domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Plaza de almas
2017-01-17 | 09:48:28
“¿Sabe usted, señor licenciado, lo que es una notomía? Yo nunca había oído esa palabra. La escuché por primera vez en la cocina de la casa del Potrero, una noche en que la sobremesa de la cena se alargó. Entonces, claro, no había televisión ni radio, y lo único que teníamos en el rancho para entretenernos era la conversación, más la baraja de jugar brisca o conquián. Cuando la plática se ponía sabrosa nadie jugaba ni se iba a dormir. Los hombres bebían a tragos lentos su mezcal; las mujeres tomaban té de menta o yerbanís. No había luz eléctrica; nos alumbrábamos con las llamas del fogón, más una lámpara de petróleo de ésas con tubo de vidrio y resplandor de lámina. El otro día vi una en un bazar de antigüedades, y haga usted de cuenta que volví a oír a doña Cris decir aquella palabra: notomía. Por ese tiempo doña Cris -Crispina, se llamaba, no Cristina como creía la gente- era ya muy viejecita, la persona mayor del Potrero. La noche que digo contó la historia de un pastor al que se le perdió una chiva a medio Coahuilón, el monte más alto de la sierra. Buscando al animalito dio con una cueva cuya entrada jamás había visto, pues la cubrían unas piedras. Entró. ‘Y lo primero que vio -dijo la narradora en tono de misterio- fue una notomía’. Yo soy gente de la ciudad, señor. Pensé que ése era un modo de decir ranchero, pues todos lo entendieron menos yo. Después, ya en mi cuarto, apunté la palabra en mi libreta. Siempre he tenido afición a las palabras. Con ellas sustituyo a los hechos, que nunca se me han dado bien. Cuando regresé a Saltillo busqué “notomía” en el diccionario. ¿Imagina usted mi sorpresa cuando hallé la palabra así, tal cual? El vocablo es arcaísmo. Significa anatomía y, por extensión, esqueleto. Lo que vio aquel pastor en la cueva fue un esqueleto humano. A nadie dio cuenta de su hallazgo, dijo doña Crispina, pues la presencia de huesos de cristiano en algún sitio era señal de que ahí había una relación, o sea un tesoro oculto. Por la noche volvió al lugar con un talache, un pico y una pala, y los siguientes días los dedicó a cavar por todo el piso de la cueva. Un mes después, con extrañeza general, vendió sus chivas muy baratas -’a precio vil’, se dijo- y desapareció del rancho. Pasado un tiempo alguien contó que lo había visto en Monterrey, trajeado y en compañía de una mujer muy guapa y elegante. ¿Pasa usted a creer, señor licenciado? A lo mejor todo esto es fantasía, pero igual puede ser cierto. Cosas que parecen mentira son verdad, y a la diversa, como se dice en el Potrero. Sobre esa historia he imaginado otras. Un capitán de bandidos llevó ahí su botín. Se hizo acompañar de uno de sus hombres a fin de que cavara el pozo, y luego lo mató para que nadie supiera dónde estaba el tesoro. O un avaro llevó ahí su cofre lleno de monedas, y cuando acabó de enterrarlo sufrió un ataque al corazón y quedó muerto ahí mismo. Inútilmente lo buscaron, y
luego fue olvidado. También pensé en un cura rico que vivió en la hacienda en tiempo de los españoles. Lo asesinaron, y quienes le dieron muerte lo dejaron ahí con su riqueza, y luego no pudieron ya volver a recogerla. Quién sabe. Ahora todos los personajes de la historia, reales o imaginarios, están muertos, y muertos están también los que oyeron a doña Cris contarla aquella noche. Todos se fueron; solamente yo sigo aquí. Cuando escuché el relato tenía 20 años. Ahora paso de 80. Y de aquello sólo guardo una palabra: notomía, que además ya desapareció. Apúntela, señor licenciado, antes de que desaparezcamos también usted y yo”.FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
“¡Cómo retorcemos los hombres a Dios!”. Con esa sonora frase da principio Malbéne a su más reciente artículo en Lumen, la revista de la Facultad de Teología lovaniense. Malbéne, ya se sabe, gusta de provocar polémica. “Soy un teólogo antiteología”, suele decir hablando de sí mismo. En el texto que digo critica acerbamente a quienes todavía sostienen que el cuerpo es enemigo del alma, pues es materia, y por lo tanto cosa deleznable. “. ¿Será posible hablar mal del cuerpo -escribe- si Dios mismo habitó uno? El cuerpo no codicia contra el alma: es su residencia, y posee su misma dignidad. Obra divina, cuando lo mortificamos por motivos religiosos atentamos contra la creación. Aquéllos que en nombre de Dios lastiman su cuerpo, o lo hacen víctima de privaciones, faltan a la caridad hacia sí mismos y agravian al Espíritu, que en el cuerpo del hombre tiene templo.”. Ya se han levantado voces contrarias a la opinión del discutido teólogo. Hay quienes dicen que va contra instituciones caras a la Iglesia, como el ayuno y demás prácticas penitenciales. Otros lo acusan de atacar entre líneas al celibato sacerdotal. A los que así lo juzgan Malbéne les contesta: “Piensen lo que quieran. Pero piensen”. ¡Hasta mañana!...
MANGANITAS ›por afa
“Se secó la gallina de los huevos de oro”. Pensando en vicios longevos, como el de la corrupción, sabemos con precisión en dónde están esos huevos.


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