jueves, 02 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Todos quieren con AMLO
2017-02-17 | 09:10:07
¿Qué le sucedió a don Cornulio el día que llegó a su casa antes de lo acostumbrado? Le aconteció hallar a su mujer en la cama, sin ropa -sin ropa la mujer, digo, no la cama- y en actitud voluptuosa de Cleopatra, Olimpia o Maja Desnuda.

No sólo eso: en el sillón que estaba al pie de lecho vio un terno. ¿Qué es un terno? Es un conjunto de tres cosas de la misma especie, en este caso un saco, un chaleco y un pantalón de hombre. Vio también una camiseta y un short, prendas igualmente masculinas.

Le preguntó a su esposa, receloso: “¿De quién es esa ropa?”. “Es mía” -respondió con cachaza la señora. “¿Cómo que es tuya? -se amoscó don Cornulio-. ¡Esa ropa es de hombre!”.

“¿Acaso no lo sabes? -le dijo ella-. Está de moda que las mujeres nos vistamos con ropa de varón. Eso es parte de la liberación femenina y de la lucha por la igualdad de géneros”. “Ya veo -se calmó el señor-. Encuentro plausible tu explicación, y la creo. Pero así en el sillón el terno se arrugará. Voy a colgarlo en el clóset”.

La señora se apresuró a decirle que ella misma lo colgaría. Demasiado tarde. Abrió la puerta del clóset don Cornulio. Dentro estaba un individuo más desnudo aún que la mujer, pues ésta al menos traía sus aretes, y el tipo no llevaba ningún accesorio.

Hecho un obelisco (Nota de la redacción: seguramente nuestro amable colaborador quiso decir: “Hecho un basilisco”) el mitrado esposo le preguntó al sujeto: “¿Qué hace usted aquí?”.

“Mire, señor -respondió el otro, imperturbable-. Si le creyó a su esposa eso de que está de moda que las mujeres vistan ropa de hombre, también me creerá a mí si le digo que estoy aquí esperando el autobús”...

Don Andrés Serra Rojas, maestro mío en la Facultad de Derecho de la UNAM, solía decir que el triunfo es como el bautizo: borra todos los pecados. Aun la misma posibilidad del triunfo, pienso yo, despide un agradable aroma.

Eso explica por qué algunos políticos, cuyo número crece cada día, se están acercando a López Obrador, atraídos por ese gratísimo perfume y por las posibilidades que les brinda.

A tambor batiente sigue avanzando el tabasqueño en su marcha hacia Los Pinos. Quienes ahora gobiernan parecen empeñados en allanarle el camino para que llegue con más facilidad a su destino. El nuevo gasolinazo de hoy o de mañana es otro empujoncito que le dan.

Ya veremos cómo al paso de los días aumentará la cifra de quienes se suman a AMLO. En tiempo de higos abundan los amigos de los higos. Muchos creen que a la tercera es la vencida, y quieren ser los primeros, o por lo menos los segundos, en acercarse a la tercera.

Don Chinguetas vio en la tele un programa sobre el derecho a una muerte digna. Preocupado le pidió a su esposa: “Nunca dejes que viva yo una vida artificial. No quiero estar atado a aparatos, ni depender del líquido de una botella”. Al punto doña Macalota fue hacia él; le apagó el televisor; le quitó el iPhone y la tableta y se llevó la botella de cerveza que su marido estaba tomando...

Decía el esposo de doña Jodoncia: “El matrimonio es muy útil. Gracias a él no tienes que pelear con extraños”...

Sir Mortimer Highrump, audaz aventurero, fue a explorar los bosques de Canadá, uno de los dominios del vasto imperio de Su Majestad Británica. “Tenga cuidado con los osos -le advirtió un lugareño-. Para advertirles de su presencia, y que no lo ataquen, lleve un cinturón con campanitas. Su sonido los alejará”.

Preguntó el audaz explorador: “¿Cómo sabré si por donde voy hay osos?”. Respondió el lugareño: “Por sus excrementos”. Inquirió Sir Mortimer: “¿Y cómo sabré si los excrementos que veo son de oso?”. “Los identificará fácilmente -contestó el otro-. Son los que tienen campanitas”. FIN.







mirador

armando fuentes aguirre


Abd-al-Rahman, emir de Córdoba, le pidió a Ziryab que compusiera una canción de amor y la cantara al pie de la ventana de su amada.

Muy bella debe haber sido esa canción, pues la noche que el poeta la cantó florecieron todos los jardines de la ciudad; las aves de los montes y los valles vinieron a escucharla, y dejaron de fluir las fuentes para oír en silencio la canción.

El emir ordenó a su tesorero que le diera a Ziryab 30 mil dinares. Con esa suma el cantor habría podido vivir rodeado de lujos el resto de su vida. Ziryab, sin embargo, no aceptó el dinero. Explicó:

-Si dejo de ser pobre dejaré de ser poeta.

La canción se perdió. Abd-al-Rahman prohibió que se cantara: eso sería profanar el recuerdo de aquella noche. Ziryab quemó la página en que la había escrito. Cuando las notas de la canción venían a su mente cantaba otra para olvidar ésta. Al emir no le importó que se perdiera la canción. Dijo:

-En el paraíso la volveré a escuchar.

