Ni duda queda. Andrés Manuel López Obrador domina al dedillo el arte de una candidatura a la Presidencia de la República.

Muchos son los años de campaña que lleva en sus hombros por lo que ha perfeccionado sus tácticas proselitistas para alcanzar, en su última oportunidad, la Silla del Águila.

Por ello, en la elección del 2018 es quien marca la agenda política de la contienda presidencial.

Con su visión del futuro de México, sería la cuarta transformación del país que promete a sus feligreses.

No se puede negar. Hay temor en amplios sectores políticos, económicos y sociales por lo que muchos consideran el inevitable arribo de López Obrador a palacio nacional.

Refleja tal seguridad en su triunfo (avalado absolutamente por todas las encuestas) que ya no pide el voto para él, sino para sus acólitos que lo acompañarán desde el Congreso de la Unión.

También para sus seguidores que quieren gobernar algunos de las nueve entidades en donde habrá elección para renovar el Ejecutivo estatal.

El tabasqueño es la figura central del proceso electoral por ello la “ola pejista” avanza y sacude las estructuras políticas, económicas y sociales del México nuestro.

Su enfrentamiento con la cúpula empresarial, perfectamente bien calculado, es parte de su estrategia proselitista pero también una advertencia para los hombres del dinero.

Tan es así que al mismo tiempo tiende la mano al sector productivo y pide “amor y paz”. Con un “safo” evita responder cuando no le conviene ahondar en las diferencias de sus nuevos adversarios.

Ante este panorama, Televisa lo convocó a ser el primer protagonista de la segunda temporada (de sólo 5 capítulos) de su programa “Tercer Grado”.

Andrés Manuel recibió un trato especial, casi de Presidente Electo de México.

Esto sirvió para que López Obrador mostrara la cara de un político moderado y no la del caudillo populista.

Por un momento dejó de ser el personaje anti sistémico radical, en lo que muchos consideran como su mejor actuación en la TV en toda su carrera política.

Los conductores se lo permitieron.

Así, a pesar de algunas puyas y desavenencias, “El Peje” habló largo y tendido. Se explayó. Fue un monólogo.

Para calmar los ánimos, puntualizó que no habrá reelección, ni expropiaciones ni persecución política ni empresarial.

No perderá el tiempo en esas batallas, que son inútiles ante la urgencia de transformar a México.

Dejó en claro que el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios no cabe en su proyecto de transformación, pues son una banda de malhechores que no quieren dejar de robar ni perder el privilegio de mandar y hacer negocios al amparo del poder.

Sin embargo, hará un llamado a los hombres del dinero “para jalar parejo”, una vez que gane, porque reconoce que sí hay empresarios honrados.

Insistió que después de la Independencia, la Reforma y la Revolución, su movimiento será el cuarto e histórico que cimbrará las estructuras del país teniendo como cimiento la lucha contra la corrupción.

Batalla que arrancará el 2 de julio, una vez que gane la presidencia y donde no habrá impunidad para nadie.

Si hay denuncias de corrupción se procederá en contra de quien sea, incluso de su propia familia.

López Obrador reconoció que en estas elecciones están enfrentadas dos visiones de México, pero no desde términos económicos o políticos, sino sociales y morales.

Por un lado, aseguró no habrá una cancelación de la reforma energética ni de la construcción del nuevo aeropuerto de manera automática.

Pero si acabará de tajo con la corrupción y la impunidad que son la base de su transformación del país.

Es más, aseguró que no habrá reformas constitucionales en la primera etapa de su gobierno y que todas sus acciones estarán apegadas a la legalidad.

Sobre la revocación de mandato, dijo que será a los tres años, junto con la elección intermedia, para no tener más gastos.

En general, las preguntas de los conductores bajo la conducción de Leopoldo Gómez, no lo incomodaron, pero sí aclaró paradas.

Lo que más le preocupa es la violencia y hará todo lo posible para buscar una solución entre el 1 de julio y el 1 de diciembre.

Fue insistente en que hay que desterrar a una minoría rapaz que está incrustada en el gobierno.

Televisa le puso la alfombra roja al Peje y el habilidoso candidato “robó cámara”.