domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Leo Zuckermann
Columna: Juegos de Poder
Gutierritos electorales
2017-04-26 | 09:21:18
Triste ver lo que está pasando con las autoridades electorales en México: cada vez cuestan más dinero y cada vez son más irrelevantes. Se han convertido en una bola de burócratas onerosos. Miles de funcionarios que cobran quincenalmente su sueldo, pero que no resuelven una creciente multiplicación de trampas y simulaciones electorales.

Los partidos políticos se han salido con la suya: lograron que los reguladores se transformaran en árbitros pusilánimes, sin voluntad ni peso para castigarlos.

Es una pena. Las primeras instituciones electorales fueron motivo de orgullo mexicano. Con una buena dosis de voluntad política y recursos económicos, demostramos que era posible tener elecciones limpias en el país.

Gracias al Instituto Federal Electoral (IFE) y el primer Tribunal Federal Electoral, se dio la anhelada transición a la democracia. El reconocimiento incluso fue internacional: pocos años después de su creación, las Naciones Unidas le pediría al IFE ayuda para organizar las elecciones en un Irak devastado por la guerra.

Ese primer IFE autónomo, el presidido por José Woldenberg, se tomó muy en serio su papel de árbitro dispuesto a castigar las trampas de los partidos. Recordemos que impusieron multas multimillonarias al PRI por el Pemexgate y al PAN y al Verde por los Amigos de Fox.

Todos los partidos tomaron nota y, como suele ocurrir en estos casos, los entes regulados quisieron apropiarse del ente regulador. Les disgustaba un árbitro molón. Comenzó, así, el debilitamiento de las instituciones electorales.

Lo hicieron, primero, nombrando consejeros y magistrados de menor reputación y más identificados con los partidos. Segundo, a partir de la reforma de 2007, atiborraron al árbitro con todo tipo de regulaciones estúpidas. Un paraíso burocrático: reglas y más reglas, muchas de ellas inaplicables.

De esta forma, hoy estamos en el peor de los mundos. Por un lado, vemos cada vez más historias de trampas y simulaciones electorales. Gobiernos desbocados en la repartición de bienes pagados por los contribuyentes para conseguir, sin pudor, el apoyo ciudadano en las urnas.

Presuntos casos de compra de votos: dinero en efectivo a cambio de fotos en celulares para comprobar que se ha sufragado en favor de un partido o para retener credenciales de elector. Candidatos que utilizan la propaganda gratuita en televisión para promoverse, en claros actos anticipados de campaña.

Por otro lado, los árbitros no ven nada, no investigan nada y no dicen nada. Parece que calladitos se ven más bonitos. Burócratas llenando informes que nadie lee por intrascendentes. Maratónicas sesiones de consejos donde no sale ni una noticia relevante.

Vaya, hasta en el sitio de internet del nuevo IFE, ahora renombrado INE, se ha vuelto una monserga conseguir información que antes se obtenía con un par de teclazos. Ni hablar de los tribunales electorales donde se resuelven cientos de casos sin importancia alguna.

Todo, claro está, con cargo a los contribuyentes que, con nuestros impuestos, pagamos miles de millones de pesos al año por instituciones cada vez más irrelevantes.

Hay que reconocer, eso sí, que el INE sigue haciendo bien una cosa: organizar las elecciones. Sortean a los funcionarios de casilla, los capacitan y proveen todo el material. Miles de mexicanos, escogidos al azar, se encargan de la jornada electoral.

El problema está en las trampas y simulaciones antes y después de los comicios. Por ejemplo, en la gran cantidad de dinero que anda suelto alrededor de los procesos electorales.

Se suponía que el INE establecería un sofisticadísimo sistema de fiscalización en tiempo real para detectar sobregastos o irregularidades. Pues ahí andan cientos de contadores con computadoras sin encontrar ni un céntimo de dinero de más o ilegal. ¡Por favor!

El INE, el TEPJF, los Oples y los tribunales locales, tristemente, se han convertido en nuestros Gutierritos electorales. Trabajan muchas horas al día para no hacer nada. Antes, consejeros y magistrados activamente participaban en interesantes debates sobre la calidad de la democracia mexicana.

Hoy no dicen nada porque, como buenos burócratas, no están entrenados para pensar. Lo importante es llenar la hoja de Excel, firmar el oficio o redactar una sentencia farragosa para irse lo más rápido a cenar a casa.

Eso sí, no hay que molestar a los partidos porque, en el fondo, son los jefes de los jefes. Mejor sellar el documento y cobrar la quincena. Así nuestros Gutierritos electorales que nos cuestan miles de millones de pesos al año para la muy noble tarea de no hacer nada.


Twitter: @leozuckermann


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