jueves, 02 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
El ‘unto mexicano’
2017-02-16 | 10:40:27
Con motivo del Día del Amor y la Amistad don Chinguetas le envió un gran ramo de flores a su esposa doña Macalota. Ella no tenía en mente la fecha, de modo que se preguntó: “¿Ahora qué chingaos habrá hecho este cabrón?”...

Un head hunter o buscador de talentos estaba en la Ciudad de México y vio en la televisión un video que mostraba cómo dos pandilleros de una colonia brava le robaban las cuatro llantas a un automóvil en 10 segundos.

Pensó que aquella artesanía mexicana podía ser de utilidad en el mundo de las carreras de autos. Pagó entonces la fianza de los raterillos y los llevó consigo a Inglaterra.

Ahí ofreció los servicios de sus pupilos a la famosa escudería McLaren. Dijo a sus directivos que los mexicanos podían cambiar en los pits las llantas de los coches en la mitad del tiempo que las cuadrillas locales. Los británicos, escépticos, pidieron ver una prueba de comportamiento.

Pusieron un auto de carreras en uno de los pits y cronómetro en mano les tomaron el tiempo a los mexicanos. En 10 segundos flat éstos no sólo le cambiaron las llantas al coche de la McLaren: además lo pintaron de otro color, le cambiaron el número de registro, le pusieron placas sobrepuestas y le vendieron el auto a la Ferrari.

La anterior historietilla trata de un mal endémico de nuestro país: la corrupción. Desde los tiempos de la Colonia se hablaba ya de “el unto mexicano”, nombre que recibía entonces lo que hoy se llama “la mordida”.

Dos raíces tiene esa funesta práctica: el desprecio por la ley y la impunidad. Todavía hoy los gobernantes en México se sienten absolutos, vale decir absueltos de someterse al orden jurídico.

Piensan que éste se hizo nada más para los gobernados, y ellos se lo pasan por donde Petra se pasa el estropajo, si me es permitida esa ática expresión.

La ley es entre nosotros, según comparación antigua, una telaraña que los fuertes rompen y que sólo a los débiles atrapa. Pobre país aquel donde el poder económico o político puede coartar la recta aplicación del orden jurídico. A tal especie pertenece México. Aquí todo se puede arreglar. Por eso estamos tan desarreglados. Nos hallamos en la Edad Media.

Un pobre campesino se ganaba la vida llevando cargas en su carretón tirado por un viejo caballo. Una noche, al regresar a casa, el jamelgo cayó muerto de repente.

Su infeliz dueño se echó a llorar desconsoladamente: “¿Cómo ganaré ahora el pan para mis hijos?”. Lo oyó un fraile benito y le dijo: “No llores más, buen hombre. Ven conmigo”.

Lo llevó a donde estaba la cuadra de finísimos caballos del señor feudal y le indicó: “Escoge uno”. “¿Cómo? -se asustó el campesino-. Eso sería robar a mi señor. Iría yo a la horca”.

Replicó el fraile: “Tal cosa no sucederá, hijo mío. Anda; toma un caballo, el que quieras, y llévatelo”. Así lo hizo, aunque temblando, el campesino. El fraile entonces se echó a dormir en el lugar donde dormía el caballo.

Llegó a poco el señor feudal y se asombró al ver ahí un monje. Lo despertó y le dijo: “¿Qué hace usted aquí, hermano?”. “¡Bendito sea Dios! -clamó el fraile-. ¡Por su infinita misericordia he vuelto a mi ser original!”. “No entiendo” -se intrigó el otro.

Narró el benito: “En cierta ocasión falté a mi voto de castidad y tuve trato de fornicio con una mujer. En castigo el Justo Juez me convirtió en caballo. Aquí estuve, en tu establo, hasta ahora que por su perdón he vuelto a ser lo que antes fui”. “¡Milagro!” -prorrumpió el noble.

Y tras dar de comer y beber al monje lo despidió pidiéndole sus oraciones. Días después el señor feudal iba por el camino y vio venir un carretón tirado por un caballo. Lo reconoció: era su caballo. Fue hacia él y le dijo: “¡Ay, padrecito! ¡Ya volvió usted a las andadas!”. FIN.







mirador

armando fuentes aguirre


-¡Protesto enérgicamente! -exclamó el círculo vicioso.

Y se quejó:

-Hay también cuadrados viciosos, y rombos, y trapecios viciosos. ¿Por qué entonces se habla sólo de los círculos viciosos?

Intervino en eso el triángulo:

-Yo también protesto. En cuestión de sexo a una relación pecaminosa se le llama “triángulo”. ¿Acaso tengo yo la culpa de lo que hacen los hombres y de lo que las mujeres hacen? No se debería usar mi nombre así, en mala parte.

El cuadrado, el rombo y el trapecio iban también a protestar por algo. El vocerío que se hizo, sin embargo, impidió que sus protestas se escucharan. El clamor sigue, sin embargo.

Como se ve, la Geometría no es tan aburrida como la hacen parecer los geómetras. También en ese mundo matemático, de aparente precisión, hay triángulos y círculos viciosos, igual que en el impreciso mundo que habitamos los humanos.

¡Hasta mañana!...



manganitas

por afa


“...Nuevamente...”.

