martes, 28 de mayo del 2024
 
Por Roberto López Delfín
Columna: Vórtice
Oficio de cínicos
2017-01-24 | 08:40:24
Las escalofriantes denuncias, testimonios de que durante los gobiernos de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa, el sistema de salud de Veracruz realizó compras de medicamentos falsos por centenares de millones de pesos, simuló “quimioterapias” en las que se suministró a cancerosos verídicos agua destilada en lugar de los tratamientos médicos que pudieron salvar o mejorar su vida y se realizaron miles de pruebas apócrifas para detectar el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) han horrorizado al mundo y –eso es mucho decir- han evidenciado a la clase política priísta de Veracruz como la más corrupta y desalmada de México; patentizando la falta de humanidad, piedad y escrúpulos de los muchos involucrados, cómplices y encubridores, que sexenio tras sexenio han defendido con uñas y dientes al régimen político corrupto y corruptor del que forman parte y del que han vivido durante décadas.

Sin duda los implicados merecen ser exhibidos, juzgados con justicia y condenados a pudrirse en la cárcel por delitos de lesa humanidad, pero quisiera enfocar este breve ensayo periodístico en las razones y circunstancias que permitieron que dichos crímenes fueren reconocidos hasta hoy a pesar de hacerse cometido durante más de una década y porqué un negro manto de maldad impune hizo posible tanta muerte, tanto dolor a innúmeros veracruzanos. Muchos glosarán las iniquidades, prefiero yo tratar de indagar sus causas profundas.

Teorizaré desde mi experiencia. Proveniente de la iniciativa privada, renuncié a Grupo Televisa en 1998 –donde era Director de Noticias- para sumarme a la campaña de mi amigo Miguel Alemán Velasco por la gubernatura de Veracruz en 1998 y luego ocupé una serie de cargos desde los que pude ver, entender como se hacía “la política en Veracruz”.

Naturalmente, no me sentí a gusto y por eso, después de una sucesión de renuncias, me alejé de cargos públicos con manejo presupuestal, pues por experiencia viví que, para el modo priista de gobernar (emulado puntualmente por panistas y perredistas) eran unos los requerimientos para llegar al poder, otros para ejercerlo bienhechoramente y otros muy diferentes los necesarios para ser una persona honrada, sincera e independiente.

Me separé de “la política” -entendida como quehacer profesional de servicio público remunerado en torno a un liderazgo específico- pues he testificado como generación tras generación, jóvenes bienintencionados de todos los partidos políticos comenzaban involucrándose en actividades políticas por pasión y vocación de servicio y –la inmensa mayoría- tomaban después por los estímulos de nuestro sistema jurídico-político, la elección de “dedicarse” a dicha actividad por interés personal, pensando no en el bienestar de su País, Estado o Municipio sino en egoístas conveniencias coyunturales.

He testificado como una y otra vez a mi alrededor hombres y mujeres que nunca habían merecido ninguna distinción académica o profesional, ni mostraban valores humanos y/o carecían de preparación y cultura se encumbraban en “la política” gracias a su carácter servil, acrítico, cómplice, “grillo” y/o simpatía que les permitía un nivel de vida y reconocimiento al que jamás hubieran podido aspirar de haberse dedicado a un oficio honorable, no dependiente del dinero público, ni del favor de los gobernantes.

Los “jefes políticos” ven a sus subordinados, especialmente a los adolescentes, jóvenes y mujeres que quieren a México mejor, como la materia prima de una maquinaria corrupta que alejaba el poder de los ciudadanos para dárselos a ellos; piezas de recambio para una maquinaria política no apta para gente honorable que en cada gobierno engendra una nueva generación que repentinamente pasan de hacer política por la intensión de hacer el bien masivamente, a actuar por ambiciones económicas, vanidad y el deseo puro, simple de “tener poder”.

Ví a muchos de mis pares ahogarse en su ambición, perder la dignidad, la vergüenza, el respeto por ellos mismos y por la política para obtener un cargo público, vivir del presupuesto, mantenerse en el ánimo del gobernante y/o realizar negocios ilegales al amparo del poder, eventos que estaban programados y eran considerados tolerables, necesarios como mecanismo de control, pues en el código genético del sistema jurídico-político mexicano, el poder, el dinero y la cercanía con el gobernante son los indicadores de éxito para quienes participan en “la política” de tiempo completo, sin cuestionar de fondo al régimen que aún rige los destinos de México.