¡Hasta mañana!...



manganitas

por afa


“...Asfaltado...”.

Esa voz tiene sentido

y por sí misma se explica.

La palabra significa

simplemente: “No has venido”.
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2017-02-15 | Cualquiera de los dos de política y cosas peores por catón Dulciflor, doncella núbil, estaba en vías de tomar estado. Quiero decir que se iba a casar. Importante institución es el matrimonio. Constituye el cimiento de la sociedad. Eso explica por qué actualmente la sociedad se mira tembleque y agrietada, como casa ruinosa con los cimientos quebrantados. Dice un antiguo dicho que el hombre se casa cuando quiere, y la mujer cuando puede. La historia de Dulciflor confirma ese apotegma. Inútilmente había buscado un hombre que aceptara el compromiso del casorio. Desesperaba ya de hallarlo cuando un buen día le salió un galán dispuesto a dejarse conducir al ara, si no del sacrificio sí del esponsalicio. Dulciflor, con la listeza propia de su sexo, le echó el lazo en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco. La verdad es que el hombre no seduce, es seducido; no conquista, es conquistado. El matrimonio es un combate en el cual las batallas se libran después de que uno de los combatientes ya ganó la guerra. El hombre se resigna al matrimonio con tal de tener sexo, en tanto que la mujer se resigna al sexo con tal de tener matrimonio. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Dulciflor, que contaba ya 25 años de edad, era virgen. Ni se lo alabo ni se lo reprocho: me limito a consignar el dato. Sabía, sin embargo, las cosas de la vida, tanto por sus lecturas como por sus conversaciones con amigas solteras y casadas -sobre todo solteras- de mayor experiencia que la suya. Además iba con frecuencia al cine, y las películas, que antes eran proyectadas en una sábana, suceden ahora casi todas entre sábanas. Por eso ya estaba preparada para la ocasión. Aun así le pidió consejo a su abuelita, señora que por haberse casado cuatro veces y enviudado otras tantas sabía mucho acerca de la condición matrimonial. Le dijo: “Abue: no sé qué ropa ponerme en mi noche de bodas. Tengo en mi trousseau un negligé tenue, vaporoso, que no deja nada a la imaginación; un brassiére mínimo que descubre en el realzado busto la insinuación de las areolas; un brevísimo pantie audazmente crotchless, de encaje transparente que no alcanza a velar la incitante sombra del llamado mons veneris; un liguero francés de seda negra, ymedias de igual color con raya, como aquéllas que se quitó Sophia Loren ante Marcello Mastroianni en la inmortal escena de striptease de la película “Ayer, hoy y mañana”. Pero tengo también un ajuar totalmente contrario a ése. Lo conforman una vieja bata de popelina beige que por arriba me tapa hasta las orejas y por abajo me cubre hasta las uñas de los pies; un anticuado corpiño de color salmón; unos calzones bombachos de los tiempos de Maricastaña capaces de abatirle el ánimo al más enhiesto amante, y unas medias de popotillo café de ésas a las que se les hace un nudo arriba para que no se bajen. Estoy en un dilema, abuela. No sé si ponerme aquella ropa sensual, provocativa, como diciéndole a mi novio: “Aquí me tienes, toda para ti. Que no quede comarca de mi cuerpo que no visites con tus manos, tus labios o tu lengua”, o vestir aquel atuendo púdico para decirle: “Soy casta. Soy honesta. Me son ajenas las cosas del amor”. ¿Cuál de los dos atavíos crees que debo ponerme en mi noche nupcial?”. “Mira, hija -le contestó al punto la abuela-. Ponte lo que te dé la gana. Al cabo de cualquier manera vas a marchar”. En la elección presidencial del próximo año el PAN postulará a Margarita Zavala o a Ricardo Anaya. El PRD, posiblemente, a Miguel Mancera. Y Morena, claro, a López Obrador. ¿A quién postulará el PRI? ¿A Videgaray? ¿A Osorio Chong? ¿A Nuño? ¿A Narro Robles? ¿A algún tapado? Que el PRI postule al que le dé la gana. Al cabo de cualquier modo va a marchar. FIN. mirador armando fuentes aguirre John Dee era respetado por su sabiduría, tanto que el rey le permitió negarse a participar en el debate a que convocó para dilucidar si el purgatorio era líquido, sólido o gaseoso. Cuando el filósofo iba por la calle los hombres se descubrían y las mujeres le hacían una profunda reverencia. Sin embargo apartaba la mano si un niño se la quería besar. Le decía: “Jamás beses otra mano que la de tu madre, que te dio la vida, o la de tu padre, que trabaja para darte el pan”. Aun así, objeto de la admiración de todos, John Dee tenía la sencillez de un campesino. Solía declarar: “Hay muchos que saben más que yo, y muy pocos que saben menos que yo”. Reconocía el saber de su esposa, pese a que era mujer de humilde condición, hija de un molinero y una lavandera. De ella decía: “Yo sé de los libros; ella sabe de la vida”. Quizá por eso John Dee era respetado. Tenía la suprema virtud de la humildad, que salva del supremo pecado, la soberbia. ¡Hasta mañana!... manganitas por afa “...Cachivache...”. Esa voz con doble hache tiene un sentido certero: es un pequeño agujero a punto de hacerse bache.











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