viernes, 21 de junio del 2024
 
Por Yuriria Sierra
Columna: Volver
Volver
2017-02-12 | 10:45:19
Phoenix, Arizona.- Algunas vez escribí que la tierra en la que nacemos y crecemos es la primera vértebra de la espina dorsal de nuestra existencia e identidad. Lo sigo pensando, aunque al pasar de los años y de las experiencias que estos nos traen he aprendido que muchas veces aquella tierra en la que dimos nuestros primeros pasos es muy distinta a aquella otra, en la que les damos dirección.
Desde que Donald Trump comenzó a hablar de nuestro país y de los mexicanos que cruzan ilegalmente a Estados Unidos, porque le apuestan a la vida estadunidense como la mejor vía para la realización, me he preguntado una y otra vez qué sucederá con ellos si es que la infame intención del muro se vuelve una realidad.
Peor aún, me he cuestionado sobre qué harán los millones de mexicanos que, con las duras políticas de migración, corren peligro de ser detenidos en EU y deportados. Regresar a casa dejó de ser para muchos una posibilidad, pero al parecer aún no hay un camino legal para impedirlo.
Hace unos días, Enrique Peña Nieto recibió a un grupo de migrantes que fueron regresados a nuestro país. Recibieron un trato de primer nivel, no fue para menos, ahí estaba la prensa y altos funcionarios.
Pero no siempre es así. Todos los martes y jueves llega un vuelo con 135 mexicanos que fueron detenidos en territorio de EU, al no tener documentos que comprueben su residencia legal, son llevados a centros de detención donde se programa su viaje de regreso a México.
Y así como alguna vez dejaron atrás las condiciones que su tierra natal los hizo abandonarla, ahora deben abandonar otra vida, la que estaban comenzado a construir: “Ramón llevaba 18 años viviendo en Estados Unidos. Fue detenido en Colorado, donde vivía, al tramitar una licencia de manejo. En aquel estado dejó a su esposa y cuatro hijos...”, reportó La Jornada tras el evento oficial del martes pasado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Ramón es uno de los 135 testimonios que llegaron ese día. El jueves pasado arribaron otros 135. Este lunes llegarán otros más, porque desde hace dos semanas se agregó un vuelo extra. Y así se seguirán acumulando los paisanos que vuelven a casa con los mismos temores con los que partieron.
Algunos tendrán suerte y serán recibidos con toda felicidad por sus familias, otros deberán comenzar de cero, porque habrán sido muchos los años de ausencia, los mismos que sirvieron para que aquí los lazos se hicieran más delgados, porque allá es donde se hizo vida.
Todos los testimonios son valiosos, aunque, desde luego, alguno sobresale, pues se vuelve símbolo de una lucha que hoy se torna complicada. Ahí está Guadalupe García, una mexicana originaria de Guanajuato que a los 14 años pisó suelo estadunidense.
Han pasado veinte años desde entonces. En este tiempo formó una familia en EU, sus dos hijos son ciudadanos estadunidenses. El jueves fue deportada, sus hijos, que no tienen problema en cruzar la frontera, pasaron con ella su primera noche en México, en Nogales, Sonora.
Su caso representa la realidad de miles de familias que deberán atravesar esa ruptura: algunos miembros tendrán oportunidad de quedarse en EU, pero otros —generalmente los padres— deberán regresar deportados a nuestro país. Guadalupe no sabe qué sucederá con ella ni con su familia, su cotidiano está en EU.
Eso es lo que está en riesgo con la dura política antimigrantes que tiene Trump entre manos. El futuro de miles de personas que, de pronto, se quedarán sin esa pieza importantísima para el ser humano, esa primera vértebra de nuestra existencia: la tierra de la que nos sentimos parte.
Estoy en Phoenix, Arizona. Este mediodía seré moderadora, junto con mis colegas Paola Rojas, Genaro Lozano, León Krauze y Joaquín López-Dóriga, de una jornada de conversaciones con migrantes indocumentados a invitación del excanciller Jorge G. Castañeda y Eunice Rendón, extitular del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, y donde también estarán presentes el subsecretario para América del Norte de la SRE, Carlos Manuel Sada; el presidente de la Conago, el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y representantes de Chicanos por la Causa, Inc.
Hoy más que nunca es necesario que el eco de sus voces se escuche por todos lados. Ell@s, que en EU son millones, representan también esa tierra de la que partieron y que, aunque hoy les parezca ajena, debe también procurarles el porvenir ante su posible y muy arbitrario regreso.


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