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Autoridades estatales incapaces de resolver asesinato de Regina Martínez ocurrido hace cuatro años
Xalapa | 2016-05-01 | Proceso
El tiempo se le agota al gobernador Javier Duarte de Ochoa –sólo le quedan siete meses de gestión– y los problemas se le multiplican. Inseguridad, extorsiones, levantones, desapariciones y asesinatos impunes, incluido el de Regina Martínez Pérez, corresponsal de Proceso en Veracruz.

Este jueves 28 se cumplieron cuatro años de ese homicidio y las autoridades estatales han sido incapaces de atender el reclamo de justicia de familiares, amigos, lectores y reporteros de este semanario.

La Secretaría de Seguridad Pública (SSP), la Fuerza Civil y la Fiscalía General del Estado (FGE) desconocen el paradero de José Adrián Hernández Domínguez, El Jarocho, quien presuntamente ahorcó a Regina con una jerga de baño y la golpeó en diversas partes del cuerpo con una manopla. Después le robó un celular, un reloj de pulsera y dinero en efectivo, según la investigación ministerial 019/2012/PC y el proceso penal 358/2012.

Proceso tuvo acceso una sola vez a las diligencias ministeriales, según lo determinó en mayo de 2012 el entonces titular de la Procuraduría General de Justicia del Estado –antecesora de la FGE–, Felipe Amadeo Flores Espinosa, quien hoy es el líder estatal del PRI por recomendación de Héctor Yunes Landa, quien busca refrendar la gubernatura en los comicios del próximo 5 de junio.

Ya pasaron mil 400 días del homicidio de Regina y hasta ahora sólo ha sido recluido en el penal de Pacho Viejo Jorge Antonio Hernández Silva, El Silva, un enfermo de VIH que debe purgar una condena de 38 años y dos meses. Los custodios aseguran que “por órdenes de la dirección” El Silva se encuentra aislado.

La litigante Diana Coq Toscanini –ex­co­adyuvante de Proceso en el homicidio de Regina y actual defensora del Silva– critica la negligencia de las autoridades porque, dice, El Jarocho continua “paseándose” por la avenida Juan de la Luz Enríquez, en pleno centro histórico de Xalapa. Nadie lo detiene.

Según comentó el gobernador al reportero, El Jarocho “se ha escondido muy bien, pero lo vamos a encontrar”, mientras que el fiscal Luis Ángel Bravo respondió por escrito a un cuestionario que se le hizo llegar: la orden de aprehensión contra el otro coacusado ha sido boletinada a toda la República, incluso a la Policía Federal, y también está “alojada en Plataforma México”.

Y agregó: “Hay voluntad política y disposición jurídica. La FGE no conduce su actuar por lineamientos políticos o mediáticos. Nos ceñimos a un marco jurídico en el que agotamos todos los medios legales para su cumplimiento”.

Sin embargo, en el ámbito local, las inconsistencias no se han subsanado. La juez Beatriz Rivera, por ejemplo, nunca consideró las declaraciones de Jesús Hernández Rodríguez o Ruiz Rodríguez, El Chilango, un presunto operador de Los Zetas en Veracruz, pese a que aseguró (averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/133/2011) que en el homicidio de Regina estaban involucrados narcomenudistas de Xalapa (Proceso 1879).

Peor aún, según la toca 673-13 del Tribunal Superior de Justicia del Estado, El Silva fue detenido seis meses después de los hechos y sentenciado en 2013, en flagrante violación al debido proceso, pues no hubo una orden de aprehensión en su contra, como lo indican los artículos 14 y 16 constitucionales.

Incertidumbre gremial

El Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, de la Secretaría de Gobernación, registra “medidas cautelares de protección” a 37 periodistas que ejercen su oficio en Veracruz, así como a 10 defensores de derechos humanos, entre activistas sociales y tuiteros.

