martes, 28 de mayo del 2024
 
Por Roberto López Delfín
Columna: Vórtice
Balance de 10 años de guerra contra el narcotráfico
2016-12-20 | 09:26:32
La derrota, corrupción, degradación de las instituciones gubernamentales; un sostenido y alarmante incremento de la brutalidad, violencia, impunidad e incidencia criminal a raíz de la fragmentación de los cárteles delincuenciales; el fortalecimiento de la “narco economía” y la “narco cultura” y; el incremento del consumo de drogas, especialmente entre los más jóvenes y las mujeres son –de acuerdo a los datos oficiales- el balance de 10 años de una guerra, convocada por el presidente Felipe Calderón Hinojosa (FECALH) apoyado por su familia, partido y seguidores, para apuntalarse en el ejercicio del poder, apenas llegado a la Presidencia de la República de la cual, entre cuestionamientos de fraude electoral, tomó posesión entrando escondido, entre gritos y protestas, ante el Congreso de la Unión. Se comprende que FECALH haya tomado – como otros tantos gobernantes sin escrúpulos de la historia- lanzar a nuestro País a una guerra sin estrategia para unificar a su pueblo en torno a su débil liderazgo. Siempre ha sido mucho más sencillo unificar a una colectividad en contra de algo, que a favor de propuestas concretas. Nadie discute que el Estado de Derecho debe imponerse al costo que sea y los criminales deben ser juzgados y encarcelados sin excepciones ni dilación, pero a 10 años de distancia está clarísimo que FECALH nos comprometió en un conflicto armado que no tiene probabilidades de acabar en una victoria, que ha generado cuando menos 174 mil asesinados, 29 mil desaparecidos y ha costado al Estado Mexicano un millón ochocientos mil millones de pesos (según la Revista Reforma de diciembre de este año) y; que las instituciones nacionales –incluyendo a nuestras valerosas fuerzas armadas- estaban, ni están preparadas para encarar. Fue un error fatal enfocar el problema de las drogas como la prioridad de México y el eje de nuestra relación con Estados Unidos, haciendo de ese conflicto el núcleo de nuestro planteamiento de seguridad nacional, poniéndonos a contracorriente de la realidad y las tendencias internacionales de despenalizar y aún legalizar drogas “blandas” como la mariguana, con legislaciones homologas a las vigentes para otras peligrosas drogas enervantes como el tabaco y el alcohol. La “guerra contra el narcotráfico” declarada hace 10 años, ha cambiado de nombre y se ha intensificado. Nadie tiene idea del costo económico y humano, ni de la estrategia o plazo que nos permitirá salir mal o bien de ella. Su ha consistido básicamente en el decomiso de narcóticos y en la publicitada captura de los capos y líderes regionales de las bandas criminales, que al ver “decapitados” sus liderazgos, diversificaron sus actividades criminales al cobro de derecho de piso, extorsión, secuestro, piratería, tráfico de seres humanos, explotación sexual y homicidios. La estrategia de la hoy llamada “guerra contra el crimen organizado” fue errónea desde su inicio. Significa una década de fracasos, horrores, dolor, masacres, tristeza y justificaciones estúpidas por parte del gobierno primero del PAN y hoy del PRI. Siempre tuvimos –y tenemos el ejemplo de Colombia- por lo que muchos advertimos desde hace más de 10 años el fracaso de la militarización, pues lo previsible al capturar a un capo, es que inmediatamente surgiera quien le substituya, suscitándose múltiples, sangrientas guerras entre los grupos delincuenciales para heredar su liderazgo y territorio. Así ha sido, la captura de quienes producen y
trafican droga no clausurará el narcotráfico mientras exista un creciente mercado para sus productos y, en nuestro pobre País, donde casi no hay generación de empleos, pero si gran incremento poblacional, cada día hay más jóvenes desocupados, que ni estudian ni trabajan, listos a engrosar las filas de la economía informal; del crimen organizado o/y de los adictos a las drogas. Muchos señalamos -hay testimonio publicado de ello- que debíamos avanzar por camino de la despenalización de la mariguana (más del 50% del tráfico ilegal actual) y enfocar el problema de los narcóticos principalmente como un asunto de salud públicas y derechos humanos, como por cierto ha ocurrido en 19 entidades federativas de Estados Unidos, donde de diez años a la fecha, se han despenalizado y/o legalizado exitosamente el consumo de esa droga. Esto es paradójico pues, una de las razones por las que FECALH nos enlistó en esta guerra sin esperanza fueron las “sugerencias” de nuestro poderoso vecino del norte, que por así convenir a sus intereses geopolíticos, engañó señalando que el problema creciente de uso y abuso de drogas se acabaría sí el mercado –o sea ellos- se quedaban sin oferta, por lo que ellos, querían que el conflicto armado se librarse no en sus calles, sino en los territorios donde se sembraba, cosechaba y transportaba. Nuestros gobernantes les han compraron ese cuento a los gringos e iniciamos la hórrida, inhumana guerra que ha despertado lo peor de nosotros –del México bronco- para que ellos, pobrecitos, no se vean seducidos por el maligno influjo de la mercancía que desean consumir. Pero por patético, peligroso y catastrófico que ha sido, lo peor está por venir. No obstante, Enrique Peña Nieto prometió en su campaña un “nuevo enfoque y estrategia” para la “guerra contra la delincuencia organizada” el cambio ha sido tratar de acallar en los medios el número, memoria y alcance de las masacres, desapariciones, secuestros, extorsiones y complicidades que han hecho de nuestro País uno donde la nota roja gana cotidianamente las primeras planas. La militarización ha sido contraproducente y hace unos días el General Secretario de la Defensa Nacional reprochó abiertamente al Gobierno haber lanzado el diciembre del 2006 a las fuerzas armadas a combatir a la delincuencia en las calles, pues ni las policías ni se han depurado, ni se ve para cuándo podrán hacerse cargo de las funciones esenciales para las que han venido siendo creadas, cambiándoles periódicamente denominación. Los que hemos sido víctimas de la impune violencia criminal en estos años sabemos que mucha sangre y dolor deben a México FECALH y EPN. Vemos incrédulos como nadie desde el gobierno ha planteado con seriedad el debate necesario para acabar con esta guerra absurda, en bien de México. Sí, tarde o temprano tendrá México que despenalizar las drogas blandas, pero eso ya no será suficiente, pues ha florecido entre nosotros una exitosa “narco economía” y una “narco cultura” que en canciones, imágenes y aspiraciones promueve un tipo de vida cada vez más atractiva para muchos de nuestros jóvenes, que sin esperanza de un empleo digno y remunerador, sueñan con vivir esplendores, placeres, lujos y excesos en forma muy rápida, dedicándose a actividades fuera de la Ley, entre más crueles, feroces y cínicas, más productivas. En estas condiciones, México no debe permitirse esta guerra estúpida más allá del 2018.


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