2017-01-11 | 15:31:09

La incógnita para muchos mexicanos ya no es preguntarse si Enrique Peña Nieto terminará su sexenio. El desgaste que ha sufrido, la falta de autoridad moral y de respaldo social son tan evidentes, que la posibilidad de que deje el cargo por enfermedad, no solo les parece factible, sino hasta inminente. El simple hecho de que se esté hablando de esa posibilidad ya es una clara alerta.
La situación que esto provocaría es lo que acelera el pulso en varios estratos del país. ¿Las instituciones democráticas de la nación resistirían esa prueba? ¿Existe el andamiaje político y estructural que impida el desplome de la economía? ¿Eso resolvería los problemas que actualmente enfrenta México?
Enrique Peña Nieto ha sido vapuleado por una oposición política que se cebó en la herida abierta de corrupción: “La casa blanca” y de allí pa’l real, siguiendo con cancelaciones de grandes obras, caída de producción petrolera, tragedias y crímenes como los de los 43, solapamientos como el otorgado al exgobernador de Veracruz Javier Duarte y otros más. Y para colmo, un Donald Trump que nos utiliza como referencia favorita para presumir el cumplimiento de sus alardes de campaña.
También en el ámbito más doméstico, en las casas de la inmensa mayoría de los mexicanos, Peña Nieto ha perdido terreno, porque los habitantes achacan toda la corrupción que ven en sus municipios, en sus delegaciones y en sus estados, al poder presidencial. Algo que las corrientes políticas agrandan, amplifican a su conveniencia.
El brillo de las reformas estructurales parece haberse opacado porque en la percepción ciudadana se ven lejanas, incompletas y sin resultados evidentes, en un país azotado por la violencia, la impunidad, los vaivenes de la economía mundial y las consecuencias de las decisiones erráticas y equivocadas de un gobierno con muy pobre credibilidad.
Por ejemplo, nadie cree en la honestidad del titular de la SCT, Ruiz Esparza, nadie aplaude la salida de Claudia Ruiz Massieu de Relaciones Exteriores, quien había desempeñado un papel respetable y había mostrado preparación, tacto y amplia capacidad diplomática para sustituirla por el exsecretario de Hacienda Luis Videgaray, quien se inauguró en la Secretaría confesando su ignorancia sobre diplomacia; nadie cree que se apliquen apolíticamente los programas sociales aunque quizá sí se haga en algunos estados. Lo dicho, nadie cree.
Por todo ello y ahora con la actitud de la Coparmex, negándose a firmar el pacto convocado por EPN ante el aumento a las gasolinas y condicionando su participación a que se precisen objetivos y mediciones de los resultados en el Pacto, la pregunta adquiere mayor importancia: ¿acaso nos conviene a los mexicanos continuar con el debilitamiento de la figura presidencial? ¿Hay en ello la probabilidad de mejoría para las condiciones del país?¿Si Peña Nieto dejara la presidencia, qué seguirá?