viernes, 26 de abril del 2024
 
Por Yuriria Sierra
Columna: Nasty women
Nasty women
2016-10-23 | 09:40:18
“Such an idiot man”, dijo la candidata. El público entero quedó en blanco. Era la respuesta que ella dio cuando su rival mencionó algo sobre sus correos electrónicos para lo que no tuvo defensa.

Se le acabaron los argumentos y sólo pudo soltar esa expresión que la evidenció como una persona sumamente elemental, además de intolerante. Eso y, además, el hecho de que para la opinión pública era reprobable escuchar a una mujer expresarse de tal forma. La prensa coincidió.

Al día siguiente, las primeras planas, no sólo de Estados Unidos, del mundo entero, condenaban esa frase que acabó no sólo con una candidatura, sino con una carrera labrada durante varias décadas.

“Such a idiot man”, no sólo fue un momento de vulnerabilidad; fue también uno que jamás le fue perdonado a Hillary Clinton.

Perdón, nada de lo anterior ocurrió en la realidad. De hecho, solamente se trata de una idea en la que he estado pensando desde la noche del miércoles.

Cuando Donald Trump y Hillary Clinton se enfrentaron por última vez en un debate y el republicano dijo lo que sabemos que dijo (“Such a nasty woman” —qué asquerosa mujerzuela—), creí que en ese momento las posibilidades del candidato se esfumarían por completo y para siempre, que en las encuestas quedaría sepultado.

Ni eso ni la amenaza de desconocer los resultados electorales. Pero el insulto directo a Hillary casi pasó desapercibido. Me sorprende dolorosamente.

Si bien Clinton hoy tiene una ventaja que a muchos nos deja dormir más o menos tranquilos, lo cierto es que aquella frase de Trump debió ser más que el pretexto de un meme. Esa frase debió ser la razón para la salida de Trump de cualquier escenario de competitividad para el próximo 8 de noviembre.

Escribí aquel primer párrafo pensando en que si Hillary hubiera sido quien soltara un insulto contra el candidato republicano, las reacciones habrían sido totalmente condenatorias por parte de la audiencia.

No sólo de entre quienes apoyan a Trump, sino entre todos los hombres y mujeres que, por muy pensantes que sean, parecen tener un alto grado de tolerancia hacia la violencia de género en cualquiera de sus presentaciones.

Simplemente porque todos estamos acostumbrados a ella. Porque nos parece normal. Porque es tan cotidiana que hay ocasiones en que, ya no digamos condenarla, ni siquiera la percibimos.

En boca de Trump (y me atrevo a creer que casi de cualquier varón) los insultos lanzados no tienen el mismo autodestructivo peso por el simple hecho de que los pronuncia un hombre.

Si la ofensa saliera de la boca de Hillary (o de cualquier otra mujer) sería motivo suficiente para su lapidación (política, mediática, social y hasta familiar).

Es increíble como aun en la lógica trumpiana, los errores de Clinton son no sólo equiparables, sino incluso más graves que todo ese larguísimo historial de trampas y mentiras que hoy le conocemos (y tantos le perdonan y otros más hasta le aplauden) a Trump.

Nadie hasta el momento le ha pedido a Trump una disculpa por haber llamado así a la candidata. A Hillary, por ejemplo, le llovieron críticas (y le costó muchos puntos en las encuestas) cuando llamó “deplorables” a los votantes del republicano y tuvo que disculparse.

Trump, al contrario, incluso ha llamado a la violencia o al asesinato contra la demócrata y no ha sucedido absolutamente nada. El republicano no ha pagado impuestos en más de 20 años.

Usó dinero de su fundación (dinero donado por mucha gente con fines altruistas) para comprar un retrato suyo. Y cada día se le acumula una nueva denuncia (así sea sólo mediática) de acoso y/o abuso sexual. Republicanos respetados le han retirado su apoyo.

Aun así, nada de esto ha bastado para que sus aspiraciones se apaguen. Por el contrario, cree que un asunto delicado como el de los correos electrónicos de Clinton, son motivos aún más fuertes para no llegar a la Casa Blanca.

“La misoginia flagrante que Trump ha demostrado a lo largo de esta campaña ha sido dolorosa para muchas mujeres, pero también puede ser que esto haya desbloqueado la revolución feminista que Clinton ha estado esperando...”, escribió ayer Liz Plank en Vox.com.

Y tiene razón, por mucho que nos lastime ver la manera en que Trump se expresa de las mujeres, lo cierto es que esto también ha señalado todos esos lados por donde cojea una especie (porque no es privativo de la sociedad americana) que todavía es capaz de darle oportunidad a personajes como éste de acaparar la atención que hoy recibe.

Such a nasty woman, dijo Trump... Y sí, Hillary, yo y todas las mujeres empoderadas lo somos. Porque, aunque el mensaje iba dirigido a la demócrata, eso es lo que piensa Trump de nosotras.

Eso es lo que piensa él (y los que son como él) de todas nosotras: como tú y como yo, que somos dueñas de nuestra vida y que tomamos decisiones sin consultarle, desde luego, no a Trump ni a cualquier otra persona.

A partir de ahora, es un halago, viniendo de cualquiera, que a todas nos llamen así: nasty women.


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