jueves, 25 de abril del 2024
 
Por Leo Zuckermann
Columna: Juegos de Poder
Sobre los legisladores plurinominales
2014-08-27 | 10:21:10
Ya me andaba convenciendo que en México sí es posible sacar reformas legislativas de gran calado sin que el partido del gobierno tenga mayoría en el Congreso, cuando el partido gobernante, el PRI, sale a proponer que necesitamos reducir el número de legisladores de representación proporcional, los llamados plurinominales, para “facilitar la construcción de acuerdos”. Ah caray: ¿pues no andaba el Presidente presumiendo múltiples acuerdos con la oposición que produjeron reformas importantísimas? ¿Para qué cambiar el sistema político si éste funciona tal y como no los ha demostrado el presente gobierno?
La reducción de 100 diputados y la desaparición de 32 senadores plurinominales es una vieja propuesta de Peña. La venía proponiendo desde que era candidato porque sabía que podía ganar la Presidencia pero sin tener mayoría en el Congreso para sacar adelante su agenda legislativa. En este contexto, tenía todo el sentido del mundo. Ya no es el caso porque precisamente nos ha enseñado que sí es posible sacar adelante reformas tan importantes como la energética o la de telecomunicaciones en un contexto de gobierno dividido.
En lo personal, desde hace mucho tiempo he estado de acuerdo con fórmulas políticas para tener gobiernos con posibilidad de tener mayorías legislativas y, por tanto, con la responsabilidad clara de lo que pasa y no pasa en el país. Hasta el 2012, después de haber pasado 15 años con gobiernos donde el partido en el poder no tenía mayoría (tres de Zedillo, seis de Fox y seis de Calderón), pensaba que el problema era la carencia de incentivos para llegar a acuerdos. Luego entonces, había que cambiar las reglas para incentivar la cooperación o facilitar que el partido del Presidente tuviera mayoría legislativa.
Mi postura estaba basada en la evidencia empírica. En México, las agendas de los presidentes consistentemente se atoraban en el Congreso. El Ejecutivo, entonces, le echaba la culpa de la parálisis al Legislativo mientras que el segundo le reviraba al primero argumentando que la incompetencia venía de Los Pinos. ¿Quién, entonces, era el responsable de la falta de resultados? ¿Zedillo, Fox y Calderón o las Legislaturas que habían acompañado a estos presidentes?
Por eso me gustaban más los sistemas parlamentarios de gobierno donde hay claridad en la responsabilidad. Ahí los gobiernos, a fuerza, necesitan una mayoría legislativa y tienen, por tanto, los votos para pasar su agenda. Si ésta produce buenos resultados, los electores saben quién es el responsable y los premian en la siguiente elección. Si, en cambio, los resultados son malos, los votantes los castigan en las urnas sacándolos del poder.
Pero aquí en México tenemos un sistema presidencial con división de poderes. ¿Qué hacer entonces? Pensaba que lo adecuado era modificar reglas —como la reducción de 100 diputados y la desaparición de los 32 senadores plurinominales— para que el Presidente pudiera aspirar a tener mayoría en el Congreso. Subrayo “aspirar” porque, a final del día, el electorado debería decidir si le otorgaba o no dicha mayoría al Ejecutivo.
Estaba convencido que lo adecuado era tener gobiernos con mayor margen de gobernabilidad y más responsables frente al electorado. Hasta que llegó una nueva evidencia empírica llamada Pacto por México que fue una cachetada para todos aquellos que teníamos posturas a favor de fórmulas que produjeran mayorías.
Con el presidente Peña, las dirigencias de los dos principales partidos opositores (PAN y PRD) firmaron un pacto para sacar las reformas estructurales que durante tanto tiempo estuvieron atoradas en el Congreso. Contra el escepticismo de muchos, incluyéndome, lo cumplieron: sacaron las reformas.
El gobierno de Peña, entonces, salió a presumir que lo hicieron dentro de nuestro sistema democrático. Muy bien. Pero ahora resulta que a los priistas ya no les gustó esto de andar negociando y mejor prefieren aspirar a tener una mayoría en el Congreso. Porque una cosa queda clara: de prosperar la reducción de 100 diputados y la eliminación de 32 senadores plurinominales, el ganador sería el partido gobernante que, hoy por hoy, es el PRI.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Vale la pena modificar la regla para facilitar las mayorías o reconocemos que el actual sistema sí produce acuerdos? ¿A quién le hacemos caso? ¿Al presidente Peña que presume que sí se pudo, con todo y 200 diputados y 32 senadores plurinominales, o a César Camacho, líder del PRI, quien dice que es mejor reducirlos?

Twitter: @leozuckermann
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