruzanos que depositaron su voto por él en 2012. La lealtad del hoy prófugo de la justicia, Javier Duarte, hacia Peña Nieto, es un quid entre ellos, pero que no se lleven entre las patas del lodazal el patrimonio, el erario público de los veracruzanos. No se vale.
Nos dejaron en la ruina. Eso encabrita a cualquiera. Y todavía se pone rejego el primer círculo de Los Pinos con el rescate para Veracruz y una decena de entidades en transición que viven igual o peor la calamidad social que dejaron los gobernadores salientes. Fueron los correligionarios de EPN, ejemplo de la “nueva generación de priistas” los que quebraron las arcas de los estados.
La clase política de Veracruz vive el peor descrédito de la historia contemporánea. Jamás se había visto tanta, pero tanta trapacería, un fango de corrupción de un gobernador, hoy a salto de mata con su cónyuge Karime Macías, coautora del Duartegate. Es obvio que Flavino Ríos, exsecretario de Gobierno, es tapadera de Duarte, por más ingenuidad que asuma, no se explica uno cómo es que no sabía de los trastupijes de su jefe.
No sólo es ruin y bajuno, el gobernador interino, con los sectores sociales que les adeuda salarios, prestaciones, bonificaciones y aguinaldos, sino que pervirtió la credibilidad de lo poco que le quedaba al gobierno, la prostituyó al grado que el reclamo ciudadano se ha convertido en un linchamiento mediático. Se devaluó el discurso oficial.
Curioso es que en esta batalla mediática de incertidumbre, zozobra y suspicacia en la víspera del cierre del telón de la obra disfuncional duartista flavinista —bajo la autoría del genio de Nopaltepec, Fidel Herrera— el gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, no ha sido contundente con su retórica para llamar a la conciliación a sus opositores para superar la crisis sociopolítica-social que enfrenta el estado.
El gobernador neopanista con su aliado, el PRD, por sí solo no podrá superar los vendavales de la crisis profunda económica y moral —los servidores públicos de todos los partidos políticos cargan el peor descrédito del país— que arrastra el estado. Va a necesitar del apoyo de sirios y troyanos.
Necesitará restañar heridas que se abrieron en el fragor de la campaña electoral, crear alianzas y pactos cristalinos, sepultar los sombríos acuerdos bajo los sótanos del poder público y alentar una campaña para restaurar la credibilidad del gobierno, sin dobleces, simulaciones o mensajes mesiánicos. Por ello, ante la congoja y suspicacia de la sociedad civil y ciudadanos de a pie, el gobernador electo debe reconciliarse con sus opositores, por los que no votaron por él, para llevar a buen puerto a Veracruz el bienio que está por alumbrar.
Hasta ahora todos los encuentros que ha sostenido el gobernador interino con sindicalistas oficiales, organismos independientes, jubilados y pensionados, proveedores, empresarios, aseguradoras, agencias de viajes, policías de la SSP y agentes de Tránsito, han resultado un fraude, con verdades a medias y un hartazgo del reclamo popular.
A esta suma de oprobios que han quedado patentes en el Duartegate, hay un agregado como plus lo que “No” dice en público el presidente EPN por las mañanas cuando se despierta con “joder a Veracruz”. No, por obviedad, no lo dice pero se percibe en sus acciones que su siniestra mano empieza a “joder a Veracruz”, porque el rescate financiero lo dejó en la víspera de la conclusión del régimen estatal.
Tuvo el suficiente tiempo del mundo para enviar oxígeno puro para Veracruz, para evitar los primeros signos de ingobernabilidad registrados en diferentes puntos de la geografía veracruzana, que se han estado multiplicando por la falta de pagos a los sectores sociales.
Evadir la transición, mediante el apoyo financiero de la SHCP, y el Duartegate anunciado con anticipación por la Auditoría Superior de la Federación a la que la PGR minimizó, llevó a la sociedad civil y a los ciudadanos de a pie a pagar justos por pecadores. ¿Qué necesidad había?
La ambigüedad de Los Pinos para apoyar en hechos las peticiones de los gobernadores saliente y entrante “jodió” a los veracruzanos que se vieron obligados a tomar medidas radicales para solucionar sus reclamos pecuniarios que no han sido resueltos en su totalidad. No hay que “joder”. Comentarios a gau41@hotmail.com


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