Lógicamente, la quiebra ética y el anteponer los intereses personales a los sociales, al reproducirse en todos y cada uno de los niveles burocráticos -hago la excepción de las fuerzas armadas nacionales- han sido las condiciones que generaron la podredumbre que ha jodido al País.

En casi todo México, en Veracruz, la “política” es oficio de cínicos. Sólo ellos prosperan, pues la política veracruzana “tradicional” es como un lago de inmundicia en la que miles de “políticos profesionales” dan su apoyo piramidal a “jefes políticos” pequeños, grandes, a cambio de sueldos, posiciones, negocios e influencia en el proceso de toma de decisiones.

Nunca ese cuerpo corrupto de agua (la política) estuvo tan asqueroso, tan degenerado como durante el gobierno de JDO -aún prófugo de la justicia- donde ví –todos hemos sido testigos- de cómo muchos “políticos” que hoy claman inocencia, desconocimiento de los delitos por los que se persigue al “El Cártel Criminal” que gobernó con 3 capos a Veracruz los últimos 12 años, con apoyo del PRI-PVEM-PANAL, se zambulleron felices en tales porquerías, haciendo festivos bucitos, llevando a amigos y familiares al chapuzón, presumiendo, ufanándose de participar en sus infamias y ostentar sus riquezas mal habidas.

Sería fácil atribuir al sistema político toda la culpa o simplemente imputar a los muy pocos a los que se les puedan comprobar crímenes que todos sabemos cometieron, pero el asunto es por desgracia estructural y por ello más complejo. Los mounstruos que ordenaron e hicieron falsas quimioterapias a niños, los que participaron del fraude de miles de pruebas simuladas de SIDA y suministraron medicinas apócrifas, son a la vez causa y efecto de la corrupción y la impunidad en nuestro País.

Si bien es cierto el sistema político es corrupto y el PRI es un grupo de alta peligrosidad social, muchos de nuestros paisanos aún aspiran a corromperse exitosamente a los niveles grotescos que hemos presenciado, a pesar de las múltiples denuncias públicas que muchos hicimos de las fechorías que hoy son perseguidas por los aparatos de procuración de justicia. La represión y el rechazo fue el “estímulo”, el “galardón” a quienes señalamos los delitos oportunamente.

Desgraciadamente vemos como tan triste historia podría repetirse. Lo patético es que, por la naturaleza misma de nuestro sistema político-jurídico, la inmensa mayoría de malhechores caminan y caminarán libres entre nosotros; otros ocupan y ocuparán el poder dándose el lujo de promoverse con dinero público e intentar heredar prebendas, privilegios y cargos públicos a sus hijos y/o repartirlos entre sus amigos, socios, incondicionales y/o parejas.

Habrá incluso quien en algunos meses será postulado a un puesto de elección popular y lo gané comprando votos con una parte minúscula de lo que se robó y otros simplemente vivirán de las rentas de sus delitos, sin que a ninguno de ellos les quiten el sueño los males que le han hecho a nuestro Pueblo, a la Patria, pues para volverse “políticos profesionales”, “burócratas del poder” se deshicieron de su conciencia social, pues ese era requisito indispensable para sumergirse gozosamente en el lago de inmundicias de la corrupción y la complicidad del ejercicio del poder en México.

Debemos prepararnos para recibir lo que estamos dispuestos a dar, soñar y emprender. Los crímenes de JDO fueron posibles porque las mayorías no se enteraron, no les importo o les parecieron normales en el contexto del sistema político que les o podría beneficiarles.

Es imperativo cambiar de régimen y eliminar la partidocracia y el patrimonialismo del poder, por un régimen auténticamente popular, transparente y democrático, que nos permita revocar oportunamente a los malos gobernantes, cambiar el sistema de estímulos y castigos para cumplir la Ley y eliminar las oportunidades para que los políticos profesionales autores de “crímenes perfectos” vuelvan a imponernos la mentira serial, su cinismo, su ambición personal y de grupo.



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