jueves, 16 de mayo del 2024
 
Por Bezale Berger
Columna: Puntos de vista
Barrer para atrás
2017-02-09 | 09:56:36
Hace ya seis años, publiqué estas líneas que hoy cobran actualidad.

“…En días pasados y a raíz de mi colaboración intitulada Llegó Yunes, una dilecta amiga, conocedora de cuestiones políticas, me criticó lo que ella llamó… abierta simpatía por Yunes.

Me reconvino tratando de rebatir mis conceptos acerca del candidato del PRI, arguyendo que la juventud del joven delfín no era obstáculo para hacer bien las cosas porque además su entusiasmo por servir era auténtico.

Por muy respetable que me pareciera su opinión, sostuve que era innegable que con todas sus buenas intenciones, Duarte no querría ni tampoco podría corregir un rumbo financiero que él mismo había diseñado.

Tampoco, por obvias razones, podría poner orden en las finanzas estatales y exigir cuentas claras a quienes a todas luces habían saqueado las arcas estatales.

La respuesta de mi amiga me dejó estupefacto... Ay Bezale, más se robó Alemán y no pasó nada.

No pretendo discutir su aseveración aunque pudiera ser cierta- La intención de estas líneas no llevan esa finalidad y sí la de llamar la atención sobre un aspecto de nuestra realidad que aparte de asombrar, asusta.

Estamos tan acostumbrados a ver como la clase política se enriquece sin medida, que por la cotidianidad de su conducta, la vemos razonable y natural.

A nadie asombra ya la insultante riqueza de muchos políticos que después de haber ocupado un puesto público, se convierten en multimillonarios.

El caso se repite a lo largo y ancho del país.

Esta constante no debe, por reiterativa que sea, conformarnos.

No es posible tapar el sol con un dedo y querer poner orden en las finanzas estatales después de Fidel, era imposible.

Por otra parte, no es posible, como sostienen diversas columnas políticas, defender a un candidato porque éste no tiene la clara y manifiesta intención de exigir honestidad en la rendición de cuentas y por el contrario denostar a otro porque anuncie su voluntad de llevar a la justicia a quienes defraudaron la confianza de sus electores.

Al arribo al poder de la actual administración, los medios de comunicación dieron cuenta de que ahora sí, se exigiría a todos aquellos que habían manejado fondos públicos, que sus dispendios estuvieran legal y debidamente sustentados.

Auditorías iban y venían, los alemanitas no les calentaban ni el sol, pero un milagro ocurrió.

De pronto las acusaciones se desvanecieron.

La fiscalía especializada en delitos cometidos por servidores públicos no encontró suficientes pruebas que sustentaran las acusaciones y los auditores se convirtieron, de auxiliares de la procuración de justicia en partícipes sospechosos de querer dañar la bien ganada fama pública de aquellos honestos funcionarios.

Así la Contraloría General del Estado no halló nada irregular en las miles de concesiones que en la modalidad de taxis, otorgó al mejor postor la Dirección de Tránsito.

Tampoco el fiscal encontró nada irregular en el manejo del fideicomiso de los Tiburones Rojos pese a los testimonios, documentales públicas y privadas y el descarado despojo de los principales jugadores por parte de quien hacía y deshacía en el equipo.

Por otra parte, simplemente amigo lector recuerda cuando el equipo no saltó a la cancha porque así lo dispuso Rafael Herrerías y la exorbitante multa, quién sabe quién la pagó…”.

Estas líneas, repito se publicaron hace seis años, desafortunadamente resultaron proféticas, sin embargo, las circunstancias relatadas revelan así mismo, algo que mi maestro Juan Maldonado, sostenía... nadie se hace político a los cincuenta años y ese axioma resultó cierto.

Miguel Alemán se equivocó rotundamente al dejar como su sucesor a Fidel Herrera Beltrán y supo engañar a muchos que soñaron sucederlo o al menos pensaron tener posibilidades.

Fidel, como senador durante el sexenio de Alemán, se movió a lo largo y ancho del Estado, cobijado por los dineros que de las secretarías de gobierno y particular, le hicieron llegar y esa equivocación produjo la debacle financiera que hoy vivimos.

Quizá quiso emular a don Adolfo Ruiz Cortines, a quien debe haber conocido en su ya lejana juventud, dado que aquel era secretario de Gobernación, en tanto que don Miguel Alemán Valdez era presidente de la República, pero las distancias entre ambos era abismal y hoy todos lamentamos su inexperiencia política.

Esta tesis se apoya en dos circunstancias. Miguel Alemán no era ajeno al patrocinio que recibía Fidel Herrera Beltrán y tampoco permitió que sus supuestos alfiles se movieran e hicieran campaña entre el electorado, en tanto Fidel, se movía a lo largo y ancho del Estado.



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