jueves, 25 de abril del 2024
 
Por Leo Zuckermann
Columna: Juegos de Poder
2014-10-30 | 08:07:21
¿Qué hacer con los Abarca que siguen gobernando?

La atención mediática se ha centrado en torno a la figura de José Luis Abarca, el que era el presidente municipal de Iguala cuando ocurrieron los sucesos del 26 de septiembre, y su esposa, ambos unos pillos hechos y derechos. Un par de delincuentes organizados que se hicieron del poder para medrar con éste. Hoy están fugados porque a nadie se le ocurrió evitar que esto sucediera. El secretario de Gobernación reveló ayer, en el noticiero de Adela Micha en Imagen, que le solicitó al entonces gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, que no lo dejara ir. En buen mexicano: que no se le pelara. Pues resulta que sí se les peló. Nada menos que el principal responsable: el que envió a la policía a enfrentar a los normalistas de Ayotzinapa. Asegura el procurador Murillo que van a atrapar a Abarca. Ojalá…si es que sigue con vida.

Por donde se vea, toda la historia alrededor de este señor apesta. Un vivales casado con una mujerzuela que en realidad era una de las jefas de la delincuencia organizada en la zona. Un sinvergüenza que ponía a la fuerza pública al servicio de sus verdaderos amos: las mafias lugareñas. Un cínico que pretendía heredarle la presidencia municipal a su esposa. Un mentiroso que trató de encubrir lo ocurrido. Un cobarde que huyó para no enfrentar a la justicia.
Todo, a lo largo de su carrera, con la complicidad de muchos políticos que hoy apuntan su dedo flamígero en la dirección opuesta. Todos se hacen guajes.

Nadie asume la responsabilidad de esta historia de putrefacción política.
Yo me pregunto: ¿cuántos Abarcas habrá hoy en día en el país? ¿Diez, cien, mil? ¿Son alcaldes, gobernadores, legisladores, jueces? ¿Son muchos? ¿Pocos? ¿Dónde están? Yo no dudo que haya varios. Y como sucedió en el caso de Abarca, hay muchas personas, incluyendo políticos, que saben quiénes son, qué hacen, cuáles son sus complicidades con el crimen organizado. ¿No sería el momento de que el Estado mexicano hiciera un esfuerzo por encontrarlos y procesarlos? ¿Por qué esperar a que el niño se ahogue para tapar el pozo? ¿No es mejor prevenir que lamentar? ¿Qué hubiera pasado si las autoridades hubieran intervenido a tiempo para investigar y procesar al fresco de Abarca? ¿No se habría evitado la tragedia de los seis muertos y 43 desparecidos en Iguala? ¿No estaríamos hoy mejor?

El problema del gobierno es que nunca es proactivo en estos casos. Siempre es reactivo. Y ésa es la diferencia entre ser eficaz y presumir de serlo.
Cuando explota la bomba, las instituciones de seguridad se ponen a trabajar como locas para tratar de controlar los daños. Sería mucho mejor buscar las bombas y desactivarlas a tiempo, antes de que exploten. Esto implica hacer un mapa de inteligencia exhaustivo de dónde podrían haber filtraciones importantes del crimen organizado en la política. Ya sabemos que están metidos hasta la cocina en Michoacán y Guerrero. Se sospecha que también en Tamaulipas, Tabasco, Estado de México y Veracruz. A partir de ese mapa, habría que proceder a investigar los posibles nexos de políticos con la delincuencia. De encontrarse, inmediatamente remover al funcionario y comenzar un proceso judicial. Eso mandaría un mensaje muy importante a la clase política: que no se vale tener vínculos con los criminales organizados.

Relevante en este tema es también resolver la amenaza de los delincuentes sobre los funcionarios. Ya sabemos que su ley es “plata o plomo”. Muchos servidores públicos son lo suficientemente honestos para rechazar lo primero. Pero sucumben frente al riesgo de que le hagan daño a ellos o a sus familias. Lo que procedería es que el Estado le diera una solución a los políticos que se atrevieran a denunciar las amenazas. Es mejor que un presidente municipal, por más pequeño que sea el municipio, viva rodeado de elementos de la Fuerzas Armadas que permitir que los delincuentes los extorsionen con toda impunidad. Lo ideal es perseguir y atrapar a los criminales que se atrevan a extorsionar a los políticos.

Es hora que las instituciones del Estado dejen a un lado su estrategia defensiva en la filtración del crimen organizado en la política y pasen a la ofensiva. Hay que evitar otra historia parecida a la del sinvergüenza de Abarca. Para eso hay que actuar de inmediato en contra de los sospechosos de ser cómo él. Porque de que existen…

Twitter: @leozuckermann
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