sábado, 08 de junio del 2024
 
Por Yuriria Sierra
Columna: Hollywood y Trump
Hollywood y Trump
2017-03-05 | 09:38:33
Hace unos años, la serie de televisión True Blood, de HBO, narraba la historia de un grupo de vampiros que buscaba integrarse a una sociedad que, evidentemente, los rechazaba.
Muchos prejuicios provocaban que, a pesar de contar con alimento sintético que, fabricado en un laboratorio, contenía los nutrientes necesarios para darle a los vampiros una buena calidad de vida, no se les permitiera ser parte de una comunidad que se asustó demasiado rápido y emprendió una batalla por los que consideró los derechos civiles de quienes “sí tenían derecho a existir”.
Vaya metáfora para hablar de las diferencias, la discriminación, la ignorancia y el odio. Y de cómo el combate contra éstos ha tenido que recorrer un largo camino en busca de su legitimidad.
Pero mucho antes que los vampiros, hay muchas otras referencias metafóricas, discursos que, desde la ficción, han intentado, a lo largo del tiempo, subrayar este asunto que para tantos resulta tan complicado.
Entre los relativamente recientes han estado los cómics y toda la adaptación cinematográfica de los X-Men. Hicieron del tema de las diferencias un tema de heroísmo y el elemento principal de su discurso, uno en el que abogan por el respeto, por la inclusión de todos los seres que habitan este planeta.
“Yo también lo creo, se ha vuelto cada vez más relevante. Creo que ésa siempre ha sido la idea de los X-Men, por eso ha conectado con los adolescentes por tantos años, porque claro que ellos se sienten diferentes, ¿estoy orgulloso de mí o estoy avergonzado de lo que soy?, todas esas cuestiones de identidad (…) ¿Qué nos da la habilidad para determinar qué es la ‘humanidad’?
“Hay que deshacernos de eso, como si pudiéramos quitarlo de nuestro ADN. Vivimos un mundo totalmente conectado y eso asusta a mucha gente, y por eso dicen ‘vamos a construir un muro, pongamos barreras’…”, me dijo al respecto Hugh Jackman, con quien platiqué para Imagen Televisión, con motivo del estreno de Logan, la última película en la que él dará vida a su mítico y entrañable personaje, Wolverine.
Hablamos sobre las diferencias, sobre la otredad, sobre lo complicado que todavía resulta que aquellos que son considerados distintos a nosotros sean plenamente aceptados.
Me contó que en el futuro será una generación de mutantes millennials los protagonistas: uno de ellos, o más bien una, tiene el nombre de Laura, es de ascendencia mexicana, y es la otra protagonista (ahora niña, todavía) de la película de Logan.
Ella y su madre son perseguidas porque además la niña posee, a decir del profesor Charles Xavier, una fuerza y un poder pocas veces visto. ¡Vaya momento para hablar de esto! Pocas cosas representan tan bien la coyuntura binacional que más directamente nos afecta, ¡vaya metáfora, vaya provocación, vaya asertividad de James Mangold, el director, y todos los guionistas!
Una niña súper poderosa a la que intentan hacer creer que es peligrosa y se encuentra permanentemente en la mira de los villanos de carne y hueso, viles y tristes mortales sin mayor poder que el de sus armas. Los muros también existen en la ficción, aunque tomen otras formas.
También esta semana, pude ver cómo Disney rompía con uno de los tabús más arraigados dentro de la industria del entretenimiento. Una de sus series animadas mostró por primera vez una secuencia en la que aparecen primero una pareja de hombres y luego una de mujeres dándose un beso.
La homosexualidad es uno de esos temas que aún luchan por ser vistos como uno más de los tantos, tantísimos elementos que nos hacen distintos. Y nos enteramos que en el próximo estreno, también de Disney, de La Bella y la Bestia, también habrá una historia de amor entre dos hombres lateral a la central de película que protagonizan Emma Watson y Dan Stevens.
De aplaudirse, por supuesto, porque este tema, por ejemplo, ha estado vetado de una industria que lo explota, pero que no siempre le da su lugar como parte de la riqueza de cualquier sociedad. Incluirla en una serie animada y una película que serán vista por millones de jóvenes en todo el mundo es darle un lugar en el cotidiano, un lugar que ya tiene, pero que muchos intentan todavía demonizar.
Por eso me pareció torpe que el domingo pasado, durante la entrega del Oscar, los asistentes dieran la impresión de haber recibido instrucciones para no hacer comentarios políticos (tal vez sí las recibieron). Solamente un muy valiente Gael García se salió completamente del libreto y habló de los muros que intentan dividirnos.
Y es que ese momento era perfecto para que cualquiera utilizara el micrófono para dar un mensaje que recordara los tiempos que se están viviendo. Importante es que a través del arte y sus exponentes se retrate a una sociedad que todavía no termina de entenderse, de construirse, de aceptarse y abrazarse en su diversidad: cultural, racial, religiosa, sexual, genérica, filosófica, existencial...
Y no porque se busque una “normalidad”, sino para que todas esas diferencias dejen de ser elementos o motivos para apuntalar cualquier discurso de odio… Hollywood tiene una responsabilidad enorme en los tiempos por venir.


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