Según los oficios UDDH/911/3089 y UDDH/911/3113/2015, sólo la Ciudad de México le gana a Veracruz con 47 comunicadores “beneficiarios” del mecanismo de protección. Sin embargo debe tomarse en cuenta que en la capital del país sólo han sido asesinados cuatro periodistas entre 2000 y octubre de 2015, contra los 17 ocurridos en Veracruz en el sexenio duartista, incluido el de Rubén Espinosa Becerril, fotoperiodista de Proceso y AVC Noticias, ocurrido el 31 de julio de 2015 en la colonia Narvarte de la Ciudad de México.

Rubencillo, como le decían sus compañeros, salió de Veracruz el 11 de junio de 2015, dos días después de colocar la placa de Regina Martínez para rebautizar la Plaza Lerdo con el nombre de su colega. Había decidido autoexiliarse tras detectar que policías vestidos de civil y empleados del gobierno estatal lo perseguían.

“Me voy antes que me peguen una madriza y me dejen más loco de lo que ya estoy”, le dijo a sus allegados antes de despedirse. “Mi exilio es temporal. Mira carnal –dijo a este reportero–, hay que estar tranquilos. Después de lo que pasó con Regina, serían muy estúpidos si se metieran conmigo o contigo”.

El fotoperiodista se fue a la Ciudad de México. Cuarenta y siete días después fue ejecutado junto a la activista cultural Nadia Vera, la colombiana Mile Virginia Martín, la estilista Jesenia Quiroz y la empleada doméstica Alejandra Negrete.

El asesinato más reciente en el gremio veracruzano es el de Anabel Flores, de El Sol de Orizaba y de El Buen Tono, quien el 8 de febrero pasado fue sacada de su domicilio en Mariano Escobedo por un comando armado. Al día siguiente su cuerpo fue localizado en la carretera que va a Tehuacán, Puebla.

Alarmados por la incertidumbre, periodistas de Acayucan, Álamo Temapache, Boca del Río, Puerto de Veracruz, Coatzacoalcos, Córdoba, Cosoleacaque, Hueyapan de Ocampo, Medellín de Bravo, Poza Rica de Hidalgo, Tuxpan y Xalapa han solicitado “medidas cautelares de protección” –desde el llamado botón de pánico hasta escoltas– al gobernador, la FGE, la SSP y otras instancias federales.

Inconsistencias e irregularidades

La investigación ministerial 019/2012/PC, el proceso penal 358/2012 y la toca 673-13 están plagados de inconsistencias y diligencias inverosímiles.

Según el expediente consultado sólo una vez por Proceso, la noche del 27 de abril de 2012 y la madrugada del día 28, el guardia de seguridad privada que vigilaba los alrededores de la calle Rodríguez Clara y la privada del mismo nombre, en la colonia Felipe Carrillo Puerto, donde vivía Regina, se reportó enfermo.

La patrulla asignada a la vigilancia del sector que incluye esa colonia, así como las de Emiliano Zapata y Francisco I. Madero, tampoco hizo su rondín en la calle Rodríguez Clara y privada del mismo nombre porque, según los uniformados responsables, el sector era muy extenso, por lo que decidieron hacer rondines aleatorios.

La Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), que durante el sexenio de Duarte fue transformada en la FGE, nunca incluyó la línea periodística crítica de Regina y decidió centrar las indagatorias en el entorno personal de la corresponsal de Proceso, una “persona altamente vulnerable” por ser mujer, entrada en años y vivir sola, según la investigación ministerial 019/2012/PC.

En su “disposición victimógena”, servicios periciales concluyó que Regina se encontraba en el “inicio de una relación”, porqué encontraron en su vivienda cosméticos y perfumes nuevos, así como insumos propios de una persona que “inicia una relación”.

En abril de 2013, un año después del asesinato de Regina, el reportero de Proceso Jorge Carrasco, parte coadyuvante en el caso, recibió informes acerca de que exfuncionarios y colaboradores de Duarte, de la SSP y de la propia PGJE se reunieron para instrumentar “acciones hostiles” contra él por sus reportajes sobre el asesinato de Regina.

En esa reunión presuntamente convinieron en “tener cuidado con las cámaras” de seguridad pública instaladas en la Ciudad de México, donde, dijeron, ya se encuentra “gente” del estado de Veracruz.

Con información de
http://www.proceso.com.mx/438775/regina-martinez-la-herida-sigue-abierta




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