jueves, 25 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
El problema de México no es de hombres
2014-12-22 | 10:10:57
Astatrasio Garrajarra llegó a su casa a las
tres de la mañana, cayéndose de borracho.
Cuando abrió la puerta ahí estaba la mujer,
enojadísima. “¡Qué barbaridad! -le dijo
hecha una furia-. Otra vez así. Esto ya no
lo aguanto. Yo soy la que tiene que soportar
esas borracheras; hacer el almuerzo especial
para la cruda; lavar la ropa, que viene toda
manchada, y para colmo aguantar necedades
de borracho en mi recámara. Dije que
me iba a ir de la casa si esto volvía a suceder,
y me voy”. Así diciendo la mujer tomó su maleta
y salió de la casa. Astatrasio, lleno de
tristeza, subió lentamente la escalera, entró
en la alcoba y le dijo a su señora: “Vieja: ya
se nos fue la muchacha”...
El estricto paterfamilias vio que eran las
11 de la noche y su hija no había despedido
aún a su novio, con quien estaba platicando
en el jardín. “Rosibel -le dijo por la ventana-,
es hora ya de ir a la cama”. Intervino el novio
de la muchacha: “Lo mismo le estoy diciendo
yo, señor, pero no la puedo convencer”...
Doña Gorgona quedó insatisfecha con el
retrato que le hizo el pintor. Comentó con
disgusto: “No me hace justicia”. “Señora -replicó
el artista-. Usted no necesita justicia;
necesita misericordia”...
Susiflor se iba a casar. Su mamá le dijo:
“Creo que Mercuriano será un buen marido”.
“¿Por qué lo crees?” -preguntó ella.
Respondió la señora: “Es vendedor. Está
acostumbrado a recibir órdenes”...
Después de oír el sermón dominical Dulcilí
le dijo a la amiga que la acompañaba:
“Quizá sea cierto eso de que no hay nada
nuevo bajo el sol, pero bajo la luna yo aprendo
cada noche cosas nuevas”...
El problema de México no es de hombres.
De nada serviría quitar a éste para poner a
este otro. Casi todos -por no decir que todoslos
políticos están cortados por la misma
tijera. Nuestro problema es de instituciones.
Al paso del tiempo se han corrompido o desvirtuado,
y se ha socavado así el cimiento
de la vida nacional. Lo que está sucediendo
servirá -ya lo estamos viendo- para que los
ciudadanos asumamos un papel más vigilante
y participativo en la vida nacional. Eso,
y no actuar a la desesperada, es lo que en
esta hora difícil le conviene a nuestro país...
Cuitlazintli, joven indio en edad casadera,
estaba en vísperas de desposar a Petlazulca,
indita de muy buen parecer. Fue el
muchacho al pueblo en día de mercado y
vio una tela que le gustó para hacerse con
ella un taparrabos. Le pidió al marchante
que le vendiera medio metro, suficiente para
hacer la prenda, pero el hombre le dijo que
la tela sólo se vendía por metro. Así, mal de
su grado, el mancebo hubo de comprar el
metro completo.
De regreso en su casa cortó la tela en
dos partes: con una se hizo el taparrabos,
y guardó la otra parte para hacerse otro y
estrenarlo el día de sus desposorios.
Muy orgulloso salió luciendo aquella
flamante cobertura, y fue a enseñarle el taparrabos
a su novia. La halló en las afueras
de la aldea lavando ropa en la clara corriente
de un arroyo.
Corriendo fue hacia ella -se le zangoloteaba
todo-, pero en la prisa no se percató
de que el taparrabos se le había atorado en
la espinosa rama de una zarza, de modo que
el desdichado llegó junto a su novia sin cosa
alguna que le cubriera lo que de consuno la
moral y la civilidad demandan que se cubra.
Le dijo con orgullo a la muchacha: “Mire lo
que tengo, Petlazulca”.
Ella, de rodillas sobre el lavadero, volvió la
vista y vio lo que sus ojos de doncella jamás
habían mirado. Con turbación apartó la
vista y la fijó otra vez sobre la piedra en que
lavaba. “¡Que mire, le digo!” -repitió él, imperativo.
La muchacha, confusa, obedeció
la orden y miró de soslayo.
Cuitlazintli, pensando en la calidad y
color de la tela con que se había hecho el
taparrabos, le preguntó a su novia: “¿Le
gusta?”. “Sí” -respondió ella ruborosa. Le
dijo entonces el galán: “Y p’al día que nos
casemos le tengo reservado medio metro
más”.
Un mexicano viajó a Madrid. Bien pronto
se le acabó el dinero que llevaba -400 pesosy
se vio en graves apuros, tanto que no tenía
ni para comer. Inútilmente buscó empleo:
no lo halló. A punto de fenecer de hambre
pasó por un restorán a cuya puerta había
un cartel: “Estamos contratando”. Entró y
le pidió trabajo al encargado. Le informó
éste: “El único empleo que tenemos es de
pinche”. Replicó ansiosamente el mexicano:
“Aunque sea de hijo de la chingada, pero
contráteme”... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
San Virila escuchaba con paciencia
el sermón de aquel predicador.
-Entonces -dijo el hombre-, apareció
una estrella en el oriente.
Procedió a describirla con elocuencia:
habló de su fulgor, de su blancura,
de su fulgente claridad...
Cuando acabó de hablar le preguntó
Virila:
-¿Para qué surgió esa estrella?
-Muy sencillo -le respondió el predicador-.
Era necesaria para anunciar
a Dios ante los hombres.
-Qué raro -se sorprendió con expresión
ingenua San Virila-. A mí todas las
estrellas, aun las más pequeñas, me
anuncian a Dios.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“... Cenas de Navidad...”.
La mejor de las recetas
para gozar estos días
me la dieron unas tías:
en Navidad ¡cero dietas!


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