2018-01-16 | 09:31:21

Numerosos comentarios despertó de manera positiva la noticia publicada por este medio de que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares iba a renunciar en fecha próxima. Hay razones de mucho peso que le dan valor y seguridad a esa nota informativa. En primer término es lo que a él le conviene por lo que está sucediendo en la entidad, donde cada día la situación económica y social está peor. Es lo conducente por innumerables razones políticas que a partir de ese día, le echen la culpa a otro que esté en su lugar, y su hijo Miguel Ángel, tenga alguna oportunidad en los próximos comicios estatales.

El pueblo afirma, si el padre no pudo con el paquete y eso que aseguraba que tenía una gran experiencia, qué se puede esperar del alcalde de Boca del Río, que es él que realmente gobierna con el mismo equipo humano e inexperto que tenía en el Ayuntamiento.

Al dejar de ser gobernador Miguel Yunes, puede operar con mayor libertad en la campaña de su “bodoque”, como le dice el candidato de Morena, Cuitláhuac García. Al hacerlo ya no caería en delitos electorales como los que viene haciendo.

El manejo ilegal de los recursos públicos se los atribuirían a su sucesor el chiapaneco secretario de Educación, Enrique Pérez Rodríguez y lo dejarían a él con mayores oportunidades para desviarlos sin la responsabilidad directa del gobernante en funciones. Y qué mejor que dejar al mismo personaje, encargado de las cárceles, cuando se fugó el Chapo, tiene toda la experiencia para cubrirle las espaldas, como lo hizo cuando estuvo como empleado en la Secretaría de Gobernación y como diputado federal con Elba Esther Gordillo cuando fueron expulsados del PRI. Al dejar de ser el gobernador dejaría de tener la culpa directa del grave desastre financiero y del fallido gobierno en que se vive. No volverían a decirle que Veracruz se encontraba mejor con Javier Duarte de Ochoa.

Lo más importante, ya no sería él quien cometiera el gravísimo error de la historia de todo el país, que un gobernador le entregara a su primogénito el poder de una gubernatura. Un hecho nefasto y humillante para la entidad veracruzana.

Los más de siete millones de veracruzanos se lo agradecerían que se olvide de algo que no supo hacer, como es el de gobernar un Estado de la importancia que tenía en el pasado Veracruz.

Los panistas, encabezados por Ricardo Anaya y los candidatos a legisladores federales y locales del Pacto por México serían los más beneficiados con esta salida que se debió dar desde un principio de este mal gobierno. Se repite la historia cuando los veracruzanos no votaron por el PRI por la pésima imagen que tenía Javier Duarte de Ochoa y sus parientes, lo mismo ocurre ahora, pareciera que también el masivo rechazo electoral es un problema de índole familiar. Veracruz no tiene ninguna culpa de lo que ha ocurrido con esas frustradas herencias políticas-familiares.


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En esta misma semana visitará otros municipios veracruzanos el candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador. No quiere dejar ningún rincón del Estado, lugares a donde nunca ha ido ningún gobernador excepto Fidel Herrera que hasta las piedras lo conocen.