martes, 28 de mayo del 2024
 
Por Roberto López Delfín
Columna: Vórtice
Gasolina al fuego
2017-01-17 | 09:49:55
De acuerdo a su estilo personal de gobernar, el Presidente EPN, autoritario detentador temporal del poder del régimen político del PRI – PAN que nos gobierna desde 1988, anunció que la bonanza petrolera terminó, que “se nos fue secando la gallina de los huevos de oro” y que el incremento a las gasolinas que hemos padecido, más los que padeceremos son indispensables, indiscutibles. Esa prosperidad a la que se refirió EPN ¿Usted la vivió? Afirmo que básicamente fue para el gobierno y sus miembros, para los mantenidos por nuestros recursos públicos, que lo gastaron en actos de impune corrupción; en sueldos, moches, bonos y privilegios para los gobernantes, sus sirvientes y aliados; en “inversiones” de relumbrón, corporativas y/o clientelares; en recursos para partidos políticos; en la construcción de instituciones ineficientes de seguridad pública y social; en políticas y acciones públicas para manipular o de plano “comprar” el voto popular; en partidas “secretas” y/o “discrecionales” cuyo destino no conoceremos; en gastos de “comunicación social” para alimentar el ego de una clase política rapaz, depredadora, soberbia y egoísta que desea heredar el poder a sus hijos, esposas y/o designados “sucesores” por dedazos antidemocráticos, una clase de políticos que son malas personas, consecuentes con sus intereses personales, los de su grupo y partido político y no con el bienestar de México. Esa prosperidad a la que EPN dio carta de defunción con el apoyo, el aplauso de los incondicionales de su mal gobierno, de los cómplices de sus escándalos y tropelías, nunca llegó al bolsillo de la mayoría de los mexicanos. Jamás fue disfrutada por el Pueblo al que le pertenecía y que ha tenido que sufrir la crisis económica aparejada con nuestro siglo en México, marcado con una alternancia en el poder entre el PRI y PAN sin que haya mejorado la calidad de vida de los mexicanos, ni hayamos visto castigo a los corruptos, ni haya habido el ansiado cambio de régimen político. Ante el descaro de quienes -en coreografiadas conferencias de prensa- afirman sin creer que el gasolinazo es para beneficiar a las familias mexicanas, ante el cinismo de quienes dan explicaciones que serán apoyadas por 126 mil millones de pesos presupuestados para “comunicación social” del Gobierno Federal este 2017 (o sea, más del 60% de los 200 mil millones que hubiera costado mantener el subsidio a las gasolinas este año, como estaba planeado originalmente) es buen momento para analizar y llevar registro de la conducta, el proceder de medios, partidos y actores políticos a nivel nacional y local. Si por sus hechos los conocemos, llevemos escrito testimonio de sus acciones en nuestra memoria, para que no se nos olvide a la hora de votar. Ante la crisis económica, política, social nacional y global; ante la llegada al poder en EEUU -país del que somos más dependientes- de Donald Trump, enemigo de los intereses de México ¿Quién en su sano juicio apoya que fue oportuno adelantar los incrementos a las gasolinas, siendo que hasta el 2018 se habíamos acordado la liberalización de sus precios? ¿Porqué ahora los mismos partidos políticos que aprobaron legislativamente la medida PRI, PAN, PRD, PVEM intentan desmarcarse de esa insensible medida que ha movilizado a la sociedad en su contra? ¿Cuántos “comunicadores”, gobernantes, futuros candidatos y personajes empoderados se prodigan apoyando al Presidente? ¿Cuántos se han decantado en acciones, declaraciones y/o polémicas distractoras, que desean sacar de la mirada pública nuestros verdaderos problemas? ¿Cuántas, a quienes se les han dirigido guerras negras para tratar de evitar el cambio del corrupto sistema político que todos padecemos,
pero que beneficia a menos del 3% de la población? En este siglo, los beneficiarios del corrupto y corruptor régimen político -que no ha sido alterado por las transiciones de poder entre los partidos PRI, PAN, PRD y PVEM- se han puesto en contra de las aspiraciones, deseos, demandas de las mayorías y sostienen los injustos sistemas económico, fiscal y presupuestal que tienen a más de 50 millones de mexicanos sobreviviendo debajo del umbral internacional de pobreza (según datos del Banco Mundial). Duele ver como en nuestro País las desigualdades sociales crecen, se profundizan; los problemas se acumulan y prácticamente ninguno se resuelve, como se alimenta con el incremento de las gasolinas el fuego de nuestra pobreza, competitividad, inseguridad y descontento social. Se nos conmina a apoyar al Gobierno y sus políticas públicas absurdas, aunque sea incontrovertible que nunca hemos gastado tanto en educación, salud, seguridad y combate a la pobreza, pero jamás habíamos visto tan baja eficiencia terminal en los educandos; tanta obesidad y mala atención médica en las instituciones públicas, vivido con tanta inseguridad y presenciando como cada vez hay más pobres. Nuestros gobiernos federales y locales gastan mucho y mal. Lo peor ya no es la “crisis”, sino la falta de propuestas y acciones efectivas para detenerla y revertirla. Pero ante este, uno de los momentos más delicados, peligrosos del siglo en México, el Gobierno reitera que el incremento a los combustibles era la única ruta posible y convocó hace una semana al “Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar” (sic), un nuevo “Pacto”, reedición de los convocados a partir de la década de los 80´s por los partidos en el gobierno para pasarnos la factura, e intentar paliar el fracaso de sus políticas económicas. Volvieron a montar otra farsa. Organizaron una protocolaria ceremonia con los sectores corporativos que no representan a los mexicanos, como la CTM, la CNC y las cámaras empresariales comprometidas en mantener a toda costa el sistema económico neoliberal, para apoyar a EPN y firmar insubstanciales, presuntas, declarativas medidas “curativas”, mientras en las calles, casas, negocios y vida social vemos, sentimos todos los días el enfado, la aflicción popular por el conjunto de medidas económicas que sostienen estructuralmente al gobierno y a la partidocracia mexicana en el poder, sin ni siquiera dar cuenta a la justicia de sus probadas fechorías. 100 días han pasado desde la huida del más conspicuo –que no único- de los gobernadores ladrones que hemos tolerado los mexicanos y ya casi nadie habla de la fuga de Javier Duarte de Ochoa, apoyada por el Gobierno, como tampoco se debate la conveniencia de cambiar la política económica para disminuir las desigualdades sociales y evitar la deconstrucción de las instituciones de la República que estamos testificando cotidianamente. ¿Cuántas personas más tendrán que perder la vida, la libertad, la felicidad o la posibilidad de obtenerla por la necedad de sostener el régimen político y económico que nos empobrece, pero favorece a quienes lucran con él? ¿Será que hasta las elecciones del 2018 los mexicanos podremos aspirar a que nuestros reclamos y necesidades sean atendidas y resueltas? Este sexenio de gobierno ya se definió: ningún cambio, para que todo siga igual, ni en las formas ni en el fondo de la construcción, implementación y ejecución de las políticas públicas planteadas por su gobierno hace 4 años, aunque México se incendie.


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