2017-08-25 | 10:01:45

El presidente Enrique Peña Nieto inició la difícil tarea de deshojar la margarita.

Camina por los jardines de Los Pinos, medita y repiensa.

“Este no, este tampoco, ni éste, ni aquél…este podría ser”, frases imaginarias del mandatario.

¿Cómo ves Luis?

¿Qué opinas amor?

Consulta socarronamente a sus más cercanos.

Lo hace con un cuidado escrupuloso para no equivocarse al proponer a uno de sus compinches, al más leal, al de mayor afecto, al más peñista de todos.

Está en pleno proceso sucesorio.

Peña Nieto no debe dejarse influir ni por el poderoso secretario de Relaciones Exteriores, ni por su gaviota consentida.

El horno no está para bollos ni el PRI en su mejor posicionamiento político (se le ubica en un tercer lugar).

Los principales impulsores del tricolor tienen ya un retrato hablado de quién podría ser el abanderado para la candidatura presidencial en 2018.

Pero hay muchas dudas.

¿Quién podría sacar del camino hacia Palacio Nacional a Andrés Manuel, el que afirma que es Peje, pero no lagarto?

El que lleva casi 20 años recorriendo el país.

El mejor posicionado en las encuestas, incluyendo a las elaboradas por la Presidencia de la República.

El que puntualiza que va con todo contra los corruptos y la impunidad.

Quien asegura que va a salir ileso de la guerra sucia y va a ser “safe” en todas las jugadas.

El que va por su última oportunidad para llegar a Los Pinos.

El enemigo acérrimo de Carlos Salinas de Gortari, tío de Claudia Ruiz Massieu, a quien capacitan para sustituir a Enrique Ochoa Reza, en el CEN del PRI.

Las reformas a los estatutos fueron aprobadas fast track, y ya permiten postular candidatos, incluso a la primera magistratura del país, que no hayan sido jamás miembros de ese instituto político.

Se rompieron los candados y el requisito de 10 años de militancia para aspirar a cargos de elección popular.

Parece ser que la 22 Asamblea Nacional del PRI fue un traje hecho a la medida o un “retrato hablado” para José Antonio Meade y/o Aurelio Nuño.

Ahora, suspiran y aspiran.

¡Quieren la grande!

Ya saludan y caminan como presidenciables.

Hasta cambiaron de look.

Pero Peña Nieto todavía no “palomea” a su sucesor.





Debe ser la decisión más importante de su vida política. No debe equivocarse.

El futuro del país y el suyo, está en sus manos.

Si Meade no es el retrato hablado que dibujó la Asamblea Nacional, entonces esa imagen podría ser la de Aurelio, el más cercano en los afectos de Los Pinos.

Y muchos se preguntan: ¿dónde quedó Osorio Chong, el jefe del gabinete político?

El secretario de Gobernación tiene una piedrota en el camino hacia Los Pinos: Luis Videgaray, el que le habla al oído a Peña Nieto, el amigo del yerno consentido de Donald Trump. El que quiere que haya continuidad de las reformas estructurales de su jefe.

Ese es el problema de Osorio Chong (independientemente de no pertenecer al Grupo Atlacomulco), quien por cierto cambió el discurso, su dicción y el lenguaje corporal.

Está en la batalla para no alejarse de la sucesión.

Es su única oportunidad que tiene para competir por la silla grande.

¿Y si Peña Nieto decide que sea Enrique De la Madrid, quien ha manifestado en entrevistas pactadas que también se encarta en el escenario sucesorio?

Todo puede suceder.

Meade, cinco veces secretario (con el PAN y PRI), pertenece al Grupo Videgaray. Ha manifestado una actitud moderada y apartidista. Tiene una imagen de hombre conservador y prudente.

Aurelio Nuño, el de mayor confianza y afectos de la Casa Blanca (la mexica), ha sobrellevado a la SEP gracias a la asesoría de Otto Granados Roldán. Es joven fresa tirándole a metrosexual.

Osorio Chong, tiene mano dura, pero también un adversario poderoso: Videgaray.

Enrique De la Madrid, es hijo de un ex presidente de la República; presume tener excelentes relaciones internacionales financieras, y está en el afecto de la familia imperial.

Mientras Peña Nieto deshoja la margarita, su canciller queda bien con Trump y se frota las manos en señal de una posible victoria.

Ver para creer.