miércoles, 08 de mayo del 2024
 
Por Maricarmen García Elías
Columna: Animalia
Jesús y los animales
2014-04-17 | 21:24:58

“Entonces Dios dijo: Y a todos los animales del campo, a todas las aves del cielo y a todo cuanto se mueve sobre la tierra y que posee aliento vital, les doy toda hierba verde como alimento. Y así sucedió. Entonces vio Dios todo cuanto había hecho: Y he aquí que estaba muy bien“: Génesis 1,29-31.
Los textos de la Biblia nacieron en el transcurso de siglos, en ellos, los hombres escribieron lo que había sido transmitido por la tradición y lo que correspondía a sus propias ideas, que a menudo eran poco compatibles con Dios. Así ha sucedido por ejemplo en lo concerniente a la rapiña sangrienta de cadáveres de animales que supuestamente Moisés llevó a cabo en las celebraciones ante los altares expiatorios. Lo mismo sucede también en el Antiguo Testamento con muchas “instrucciones de Dios“.
También el Nuevo Testamento es una obra de los hombres, una recopilación de textos, de cuya compilación resultaron las “Sagradas Escrituras” por decreto eclesiástico. Muchas cosas que de la misma manera habrían de haber sido “sagradas” no encontraron ninguna inclusión en ellas. Mucho de lo que enseñó Jesús de Nazaret permaneció oculto en escritos apócrifos y no fue recogido en la recopilación de los escritos que hoy conocemos.
Cuando hace aproximadamente 1600 años, Jerónimo realizó la primera traducción completa (al latín) de la Biblia por encargo del Papa, estuvo bajo la gran presión del poder eclesiástico y de las fuerzas políticas que estaban surgiendo. Temas como la reencarnación, la ley de siembra y cosecha y las enseñanzas del Nazareno acerca de una relación pacífica de los hombres con los animales, no encontraron ningún lugar en la Biblia eclesiástica.
Al lector de la Biblia se le hace creer en numerosas páginas sobre Moisés, que Dios quería que los animales fueran torturados y sacrificados para complacerle. Sin embargo, quien lea exactamente a los profetas, encontrará incluso en la Biblia no pocas palabras verdaderas de Dios que escaparon claramente a los “correctores“ de los escritos, por ejemplo los siguientes textos:
“He venido para abolir los sacrificios, y si no cesáis de sacrificar, la ira de Dios (la ley de causa y efecto) tampoco os dejará“.
Palabras de Jesús, cit. por Epifanio, Panarion 3,16.
“Sus sacrificios de animales y el consumo de la carne me son abominables y el Señor no se complace en ello, sino que se acordará de su iniquidad y los castigará por sus pecados”, Oseas 8, 13.
“Quien inmola a un toro es como quien ma¬ta a un hombre; quien sacrifica a una oveja es como si estrangula a un perro; quien presenta víctimas para alimento es como el que ofrece sangre de cerdo; quien quema incienso es como si ensalza a un ídolo. Estas cosas eligen en sus caminos y sus almas se complacen en sus abominaciones”, Isaías 66,3.
“Yo aborrezco y rechazo con desprecio vuestras fiestas y no me complace el olor de vuestras asambleas. Y tanto si me ofrecéis holocaustos como oblaciones, no gustaré de ellos; tampoco me complace ver vuestros sacrificios de agradecimiento más exquisitos. ¡Aparta de mí el griterío de tus cantares, pues no me gusta oír la música de tu lira! Pero que se manifieste la Justicia discurriendo como el agua y la rectitud como una corriente poderosa”, Amós 5, 21-24
Por si fuera poco, los apóstoles eran vegetarianos. Para saber lo que Jesús enseñó sobre el tema del amor a los animales y a la alimentación sin carne, existen otros textos que de forma significativa no fueron acogidos en el canon de la Biblia: Pedro; “Yo vivo de pan y olivas, a las que solo en ocasiones añado alguna verdura” (Homilías clementinas XII, 6 ; rec. VII, 6), Pablo; “Jesús me ordenó que no comiera ninguna carne ni bebiera ningún vino, sino solo pan, agua y frutos, para que me halle puro cuando quiera hablar conmigo“ (Toledoth Jeschu, Edición Krauss, Berlín 1902, pág. 113, Palabras de Pablo).
Otra prueba fantástica del amor de Jesús por los animales, ocurre cuando ayuda a un camello. Iba Jesús hacia Jerusalén y se encontró con un camello, pesadamente cargado con madera. El camello no la podía arrastrar monte arriba, y el camellero le golpeaba y maltrataba cruelmente, pero no podía hacer avanzar al animal. Y viéndolo Jesús, le dijo: “¿por qué pegas a tu hermano?“ El hombre replicó. “no sabía que fuera mi hermano. ¿No es un animal de carga, hecho para servirme?“ Y Jesús dijo: “¿no ha creado el mismo Dios de igual sustancia a este animal y a tus hijos que te sirven?, y ¿no tenéis vosotros el mismo aliento de vida que todos habéis recibido de Dios?“ Y el hombre se maravilló mucho de estas palabras. Cesó de golpear al camello y lo liberó de una parte de su carga. Así el camello caminó monte arriba –precediéndole Jesús–, sin detenerse hasta el fin de ese día de viaje. De igual forma, existen anécdotas del respeto y amor que en su infancia Jesús mostró a los animales.
Vivimos ahora en una época donde afortunadamente, poco a poco, existe una evolución como sociedad que se traduce en el trato respetuoso a los animales y a todos los seres vivos que nos rodean, cultura que si se toma como hábito es un factor importante para prevenir la violencia y otros cánceres de la humanidad.

gaem80@gmail.com


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