Y allí estaban. Otra vez juntos, sonrientes y tan amigos como si se les hubiera olvidado lo que ocurrió hace dos meses en el mismo recinto, con los mismos invitados y con los mismos discursos vacíos:

El senador José Yunes Zorrilla en el estrado, de anfitrión; El gobernador Javier Duarte de Ochoa en el centro de la primera fila y a un par de lugares el senador Héctor Yunes Landa.

Lo que estaba preparado como el informe de Pepe Yunes, terminó en un encuentro de reconciliación entre la clase política priista que apenas el viernes pasado compartió la mesa en \'unidad\', olvidando el lodo que se aventaron unos a otros en semanas pasadas.

Mientras media ciudad (y quizá medio estado) estaba al pendiente del encuentro entre Pumas y Tiburones Rojos, en el World Trade Center de Boca del Río los accesos ya estaban cerrados porque en el salón Tajín ya no cabía un alma más.

Unos por voluntad propia y otros (la mayoría) traídos desde Pánuco hasta Las Choapas, abarrotaron el recinto en el que José Yunes habló de sus logros como legislador y las gestiones que ha hecho para beneficiar a los veracruzanos.

Pero de su boca también salieron palabras como corrupción, desvío de recursos, moches, negocios personales, impunidad, entre otras. Sin embargo, nunca salieron nombres ni ejemplos claros de lo que , como él mismo afirmó, tiene harta a la población.

Desde la parte posterior del WTC, donde al filo de las 12 se rompieron cristales y se forzaron algunas puertas ante el exceso de personas en el lugar (seguramente habrá regaño para el encargado de los acarreados), las porras fueron para Yunes Zorrilla, pero también para el propio gobernador.

La jornada de elogios mutuos terminó, como era de esperarse, en abrazos, reconocimientos y sonrisas, olvidando o ignorando aquel 27 de septiembre, cuando en la toma de protesta del líder de la CNC, Juan Carlos Molina, el gobernador regaló la caña de pescar a Héctor Yunes para que atrapara a los \'peces gordos\' de su familia y criticó a Pepe Yunes, provocando el retiro de los senadores y una ruptura que parecía irreconciliable.

Sesenta y dos días después, conscientes de que el PRI podría tener los días contados en el poder, con el acecho de la alianza PAN-PRD, del crecimiento de Morena y del hartazgo ciudadano, los senadores priistas regresaron a casa convencidos de que el electorado los ve como una opción diferente a la que actualmente gobierno. Allí seguirán.