Si se pone en su lugar,

por la forma en que se escribe,

ese término describe

a una mente sin usar.


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2017-02-15 | Cualquiera de los dos de política y cosas peores por catón Dulciflor, doncella núbil, estaba en vías de tomar estado. Quiero decir que se iba a casar. Importante institución es el matrimonio. Constituye el cimiento de la sociedad. Eso explica por qué actualmente la sociedad se mira tembleque y agrietada, como casa ruinosa con los cimientos quebrantados. Dice un antiguo dicho que el hombre se casa cuando quiere, y la mujer cuando puede. La historia de Dulciflor confirma ese apotegma. Inútilmente había buscado un hombre que aceptara el compromiso del casorio. Desesperaba ya de hallarlo cuando un buen día le salió un galán dispuesto a dejarse conducir al ara, si no del sacrificio sí del esponsalicio. Dulciflor, con la listeza propia de su sexo, le echó el lazo en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco. La verdad es que el hombre no seduce, es seducido; no conquista, es conquistado. El matrimonio es un combate en el cual las batallas se libran después de que uno de los combatientes ya ganó la guerra. El hombre se resigna al matrimonio con tal de tener sexo, en tanto que la mujer se resigna al sexo con tal de tener matrimonio. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Dulciflor, que contaba ya 25 años de edad, era virgen. Ni se lo alabo ni se lo reprocho: me limito a consignar el dato. Sabía, sin embargo, las cosas de la vida, tanto por sus lecturas como por sus conversaciones con amigas solteras y casadas -sobre todo solteras- de mayor experiencia que la suya. Además iba con frecuencia al cine, y las películas, que antes eran proyectadas en una sábana, suceden ahora casi todas entre sábanas. Por eso ya estaba preparada para la ocasión. Aun así le pidió consejo a su abuelita, señora que por haberse casado cuatro veces y enviudado otras tantas sabía mucho acerca de la condición matrimonial. Le dijo: “Abue: no sé qué ropa ponerme en mi noche de bodas. Tengo en mi trousseau un negligé tenue, vaporoso, que no deja nada a la imaginación; un brassiére mínimo que descubre en el realzado busto la insinuación de las areolas; un brevísimo pantie audazmente crotchless, de encaje transparente que no alcanza a velar la incitante sombra del llamado mons veneris; un liguero francés de seda negra, ymedias de igual color con raya, como aquéllas que se quitó Sophia Loren ante Marcello Mastroianni en la inmortal escena de striptease de la película “Ayer, hoy y mañana”. Pero tengo también un ajuar totalmente contrario a ése. Lo conforman una vieja bata de popelina beige que por arriba me tapa hasta las orejas y por abajo me cubre hasta las uñas de los pies; un anticuado corpiño de color salmón; unos calzones bombachos de los tiempos de Maricastaña capaces de abatirle el ánimo al más enhiesto amante, y unas medias de popotillo café de ésas a las que se les hace un nudo arriba para que no se bajen. Estoy en un dilema, abuela. No sé si ponerme aquella ropa sensual, provocativa, como diciéndole a mi novio: “Aquí me tienes, toda para ti. Que no quede comarca de mi cuerpo que no visites con tus manos, tus labios o tu lengua”, o vestir aquel atuendo púdico para decirle: “Soy casta. Soy honesta. Me son ajenas las cosas del amor”. ¿Cuál de los dos atavíos crees que debo ponerme en mi noche nupcial?”. “Mira, hija -le contestó al punto la abuela-. Ponte lo que te dé la gana. Al cabo de cualquier manera vas a marchar”. En la elección presidencial del próximo año el PAN postulará a Margarita Zavala o a Ricardo Anaya. El PRD, posiblemente, a Miguel Mancera. Y Morena, claro, a López Obrador. ¿A quién postulará el PRI? ¿A Videgaray? ¿A Osorio Chong? ¿A Nuño? ¿A Narro Robles? ¿A algún tapado? Que el PRI postule al que le dé la gana. Al cabo de cualquier modo va a marchar. FIN. mirador armando fuentes aguirre John Dee era respetado por su sabiduría, tanto que el rey le permitió negarse a participar en el debate a que convocó para dilucidar si el purgatorio era líquido, sólido o gaseoso. Cuando el filósofo iba por la calle los hombres se descubrían y las mujeres le hacían una profunda reverencia. Sin embargo apartaba la mano si un niño se la quería besar. Le decía: “Jamás beses otra mano que la de tu madre, que te dio la vida, o la de tu padre, que trabaja para darte el pan”. Aun así, objeto de la admiración de todos, John Dee tenía la sencillez de un campesino. Solía declarar: “Hay muchos que saben más que yo, y muy pocos que saben menos que yo”. Reconocía el saber de su esposa, pese a que era mujer de humilde condición, hija de un molinero y una lavandera. De ella decía: “Yo sé de los libros; ella sabe de la vida”. Quizá por eso John Dee era respetado. Tenía la suprema virtud de la humildad, que salva del supremo pecado, la soberbia. ¡Hasta mañana!... manganitas por afa “...Cachivache...”. Esa voz con doble hache tiene un sentido certero: es un pequeño agujero a punto de hacerse bache.












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